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lunes, 10 de noviembre de 2008

Quiero ofender

Leyendo a Christopher Hitchens uno se percata de la necesidad política de ser ateo. Leyendo a Richard Dawkins, de que el ateísmo es una consecuencia lógica de lo que el ser humano ha podido comprender sobre el mundo hasta ahora. Y leyendo la polémica sobre la muestra de Cristina Planas que, dicen, recibió una censura por presiones religiosas no puedo sino recordar otras polémicas de gran interés para los católicos: ¿se debe comer carne en Semana Santa? ¿Se puede celebrar Halloween? ¿Fue la Virgen virgen de verdad?

El que esto escribe habla con conocimiento de causa. Fue criado de niño en una familia católica lo suficientemente razonable para que el daño psicológico no haya sido total. Ataque preventivo para las voces reclamonas: el ateísmo no es una "conversión" ni un "fundamentalismo". No es un sistema homogéneo de ideas. Los ateos solo viven sin la idea de Dios, aunque eso tenga alucinantes consecuencias éticas. Es entender que, por ejemplo, la moralidad no proviene de un ente imaginario. Que ningún Dios inspiró la Biblia ni ningún otro libro sagrado. Que nadie envió un diluvio, que no hubo zarza ardiente alguna, que no nacemos polutos, víctimas del pecado original. Y que Jesús, por más que rebusquemos en los Evangelios, no opinó sobre arte, ni galerías de arte, ni censuras a trabajos artísticos. A Dios eso no le importa. En realidad, no le importa nada: ni lo que pase con nuestras vidas, si nacemos o morimos, si nos enfermamos, si sufrimos o si somos felices, o si nos torturan. Pero a los hombres todo eso sí nos importa, lo que está muy bien.

Realmente tengo ganas de ser ofensivo. Porque la discusión viene ofendiendo mi sentido lógico de las cosas, la única arma que los ateos cuidan como si fuera su propia vida. Es más, debe ser el único sentido de su existencia. ¿Que si Cristina Planas ofendió o no a los católicos?

Déjenme contarles una fábula, una en la que no habrá panes que se multiplican ni vinos interminables: es la historia de un chico de ciudad que se muda a un pueblo lleno de fervor religioso. Este chico, como es lógico, tiene otras costumbres, siendo la más sobresaliente de todas una que le causa un placer infinito. No, no es masturbarse. Es bailar. Al chico le encanta bailar. Pero en este pueblo lleno de fervor religioso bailar causa sospecha. Podría ser la entrada hacia otro tipo de actividades menos sanas como las inconductas sexuales. La autoridad religiosa del pueblo persigue al chico e intenta botarlo. Aquellas ganas de contagiar el baile a las almas jóvenes de las que él se considera a cargo es ofensivo a su fe. Pero el bailarín, inteligente como pocos, demuestra que bailar no es ofensivo. Es más, bailar es respaldado por la Biblia y hasta por Jesús. El chico bailarín - a quien llamaremos Kevin- demuestra con la Biblia en la mano y en un discurso muy emotivo que bailar no es malo. Que sintoniza con la fe. Que Dios se alegra cuando nos ve bailar. La lógica del bailarín es impecable y hacia el final recibe el aplauso de todos. Es en ese momento cuando la música de Kenny Loggins hace su aparición.

Acertaron. Es, grosso modo, el argumento de Footloose. Que es más o menos el tipo de discusión que he estado leyendo sobre si la Planas fue ofensiva o no a Dios, ese ente imaginario al que mucha gente teme porque cree que tiene la capacidad de meter almas después de la muerte en una especie de horno gigante a millones de grados de calor. O su equivalente espiritual, que quién sabe cuál será. Pero lo paja de esta religión es que si te confiesas con vivo arrepentimiento cinco minutos antes de morir vas al cielo -ok, Purgatorio-, de frente, aunque hayas sido un hijo de puta toda tu vida. Mostro, ¿dónde firmo?

Ayer me he reído mucho, víctima del bicho de la ofensa. Más me he reído de las declaraciones de la artista cuando se defendió diciendo que su obra tenía una lectura teológica. Es la versión local de Kevin Bacon: Artloose. You're playing so cool. Obeying every rule.

Lo lamento, este es un post ofensivo. Aún no tengo los suficientes elementos de juicio para saber si lo de Vértice fue una censura o no. Pero sí tengo los suficientes elementos para comprender que sería más interesante que los artistas se animaran -a la luz de estas expresiones últimas de, según se dice, intolerancia o ignorancia estética de los mal llamados "fanáticos religiosos"- no a decir que la religión es importante para el "pueblo peruano" o a admirarse del fervor de esta nación "católica", sino a alertar y pensar sobre todo lo chueco y malsano que una religión es capaz de producir. O sea, es hora de ofender a la religión.

Hay un comentario que leí por ahí que me pareció muy lógico. Dice lo siguiente, parafraseo: "¿cómo así me piden respetar el arte cuando los artistas no respetan mis creencias?". Muy cierto. Súper cierto. 100 bonus points. La respuesta es así: no, nadie pide que respetes el arte. Es más, nadie pide que respetes nada. Tu irrespeto es ilimitado, sin fronteras y puede contener toda la ira y el desprecio de lo que tu cerebro es capaz. Solo hay una restricción: cumplir la ley, escritas, aunque te parezca increíble, por los hombres, que pensaron cosas muy diferentes a Dios. Por lo tanto, no puedes ir a una galería de arte y quemar aquello que te parece ofensivo y que no respetas. Serías detenido por eso. Pero sí puedes decir y escribir sobre el arte todo lo que tú quieras. O, mejor, podrías ser un artista religioso y dedicar tus obras al Señor, obras que, claro, lo respeten. Dudo mucho que le importe, pero bueno, eres libre. ¿Y sabes qué? Esa libertad de expresarte no te la dio Dios: te la dieron los hombres. Te la han dado todos los hombres inteligentes que ha habido en el mundo y que comprendieron que hay que tolerar la existencia hasta de las ideas más estúpidas, aunque eso no signifique que haya que tolerar que pasen piola sin que digamos algo sobre ellas. Porque si por Dios fuera Vértice hubiese sido quemada al igual que quemó Sodoma porque algunos hombres usaban su pene para satisfacer por el ano a otros. Muerte para los sodomitas, o sea, para los que ofenden. Tú no respetas cierto arte. Yo no respeto la religión. Y nos vemos en el ring de las ideas.

Pero no quiero terminar esto con un tono acre. Si algo puedo admirar de la gente de fe que, como he leído en algunos comentarios, entiende que hay cosas que atentan contra la razón dentro de sus iglesias es que justamente pueden suspender sus creencias -las creencias no necesitan ser argumentadas- para actuar y decidir pensando. En serio, es admirable. Yo no podrìa vivir con ese lastre de contradicciones, intelectualizando al máximo para saber si es que acaso estoy obedeciendo o no a Dios. Hay gente valiosa dentro de la religion no por ella, pero a pesar de ella.

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