Buscar este blog

domingo, 30 de marzo de 2008

El márketing de las ideas


En 1998, cuando trabajaba como redactor de inactuales en Caretas, me encargaron una nota de lo más interesante que no sé si llevé a buen puerto: pedirle a un grupo de publicistas la creación de una campaña ficticia, con sus avisos respectivos, en contra de la re-reelección de Alberto Fujimori. Esa segunda reelección estaba en pleno debate y en vista de que el delirante esoterismo de la Ley de Interpretación Auténtica cobraba más víctimas entre los seres racionales, era necesario buscar otros caminos de convencimiento. La idea del artículo era que la publicidad también podía jugar en el debate de las ideas y que podía -como forma- ser tan efectiva, aguda y reveladora como un buen editorial.

Como consta en el gorro -la nota se puede leer aquí (1)- la propuesta de la campaña ficticia generó muchas suspicacias. La mayoría de los publicistas a los que contacté se negaron amablemente. Uno que al inicio aceptó, luego llamó para decir que mejor no. Por cierto, nada que criticar aquí, cada quien es libre de hacer y no hacer lo que cree conveniente.

Pero Gustavo Rodríguez y Juan Carlos Gómez de la Torre, dos rankeados publicistas de entonces y hoy, diez años después, mucho más rankeados aún, dijeron que sí. Lamentablemente sus propuestas -que estaban acompañadas de dos más que se enviaron anónimamente- apenas si se ven en el link que coloco arriba, pero en el texto puede leerse de qué iban y de qué principios partían. Conocerlos me hizo ver ese otro lado de la publicidad, ese de que apenas si se habla porque es más fácil citar siempre el comercial de cerveza con la sudorosa chica al lado: la que es absolutamente apasionada de sí misma y apasionada de las ideas. Si le damos un toque dawkinsiano al asunto, podríamos decir que Rodríguez y Gómez de la Torre eran profesionales del meme, con el talento de hacerlos virulentamente contagiosos y conocedores de que ese talento puede usarse de muchas maneras.

Entre los dos también descubrí diferencias en ese año de 1998. Rodríguez tenía una imaginación desbordante: recuerdo que me mostró varios de sus trabajos y en todos el ingenio te saltaba a la cara. Rescato esta línea de la nota: "Rodríguez defiende la creatividad que `saca de cuadro' dentro de lo cotidiano, descubrir al ser lúdico guardado en la gente". Gómez de la Torre era más bien adusto, sumamente riguroso y crítico de los efectos que podría tener una publicidad: "la publicidad tiene que ver con la sociología, con la sicología, la filosofía o el periodismo, si queremos, claro, que ella trascienda", dijo. En mi inconsciente ambos quedaron como las dos caras -o quizás solo dos ángulos sobre una misma cara- de una publicidad efectiva y responsablemente conectada con su entorno.

La batería de críticas que se leen en la blogósfera sobre el spot de la universidad San Martín -aquel de las curitas y del clóset- del cual la empresa Toronja, cuyo uno de sus directores es Gustavo Rodríguez, estuvo a cargo, me parece que podría explicarse por lo que el mismo Rodríguez definió hace diez años como el "sacar de cuadro". Definitivamente no es una publicidad convencional ni de cliché. Apunta directamente a uno de nuestros pavores más arraigados: el pánico al fracaso, a lo incompleto, a lo que nunca termina de florecer o de concretarse. Es lo que Vargas Llosa resaltó como uno de los males del Perú en Rajes del oficio 2: "Hay una inhibición de los peruanos que se da en todos los campos. El peruano carece de entusiasmo", respondió. En un Perú de imaginario tradicional el médico que pudo ser se transforma al final en el curitólogo; el potencial ingeniero se convierte en el carpintero de clósets que no pudo volver realidad ese sueño. La publicidad de la SMP interpela esa visión de las cosas y, obviamente, incomoda.

No creo que Toronja no espere críticas. Al contrario: tengo la impresión de que en su sana provocación las busca. Es una manera de armar un debate sobre lo posible en este Perú de transición hacia una mayor estabilidad frente a lo imposible de los lustros anteriores: aquella realidad de la hiperinflación, de los sueños rotos, de la frustración apabullante. Generacionalmente me siento parte del paradigma mental de lo imposible. Pero con el transcurrir de los años -y sobre todo al estar en contacto con gente algo menor que yo- he virado con entusiasmo hacia el gran abanico de las posibilidades. La publicidad de Toronja es parte de esa corriente de los nuevos aires que se respiran por aquí.

Pero no por eso, creo, hay que desconocer los mensajes que la miran con lupa: el spot de Toronja no carece de ruidos ni es un mensaje clínicamente testeado. La sospecha, la ironía y las lecturas subversivas también juegan y me parecen completamente necesarias. ¿Es que alguien podría estar en contra del éxito? ¿O aún vivimos en la cultura de la envidia del éxito? ¿Qué hacemos con esa gran parte del Perú para la cual el éxito es prácticamente comer mejor? ¿No es paradójico que el Ministro de Educación -cuyo ministerio debería ser uno de los motores del éxito de los peruanos- haya sido rector de la San Martín? ¿No estará el spot dirigido principalmente a él? Ninguna de estas preguntas serían posibles sin las reacciones de la blogósfera. Pero en el balance todo ese barullo solo nos habla de una publicidad que funcionó. O sea, de éxito.


Este post se inspiró en: Puente Aéreo y UteroTV.



