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lunes, 24 de marzo de 2008

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En efecto, no hay más vida que esta. Chispazos vitales de los últimos días: compra animada de la segunda parte de Rajes del oficio de Pedro Salinas, pero a dos entrevistas del final, los ojos colapsan y el cuestionario -que es el mismo para los veinte- se vuelve un péndulo hipnótico con las dos o tres respuestas que ya se mencionaron antes y que se reciclan sin mayor sorpresa. Parece que el efecto acumulativo tsé-tsé no es culpa de nadie: los dos tomos son un lujo para los lectores ávidos de metaperiodismo y, a caballo regalado, mejor seguir leyendo. Me da la impresión, eso sí, que casi todos contestan con el gran peso de la responsabilidad del oficio sobre las espaldas y, no es para menos, porque casi todos tienen hazañas que exhibir. Locuras no hay muchas, asunto reservado acaso para Bayly o Álvaro Vargas Llosa en el tomo 1. Pero qué lindo hubiese sido tener a Nicolás Lúcar entre los veinte, tener ese lunar, esa disonancia, porque él es algo así como el proscrito, el Caín de la hermandad, el apestado que con su eficiente campanita del rating aleja a todos del camino. "Nicolás, ¿qué?", responde uno de los entrevistados y quizás, solo quizás, un Rajes del oficio 3 con ese submundo de más abajo -al instante se me ocurren varios nombres- sería un viaje interesante que emprender.

Con todo, el efecto cabeceante del cuestionario ha tenido una virtud: relevar la prosa de Salinas, que en el primer tomo me pareció excesivamente pulida. Pero para el tomo 2 no. Al contrario, comencé a apreciar su talento para el perfil y lamenté en varias ocasiones que no se extendiera mucho más con sus descripciones. Describir tantas personalidades no es poca cosa y el esfuerzo sale redondo.

Lo único que me quedó flotando sobre la cabeza es si acaso este conjunto de entrevistas no conforman un gran canto de cisne del periodismo tal como se ha entendido en las últimas décadas. Es decir, un canto con la mirada en el s.XX y no en el XXI. Lo digo solamente por la irrupción de internet y porque la única mención a la vida online es del propio Salinas en sus palabras introductorias, colocada ahí casi como una premonición. Soy uno de los convencidos que internet es parte del gran cambio climático del periodismo. Pero puedo estar equivocado. No soy clarividente.

Otros chispazos de la vida de los últimos días: una gripe feroz, un documental sobre el Vaticano -se juega ahí una liga de fulbito- y un comercial sobre la pronta llegada a Lima de The Doors o lo que queda de The Doors. Como siempre que vienen de visita estas versiones cojas, prefiero abstenerme. Es que ver lo siguiente es ya imposible:

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