(1) La releo y es medio confusa. Además, contiene un error gruesísimo de ortografía -que no fue mi responsabilidad- y una omisión. Mis disculpas adelantadas.

sábado, 29 de marzo de 2008

Vídeo luego del temblor

Aquí un clip al que me he vuelto adicto los últimos días. Un recuerdo de los que Stereo 100 pasaba cada media hora. El grupo vocal The Fifth Dimension con la preciosa Marilyn McCoo (la dama de la derecha) cantando "Aquarius/Let The Sunshine In". Necesaria para levantar un ánimo que amenaza con horadar el suelo.

jueves, 27 de marzo de 2008

El método Etiqueta Negra y el historiar en serie (anti-crónica)


"Era una refrescante mañana de verano en una casa de playa cuando el blogger cogió inadvertidamente un ejemplar de Etiqueta Negra -aquel dedicado a los deportes- y empezó a hojearlo por primera vez, ciclópeamente arrullado por las olas que reventaban, los lobos marinos que mugían, las gaviotas que chillaban y el ruido de la licuadora que hacía un necesario y reparador jugo de papaya. Los huevos y el tocino se asomaban también por la nariz. Pero los ojos ya se adelantaban al pequeño festín que el paladar saborearía más adelante: entre las hojas de su ejemplar las historias se sucedían unas tras otras en un magnífico abanico de sorpresas y revelaciones. Ahí estaba la historia del heroico Cienciano, la del perdedor más famoso del mundo de la natación, la del ajedrecista metafísico encerrado en la física de los trebejos. Como un hambriento abandonado a su suerte en una isla llena de frutos preciosos, el blogger devoró cada una de las crónicas -hipnotizado, admirado, secuestrado- aunque sin prestarle mucha atención al hecho de que varias de esas historias ya las conocía de otro lado. Pero cuando lo hizo, de ningún modo aquel detalle se convirtió en una objeción. Todo lo contrario. El blogger se maravilló de cómo una historia podía cambiar tanto si se encontraba el adjetivo justo o el circunloquio adecuado. Si un hecho fuese un objeto, la belleza de las palabras era como la luz que lo transformaba y que un fotógrafo atento y avispado podría testimoniar para la eternidad. No uno, sino muchos objetos; no una, sino muchas crónicas: no importa la historia, importa el historiar. El blogger nunca se sintió tan nutrido por la magia del verbo como lo fue en esa mañana... "


Hasta aquí mi mejor esfuerzo para hacer periodismo literario. En realidad, lo único que quería contar era lo siguiente. Hace unos años leí por primera vez Etiqueta Negra. Fue la No. 11, el número dedicado a los deportes. Y una de las historias (corrijo, crónicas) que leí con atención -en mi seudocrónica del párrafo anterior exageré un poco porque no devoré toda la revista- fue la que escribió el cronista Juan Manuel Robles. Se titulaba "Cien piscinas para Moussambani" y era sobre el nadador Eric Moussambani, paradójico ídolo de Guinea Ecuatorial que se hizo célebre perdiendo en las Olimpiadas de Sydney. Era una historia simpática y graciosa, aunque caí demolido por tanto rodeo literario (léase verboso). No recuerdo qué desayuno tomé esa mañana -seguramente fue un tamal- pero desde entonces y ante el empacho verbal mi hambre por Etiqueta Negra decayó hasta hacerse inapetencia pura. La verdad, nunca más volví a abrir otro número de la revista y me volví inmune a su celebridad y a su prestigio, a veces sintiéndome mal por ese desdén. Etiqueta no era para mí y yo, seguramente, no para ella, por más distraído que fuese.

Pero tan distraído no soy. Mi memoria es mala, pero curiosamente afilada para detalles absurdos y sin importancia. Y es así que hace dos días, de total casualidad y animado por una amiga admiradora del cronista, googleo el nombre de Julio Villanueva Chang, artífice de Etiqueta Negra y, sin duda, su director cuando ese número 11 dedicado a los deportes salió a la luz pública. Google me lleva a Letras Libres y en Letras Libres veo que aparece un artículo suyo publicado en febrero del 2008, o sea, muy recientemente. Se titula "Fábula del perdedor perfecto". Leí las primeras líneas y al instante me pegó un relámpago porque, como dije, mi memoria es absurda: en ese artículo se contaba otra vez la historia de Eric Moussambani, la que Robles publicó unos años antes.

Ya sé qué están pensando: "carajo, ¿otro caso de plagio?" Confieso que eso mismo me dije, pero me parecía demasiado ridículo que algo así ocurriese, sobre todo con dos cronistas que trabajaron en el mismo medio y bajo el género que ambos por igual han promocionado y que tanta aceptación ha tenido entre los lectores más selectos. Lo que descubrí posteriormente me ha llevado a conclusiones más complejas y menos pedestres que el simple acto del copiar y pegar. Espero poder explicarme bien en lo que sigue y como punto de partida para este rollo me gustaría que prestasen nuevamente atención a la frase que ya dije: "ahí se contaba otra vez la historia".

Vuelvo a mi anécdota. Una vez sufrido el relámpago de la memoria tenía que confirmar si tal golpe era correcto o no. Felizmente, como se puede ver arriba, una parte del texto de Juan Manuel Robles está online. Apareció en el 2004. Mucho más riguroso hubiese sido que lo consiguiera completo, lo sé, pero ese detalle no es tan necesario, porque incluso en ese fragmento es posible establecer las diferencias y, sobre todo, las similitudes con el texto de Julio Villanueva Chang que, recordemos, es posterior en cuatro años.

Vayamos de frente al grano. Leí atentamente ambos textos y encontré nueve similitudes. En algunos casos, la similitud es casi textual. Esto será tedioso, pero aquí están:

1) Villanueva 2008:

En Sydney su marca fue de un minuto con 52 segundos, el peor registro de natación en la historia de las olimpiadas, treinta segundos más que la marca de Arnold Guttmann para la misma distancia en las Olimpiadas de Atenas, pero las del siglo XIX.

Robles 2004:

El tiempo de Moussambani fue de 1’52” y eso –un suspiro en la existencia– es la peor marca de la historia de las Olimpiadas, treinta segundos por encima del húngaro Arnold Guttmann en las olimpiadas de Atenas del siglo XIX

2) Villanueva 2008:

De inmediato tuvo un club de fans por internet, modeló enterizos de piel de tiburón diseñados para nadadores más veloces y en una subasta alguien pagó más de 2,500 dólares por sus gafas acuáticas.

Robles 2004 (en tres momentos distintos del texto):

Y todos querían también sus memorables lentes submarinos por los que alguien pagó 2.551 dólares en una subasta

La marca de ropa deportiva Speedo le regaló un enterizo azul de piel de tiburón con el que Moussambani se dio chapuzones de fama.


la página web del Eric Moussambani Fan Club, una de las tantas que se erigieron en su nombre en esa piscina de kilobytes que es Internet.


3) Villanueva 2008:

Luego se mudó a España, donde se consiguió un entrenador y logró rebajar a un minuto su marca en los cien metros libres.

Robles 2004:

Viajó a Barcelona, y allí utilizó su fama para conseguir entrenador y piscina. Moussambani ha rebajado su marca más de treinta segundos.

4) Villanueva 2008:

Hasta llegar a las olimpiadas, nunca había visto una pileta de cincuenta metros como el Aquatic Centre de Sydney.

Robles 2004:

Nunca había visto una piscina de cincuenta metros hasta el día en que pisó el gigantesco Aqua Centre de Sidney.

5) Villanueva 2008:

La leyenda decía que apenas había aprendido a nadar meses antes en las aguas de un río infestado de cocodrilos, que de lunes a viernes se entrenaba en una piscina de veinte metros de un lujoso hotel de la capital del país africano y que los fines de semana le quedaba el río donde se jugaba la vida.

Robles 2004:

La leyenda no tardó en divulgarse: Eric Moussambani, hijo negro de Guinea Ecuatorial, se había entrenado en un río repleto de cocodrilos, y sólo pudo sumergirse en una piscina cuando por fin conoció un hotel de lujo de Malabo, en Guinea.

6) Esta cita es interesante, porque no es una copia de datos, sino de ideas. Villanueva pone en entredicho la cultura del éxito y acto seguido menciona el deporte de élite como una actividad de químicos y laboratorios.

Villanueva 2008:

Moussambani y Koplowitz son de algún modo una celebración del atraso, pero también del esfuerzo y la suerte determinantes en contra de esa ideología de la victoria, tan cara a los laboratorios químicos de alta competencia.


Robles en el 2004 había seguido la misma secuencia de pensamiento, pero con más florituras:

Las Olimpiadas –la calle, el mundo– huelen a esa farsa meritocrática que quiere hacerte creer que vivimos en una democracia del mérito, que el destino no existe (o es un detalle) y que el oro es el resultado aritmético de la dedicación. Sé de un entrenador estadounidense que ha dicho que los atletas de elite del primer mundo deberían ser considerados «freaks genéticos». Cuando Eric Moussambani compitió, algunos dijeron que jóvenes como él hacían las Olimpiadas más humanas. La frase es absurda en sí misma, pero tiene cierta profundidad. ¿Acaso son los juegos olímpicos la más humana de las competencias? Para el doctor Llosa, estos parecen cada vez más un torneo de especímenes salidos de un laboratorio.

7) Villanueva 2008:

A su regreso, en su ruta para completar los cien, la cámara acuática lo exhibe en sus braceos, a veces en forma circular como nadan los perros, y con una desesperación por conservar su cabeza afuera.

Robles 2004:

Eric Moussambani nadó con la cabeza afuera, ejecutando una rara coreografía de brazadas de perrito y pataleos de rana.

8) Villanueva 2008:

Un día después de su hazaña, cambió su anticuado bañador celeste playero por un traje de baño de piel de tiburón. En una guerra casi instantánea entre firmas comerciales que peleaban por patrocinarlo, la marca de ropa deportiva Speedo se lo regaló. “Ahora me siento realmente rápido”, dijo.

Robles 2004:

La marca de ropa deportiva Speedo le regaló un enterizo azul de piel de tiburón con el que Moussambani se dio chapuzones de fama. «Ahora me siento realmente rápido», dijo el negro sacando pecho en su recién estrenado cuerpo azul.

9)
Villanueva 2008:

El Daily Mirror de Inglaterra le concedió una medalla de oro en nombre de todos sus lectores.

Robles 2004:

La prensa elogió su peculiar estilo y el DAILY MIRROR de Inglaterra le otorgó una medalla de oro en nombre de todos sus lectores.

OK. Ya establecimos las similitudes. No puedo asegurar que haya más porque, como dije, no tengo a la mano el texto completo de Robles. Pero sobre las diferencias es importante decir que el texto de Villanueva Chang no solo se limita a Moussambani, sino que también habla de la maratonista Zoe Koplowitz y un poco también del fenómeno del atletismo caído en desgracia Marion Jones. Digamos que en la piscina del texto, lo de Moussambani de Robles está subsumido en el Moussambani de Villanueva Chang. Su reivindicación de la derrota tiene una mirada más en perspectiva y con la ventaja de los años transcurridos.

Ahora vayamos a la especulación. ¿Ante qué clase de caso nos encontramos? ¿Hay plagio? A ojo de buen cubero, sin duda. Un texto apareció primero; el otro después. Y no hay forma -como diría alguna amiga mía- de que Villanueva Chang desconociera el texto de Robles, ya que se publicó en la misma revista que él editaba. Hay líneas casi idénticas y datos que se repiten. Ambos vienen firmados y sin consignar ninguna fuente (1). Desde este punto de vista, Robles es el plagiado.

Segunda pregunta: ¿hay una manera de explicar racionalmente este plagio de modo que no sea considerado un plagio? Afirmativo: todo se explica si AMBOS autores recurrieron a las mismas fuentes y si Villanueva Chang sufrió una amnesia radical y selectiva. Aquí tenemos que hacer un salto de fe: algunas líneas son casi iguales y sólo se diferencian por cuestiones estilísticas. Los malpensados y escépticos suelen creer que estas "diferencias" son más bien marcas de una alevosía mucho mayor en el acto plagiario. Pero trataré de no ir por ese camino. Solo diré que si Robles y Villanueva recurrieron a las mismas fuentes, esas fuentes nos son desconocidas y ellos no las consignan. Pero casi podemos verlas entre las sombras si unimos ambos textos como si formaran un palimpsesto. Lean las citas: ahí, escondida por el poder de la retórica, está la fuente que se pierde en la trituradora periodística del contar y recontar la misma historia. Desde este punto de vista -y considerando que ambos frasean de similar manera su texto- Robles y Villanueva, ambos, son plagiarios.

Tercera pregunta y de corte retórico. ¿No es la palabra "plagio" demasiado fuerte? ¿No tiene el periodismo literario este salvoconducto que le permite devorar de muchos lados, de deglutir, regurgitar y luego arrojar palabras con el toque personal del cronista/escritor? Si leen bien, los guiños racistas de Robles no aparecen para nada en el relato de Villanueva Chang. Podemos decir que ese es su toque personal. Pero ¿podemos estar seguros de eso?

En efecto, no se puede estar seguro de eso. Solo hemos visto como funciona la dinámica del periodismo literario comparando dos textos. ¿Dónde están los demás? ¿Hay más? No se sabe y es inútil rastrearlos, porque no los encontraremos. Yo hallé esto de pura casualidad. Pero lo que sí me queda claro es que una de las mañas de este periodismo en particular es canibalizar, retazear, acomodar, embellecer, empaquetar y luego, zuas, publicar sin citar a nadie. Por supuesto, esta no es una gran novedad. Pero sí me parece revelador constatar cómo funciona la maquinaria. El periodismo literario -en algunos casos, no en todos, pero duden mucho cuando una crónica no se refiera a un tema cercano o local al cronista- no busca la literatura con fines estéticos. Esa palabra queda demasiado grande: la usa solo con fines cosméticos.

Hace unos meses Fernando Vivas escribió acerca del plagio. Era a propósito de Alfredo Bryce y denunció a su vez un plagio propio. Fue un pequeño dato que apareció en un texto de la revista Gatopardo que luego fue explicado con las dispensas correspondientes. En esa columna Vivas dijo:
necesitamos correctivos urgentes. Sugiero algunos: 1) Incluir en los códigos de ética el explícito mandato de no plagiar, pues siempre queda implícito. 2) Sancionar severamente a los plagiarios, si no hay atenuantes con el despido o rescisión de contrato. 3) Que los editores obliguen a citar las fuentes de frases y datos prestados, desterrando esa fea costumbre de la crónica periodística que consiste en omitirlos para no 'ensuciar' el texto con digresiones. ¡Miseria del mal llamado periodismo literario!
Subrayo lo último.

En la misma Letras Libres hace tres años Villanueva Chang escribía sobre el oficio del cronista con entusiasmo arrollador, enfatizando no la originalidad de la información, sino la mirada sobre la información:

La objetividad es más para un Premio Nobel de Física que para un cronista. En esta época ya no es posible transmitir conocimiento con sólo dictar información: lo que descubra un autor por sí mismo tiene la ventaja de fijarse más en su memoria y en la de sus lectores. Para ello, un cronista responsable tiene un pacto tácito con un lector: le cuenta una historia construida desde un punto de vista múltiple, incluyendo en mayor o en menor medida el suyo, y el lector supone que va a leer una historia que no es objetiva pero que intenta ser honesta. Si se toma libertades, el lector espera —tácitamente— que el cronista se lo advierta.


Lamentablemente no vi ninguna advertencia en su texto de Moussambani. Pero, además, tiene esta otra línea que es como el versículo que sustenta la religión de la crónica:

Más que un relato entretenido y bien escrito, un cronista ensaya una visión de su época a través de la experiencia extraordinaria de un individuo.

Hay una larga distancia entre los deseos y los métodos. ¿El fin justifica los medios? No compro ese sebo de culebra.

Y quizás esa es una de las razones por las cuales no leo Etiqueta Negra, inscribiéndome probablemente en una minoría no muy selecta de lectoría local y siguiendo una intuición más que una comprobación (hasta ahora). Porque no comparto su fiebre por las historias y porque creo que es una versión vacuamente embellecida del infomercial de TV o del vendedor que una tarde cualquiera toca la puerta de casa: me ofrece cosas que no necesito. O, peor, ofrece lo que se puede conseguir más rápido y más fácil en otro lado -¿el periódico en la noticia AP habitual?-, pero envuelto en un vistoso empaque, tal si fuera una botella de agua Evian. ¿Valor agregado? Yo diría que en su máquinaria bien engrasada del historiar, el periodismo literario -como se ha entendido aquí- está ofreciendo muchas historias que están de más o que están ahí para llenar una edición. Como lo frasearía Pedro Salinas y lo digo robándome solamente el estilo: de la literatura su canal Sony, o sea.



(1) Robles solo cita al New York Times para un dato sobre el equipo de natación americano. Villanueva Chang, muy interesantemente, solo cita el cuento de Eloy Serrano llamado "Estilo libre", basado en la hazaña de Moussambani.

ACTUALIZACIÓN 29-03-08

Según veo en el Utero de Marita el artículo de Juan Manuel Robles que aparece online es el texto COMPLETO tal cual aparece en la revista. Por lo tanto, obviar mi línea: "
una parte del texto de Juan Manuel Robles está online" y todas las referencias a lo incompleto del texto de Robles. 

ACTUALIZACIÓN 23-01-09

Diez meses después Juan Manuel Robles me dirige, en el blog de Francisco Canaza, Apuntes Peruanos, el siguiente comentario que reproduzco por completo:

Juan Manuel Robles dijo: 
23-01-2009 5:28 pm

Estimado Luis. Soy Juan Manuel Robles. Quise responder sobre este tema hace tiempo, pero cuando lo lanzaste en tu blog yo estaba en La Habana, en un encuentro de escritores y cuando volví ya me olvidé del tema. Ahora que colocas el tema de nuevo y viendo que realmente crees que pasó algo que no pasó (y compartes esa creencia entre tus lectores), tengo que decir lo que te hubiera dicho en ese momento.

Dado que el artículo más antiguo fue el mío, revisé con atención el texto que publicó Julio Villanueva, que tú colgaste. Mi conclusión fue muy simple y rápida como para darle importancia al asunto: no hay en lo que mostraste una sola línea que sea plagiada de mi texto. Si alguien me plagia te aseguro que lo demando sea quien sea, o, mínimo, le mando una carta notarial. Yo no creo en la palomillada. Pero en este caso no hay nada de eso. No ha habido ninguna clase de apropiación de lo que escribí.

No tiene ningún sentido comparar este caso con el de El Embrujo, una composición que estaba siendo usada por un grupo chileno sin autorización. A mí nadie me ha plagiado. El día que alguien lo haga, te aseguro que le haré caer todo el peso de la ley.

Espero que haber aclarado este tema. Saludos.

Juan Manuel.

lunes, 24 de marzo de 2008

Cancela mi suscripción a la resurrección


En efecto, no hay más vida que esta. Chispazos vitales de los últimos días: compra animada de la segunda parte de Rajes del oficio de Pedro Salinas, pero a dos entrevistas del final, los ojos colapsan y el cuestionario -que es el mismo para los veinte- se vuelve un péndulo hipnótico con las dos o tres respuestas que ya se mencionaron antes y que se reciclan sin mayor sorpresa. Parece que el efecto acumulativo tsé-tsé no es culpa de nadie: los dos tomos son un lujo para los lectores ávidos de metaperiodismo y, a caballo regalado, mejor seguir leyendo. Me da la impresión, eso sí, que casi todos contestan con el gran peso de la responsabilidad del oficio sobre las espaldas y, no es para menos, porque casi todos tienen hazañas que exhibir. Locuras no hay muchas, asunto reservado acaso para Bayly o Álvaro Vargas Llosa en el tomo 1. Pero qué lindo hubiese sido tener a Nicolás Lúcar entre los veinte, tener ese lunar, esa disonancia, porque él es algo así como el proscrito, el Caín de la hermandad, el apestado que con su eficiente campanita del rating aleja a todos del camino. "Nicolás, ¿qué?", responde uno de los entrevistados y quizás, solo quizás, un Rajes del oficio 3 con ese submundo de más abajo -al instante se me ocurren varios nombres- sería un viaje interesante que emprender.

Con todo, el efecto cabeceante del cuestionario ha tenido una virtud: relevar la prosa de Salinas, que en el primer tomo me pareció excesivamente pulida. Pero para el tomo 2 no. Al contrario, comencé a apreciar su talento para el perfil y lamenté en varias ocasiones que no se extendiera mucho más con sus descripciones. Describir tantas personalidades no es poca cosa y el esfuerzo sale redondo.

Lo único que me quedó flotando sobre la cabeza es si acaso este conjunto de entrevistas no conforman un gran canto de cisne del periodismo tal como se ha entendido en las últimas décadas. Es decir, un canto con la mirada en el s.XX y no en el XXI. Lo digo solamente por la irrupción de internet y porque la única mención a la vida online es del propio Salinas en sus palabras introductorias, colocada ahí casi como una premonición. Soy uno de los convencidos que internet es parte del gran cambio climático del periodismo. Pero puedo estar equivocado. No soy clarividente.

Otros chispazos de la vida de los últimos días: una gripe feroz, un documental sobre el Vaticano -se juega ahí una liga de fulbito- y un comercial sobre la pronta llegada a Lima de The Doors o lo que queda de The Doors. Como siempre que vienen de visita estas versiones cojas, prefiero abstenerme. Es que ver lo siguiente es ya imposible:

jueves, 20 de marzo de 2008

El lobotomista


Escribo esto por una coincidencia. Hace un par de semanas vi el estremecedor documental El lobotomista estrenado este año por PBS. Y justo acado de leer, en el blog El club de lo insólito de David Hidalgo en El Comercio, un post titulado "¿Cuáles son los tratamientos psiquiátricos más radicales de la historia?" donde se menciona, entre otros métodos, también el de la lobotomía que Walter Freeman llevó a las primeras planas de la prensa norteamericana en su momento. Al final de su post Hidalgo se hace una pregunta en un remake del verso vallejiano que deja sin respuesta: "hubo abusos tan fuertes de la ciencia, yo no sé". Es casi imposible responder. Pero un buen punto de partida es comprendiendo los contextos en que los aparentes abusos de la ciencia aparecen. El documental dura una hora y está basado en el libro de Jack El-Hai The Lobotomist: A Maverick Medical Genius and His Tragic Quest to Rid the World of Mental Illness. ¿Fue Walter Freeman un monstruo?

The Lobotomist en American Experience aquí.

martes, 18 de marzo de 2008

Racismo ep.2


Hoy Jorge Bruce replica el comentario de Martín Tanaka sobre su libro Nos habíamos choleado tanto en Peru21. Es una respuesta moderada que apunta a decir que no solo "los blancos cholean". Es cierto, por supuesto, pero creo que implícitamente está aceptando que su libro solo colocó ejemplos desde un punto de vista. En la columna, Bruce enumera otros espacios del choleo fuera de la punta de la pirámide:

Esto explica que se encuentre comportamientos racistas en todas las clases sociales y en ámbitos tan diversos como comisarías, colegios, dependencias estatales, municipalidades, relaciones afectivas, familiares, laborales, etcétera. Sin olvidar la autodiscriminación. Si fuera tan solo un asunto de sectores privilegiados, ya habría dejado de ser problema hace tiempo.

La segunda aclaración de Bruce es subrayar lo íntimo y personal de la experiencia del racismo. En un comentario en el Utero de Marita, mencioné que ese era uno de los grandes puntos a favor del libro y lo coloco porque en el post anterior no fui suficientemente justo en el balance por falta de tiempo. Dije:

quizás para algunos la postura de bruce pueda parecer totalitaria -es imposible escapar del inconsciente, ¿no?-, pero tiene un punto a favor, según lo veo yo: desplaza la cuestión del racismo de un asunto legal -totalmente necesario y objetivo- a uno íntimamente personal e individual. los inconscientes, como el DNI, son únicos e intransferibles. en otras palabras, si eres peruano, debes tomar postura, estés donde estés situado, escarbando en tu historia clínica para descubrir cómo te afecta el racismo o cómo afectas tú a los otros. es una petición sumamente intelectual y tortuosa, sin duda, pero válida.
En esa misma línea Bruce escribe que el combate del racismo es "un combate casa por casa, cuerpo a cuerpo, mente a mente." Por lo tanto, una buena manera de empezar es abordando el tema en la relación padres-hijos y en los colegios. En la casa de mis padres siempre fue un asunto a discutir, pero que yo recuerde, en mi colegio jamás se planteó el racismo como un tema que inspirara algún tipo de conversación en clases o un proyecto grupal. Eso ahora me parece de una urgencia casi obligatoria. Algo que vaya un poco más lejos de las bondades de un poster Benetton, claro.

Más allá del debate del choleo generalizado o específico, uno de los ejemplos del libro que más me llamó la atención fue el del sufrimiento laboral de los miembros de serenazgo de los "distritos elegantes de la ciudad", como lo pone Bruce, para lidiar con los vecinos que los vejan o los maltratan "desde la altura de su encumbramiento social". Fue un trabajo que la municipalidad de Lima le encargó al especialista y su mención me dejó boquiabierto. Y por dos razones: primero porque es innegable que de ese desprecio racial y cultural nacen muchos de los problemas que tenemos con la autoridad. Pero también porque una municipalidad reconocía el problema y al menos se lo encargaba a alguien para resolverlo. Yo no sé si parte del entrenamiento actual de los serenos es estudiar estos obstáculos y saber cómo tratarlos. Si es así, sería alucinante leer una crónica sobre este caso particular de combate al racismo. O quizás ya se hizo y yo no me he enterado. El caso es que los serenos tenían menos miedo de enfrentarse a delincuentes que al vecino discriminador. Increíble.

Otros ejemplos tocados por Bruce en su libro son el del racismo de "la cintura para abajo", el pensamiento automáticamente discriminador de los publicistas, el placebo ineficaz de la palabra "mestizaje" o "mestizo" y una idea que me quedó flotando cuando leía los tres casos que el autor usa para ilustrar sus puntos en el capítulo cuarto: si en los tres casos los involucrados fracasaron en su intentona de ascenso a la punta de la pirámide, ¿cómo concebir que exista una sola pirámide en el Perú? ¿No es posible concebir múltiples pirámides con múltiples puntas? ¿Sólo se puede ascender en una sola dirección? ¿O es que el racismo aquí -o sea, en su modo aspiracional como en la publicidad- estaba más en la cabeza de los afectados que en el entorno, lo que para el psicoanálisis, por cierto, no significa que sea menos real? Pero quizas para hablar mejor de los casos -y de los ejemplos enumerados al inicio de este párrafo- sería describirlos, pero eso ya quedará para otro post.

viernes, 14 de marzo de 2008

Para seguir comentarios en la blogósfera


A estas alturas ya es un hecho que los bloggers no solo viven en sus blogs, sino también en la sección de los comentarios, la propia y las ajenas. Pero para un lector de blogs es una tortura seguirle la pista a esta otra vida. La solución al caos se llama coComment. Yo no sabía que existía este servicio que, una vez instalado, te permite seguirle la pista a tus comentarios en la blogósfera y, además, seguir comentarios de otras personas. Recién lo estoy probando y creo que me tomará un tiempo acostumbrarme. Pero la idea es esta. Primero: hay que instalarlo. Segundo: si quieres comentar haz click en el simbolito de coComment; tercero: escribe y envía. Eso dejará un récord de tu mensaje y el servicio te avisará si alguien ha respondido en ese mismo post, para lo cual deberás ir a tu página personal previo registro. Si usas Firefox -creo- el grabado es automático. Pero ojo: solo podrás seguirle la pista a otros comentadores si ellos también usan coComment. ¿Más o menos entendido?

Yo soy poco diestro en estos asuntos y, si lo he explicado mal, mis disculpas. Pero sí agradecería que alguien lo explique mejor en los comments. Así de paso voy aprendiendo a usarlo.

Página de coComment.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Racismo ep.1: Bruce vs. Tanaka


Tengo la impresión de que ha sido un libro muy vendido -en un momento, casi todos a mi alrededor lo estaban leyendo-, pero poco discutido. Nos habíamos choleado tanto de Jorge Bruce recibió ayer una breve reseña-columna-respuesta de Martín Tanaka en Peru21 y cabría esperar que su efecto sea uno de bola de nieve.

La columna del sociólogo no vino de la nada. Bruce en el primer capítulo del libro pone en entredicho lo afirmado por Tanaka en una columna también aparecida en Peru21 en febrero del 2007 titulada Sobre Eisha y la discriminación. Discrepa en líneas generales, pero sobre todo con una línea:

Si bien podemos encontrar rezagos de racismo hasta hoy, creo que nos escandalizan precisamente por tratarse de arcaísmos intolerables.


Deliberaciones de por medio, Bruce dirá al final de ese primer capítulo, lo siguiente:

Pretender relegarlo [el racismo] al estatus de un rezago inaceptable, parece más bien una expresión de wishful thinking. Incluso podría hipotetizarse que la presencia del racismo es tan constante en nuestra Historia, que resulta factible considerarlo como uno de los ingredientes más característicos de nuestro lazo social. (pág. 45)

Así que lo de ayer fue un acuso de recibo. Y con cierta intensidad. Rescato esta línea:


Creo que Bruce mira el mundo fundamentalmente desde ciertos espacios de clases altas, "blancas", desde la cúspide de la pirámide de la discriminación. (...) si asumimos el punto de vista de la inmensa mayoría de los peruanos, creo que podemos tener una mirada que entiende mejor lo que ha ocurrido en el país, y nos permite tener una mirada más optimista.


Resumiéndolo y reduciéndolo: ambas miradas sobre el racismo peruano se diferencian por considerar el vaso o medio lleno (Tanaka) o completamente vacío (Bruce). Pero ambas no se contradicen. Digamos que observan fenómenos distintos: Tanaka dirige la mirada hacia las clases medias y bajas. Bruce no puede escapar de la cúspide de la pirámide. Ahora, si ambos tienen razón y es posible encontrar en un mismo espacio -el Perú- distintas reacciones sobre el racismo -un racismo feroz conviviendo con un racismo diluido conviviendo con otro llanamente inexistente- entonces no sería tan cierto aquello de que apenas nacido todo peruano está "mapeado" racialmente, un mapeo que de algún modo lo determina socialmente. Bruce sentencia este mapeo con una acritud de escalofrío:


si, como espero también haberlo dejado claramente asentado, asumimos que nadie en el Perú puede escapar a los efectos de la ideología racista, tanto en el plano intersubjetivo como en el de la conformación de su identidad y, asimismo, en el campo de lo intrapsíquico, entonces es evidente que para un psicoanalista de estas tierras ese problema debería constituir una prioridad, en el ámbito clínico en primer lugar. (pág. 111)


El resaltado es mío y apenas uno lo lee dan ganas de poner quinta y salir volando de aquí. ¿En qué clase de monstruosidad de país vivimos? Pero este es solo un lado de la discusión, que describiría como nuestra capacidad de tolerancia o asfixia frente al racismo. Nos habíamos choleando tanto tiene tanto de denuncia que es imposible no ver, después de leerlo, en cada peruano un discriminador o choleador en potencia, agazapado, esperando el momento de su ataque venenoso. Peor: uno mismo se siente mal de la posibilidad de ser cobijo de "la peste", que es como el autor describe un par de veces al racismo.

Jorge Bruce no es mi columnista ni analista favorito. Y, para mi gusto, creo que ha escrito un libro innecesariamente complicado y algo desordenado. Advertencia: un lector que no sepa absolutamente nada de psicoanálisis se sentirá bastante perdido, por más que un glosario trate de enmendar los vacíos. Lo menciono porque Bruce quiso, y lo dice explícitamente, escribir un libro para consumo amplio. No: este libro va dirigido principalmente a otros psicoanalistas. (1)

Y, por último, tengo problemas en considerar el racismo una "peste". Porque aún tengo la impresión desoladora y sin solución que me dejó el final del libro de Camus llamado justamente La peste. Después de vencida la enfermedad, sin saber exactamente cómo, y mientras la ciudad en cuarentena volvía poco a poco a la normalidad, se lee:

Rieux [el médico protagonista] tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las valijas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.


¿Es así el/los racismo/s peruanos? Porque así exactamente lo pinta Bruce. Yo no lo creo, porque de otra manera no se explica que haya cambiado.


Link: Uterodemarita también posteó sobre lo mismo. Que ruede la bola de nieve.

(1) Joel Calero escribió una reseña del libro en El Dominical y dijo todo lo contrario: "Su primera virtud es su deliberada claridad expositiva que, alejándose de esa usual opacidad de algunos escritos psicoanalíticos, lo acerca a un público amplio." La de Calero también es una reseña que merece discutirse. Discrepo con el final de su texto: "el reto mayor de este texto es convertirse en uno de esos antídotos que ayuden a desbaratar esta enfermedad racista que es, a todas luces, la dolencia mayor de la nación peruana, su herida infecta, su queloide." Pero no. El libro de Bruce no plantea "antídotos" para la "enfermedad" racista. El libro se limita a exponer el racismo y confía con esa exposición que aceptemos nuestra patología ineludible o que aceptemos que cargamos traumas a ser superados inscritos en lo más recóndito de nuestro inconsciente (que es la dinámica de una psicoterapia). Sólo hay un breve momento de luz curativa cuando Bruce reconoce -acerca de la relación entre empleadores y empleados/das del servicio doméstico- que "por supuesto, hay una serie de historias personales en las que estos vínculos afectivos asimétricos sobreviven al trabajo de lo negativo y no sucumben en el maelstrom de la desobjetalización" (pág. 62). Pero estas historias no se cuentan. Yo me quedé intrigadísimo en saber qué consideraría un psiconalista una relación laboral sana dentro de una casa.


lunes, 10 de marzo de 2008

Sabor - Olor


Debe haber sido como a las cinco o seis años: ante un plato de carapulcra acerqué la nariz y sentí absoluta repulsión. No quise comerlo. Alguien me dijo que para saber si me gustaba o no debía probarlo. Pero yo estaba seguro de que si olía mal, no podría saber bien. Pasados los años, no he vuelto a acercarme a la carapulcra ni por asomo.

No sé exactamente si al hacerle caso a la nariz hice lo correcto. Pero una cosa sí es cierta: la lengua sólo detecta cinco sabores: dulce, salado, ácido, amargo y umami (que según los investigadores, se halla en grandes cantidades en el sabor del queso parmesano). Todas las otras sensaciones de sabor, son en realidad de olor. Lo que quiere decir que cuando se habla metafóricamente de "darle gusto al paladar" estamos ante una media verdad: mucho más le damos gusto a la nariz. Según los científicos, la nariz tiene alrededor de 350 receptores del olor: la combinación de estos receptores capturan y traducen las moléculas odoras enviando la información al cerebro que, a su vez, la traduce en sensaciones o emociones que luego intentaremos traducir en palabras. Yo soy poco fino. Yo diría algo así como "la carapulcra sabe a mierda". Para olerla seguramente usé muchos receptores, pero la parte verbal de mi cerebro usó apenas dos neuronas.

Pero estoy seguro de que un crítico culinario lo haría un millón de veces mejor. Solo que jamás he leído de ningún crítico culinario que intente describir el sabor/olor de una carapulcra. O de una causa, uno de los milagros culinarios peruanos. O del cebiche (que por lo general no me gusta y como solo por compromiso). El boom de la gastronomía peruana y el boom de la proliferación de restaurantes en Lima, curiosamente -o será que me estoy perdiendo de algo- no parece haber contribuido con un vocabulario que crezca al ritmo de la creatividad de la cocina. No me refiero a los especialistas -que seguro entre ellos sabrán conversar muy bien- me refiero al consumidor de a pie: más allá del "buenazo", "rico", "sabroso", "horrible" apenas si escucho otros términos para describir un platillo. Hay otras consideraciones que parecen prestadas de los enófilos como "aroma" o "cuerpo", pero quizás eso sea ya excesivamente esnob para algunos. Una palabra más que suelo escuchar es "crocantito". Y otra cosa que finalmente no es nada y es todo es un adjetivo como "estupendo".

Yo de comidas no sé mucho, pero sí como todos los días. Así que experiencia con los sabores y los olores relacionados a la mesa y al placer las tengo -las tenemos- de años. Pero mi conexión de las comidas con las palabras es un puente aún por construir. En internet el muy popular blog Cucharas Bravas, por lo que he leído, está mucho más atento al aspecto social de la comida, o sea, en el "salir a comer". Muy útil cuando no se tienen opciones, pero su verbosidad es limitada, justamente por ser práctica. Más aguda y certera con las palabras es Maria Elena Cornejo en su blog "Mucho Gusto". Aquí una línea describiendo su experiencia en Madeira:

En platos de fondo, el mero murike en costra de maní de sacha inchi con salsa de cau cau, portobellos y papitas a la parrilla estuvo en su punto, lo que demuestra la habilidad del cocinero para tratar el díscolo sacha inchi de sabor invasivo.


"Díscolo" e "invasivo" son dos palabras relacionadas a lo salvaje o no domesticado. Funciona bien aquello de experimentar en un sabor una especie de rodeo.

En TV las cosas son más sucintas. El ubicuo y celebrado Gastón Acurio ha hecho lo inimaginable en "Aventura culinaria". Reducir el lenguaje de la experiencia del sabor a una onomatopeya: "mmmm". Imagino que existe la contraparte del desagrado, así que nos enfrentamos a un sistema binario: "mmmm" y "puaj".

Me pregunto si es necesario más cuando comemos. Pero es lo mismo que preguntarse si necesitamos más imaginación. Porque finalmente eso es: un asunto de imaginación. En Ratatouille, la rata chef usó el símil de la música para describir su emoción al comer. Traducción necesaria porque Brad Bird, el director, se impuso una tarea dificilísima: transmitir la pasión por la comida sin que el público pueda usar ni su lengua ni su nariz. Con razón vi a tantos niños aburridísimos a mi lado cuando a fui a verla. La película era de una sofisticación que incluso para los adultos resultaba un ejercicio de concentración: en una de las escenas finales el crítico Anton Rego prueba un sencillo rataotuille y para entender lo sublime de su sabor vemos a Rego transportado a la niñez probando el ratatouille que le servía su madre, casi un guiño proustiano (y sofisticado, además, porque solo un adulto comprende lo que es volver a la niñez). Ya que un vocabulario simple no dice nada o uno muy especializado apenas si se entendería, la metáfora es lo único que nos queda. Pero además, ¿no es la mejor manera de describir el sabor/olor como una experiencia?

Todo lo anterior se me agolpó en la cabeza leyendo este artículo del New Yorker, Scents and Sensibility, que en realidad habla de los perfumes y de la crítica de los perfumes a propósito de un libro "Perfumes: The Guide". Los autores usan un sistema de números para sus reseñas -un sistema relacionado a la parte más científica de su trabajo- pero también se explayan en textos que, al expandirse creativamente en palabras, expanden también nuestra experiencia con los olores. Como la siguiente, donde se habla sobre Trésor de Lancôme:

I once sat in the London Tube across a young woman wearing a t-shirt printed with headline-size words ALL THIS across her large breasts, and in small type underneath “and brains too.” That vulgar-but-wily combination seems to me to sum up Trésor. Up close, when you can read the small print, Trésor is a superbly clever accord between powdery rose and vetiver, reminiscent of the structure of Habanita. From a distance, it’s the trashiest, most good-humored pink mohair sweater and bleached hair thing imaginable. When you manage to appeal to both the reptilian brain and the neocortex of menfolk, what happens is what befell Trésor: a huge success.


Increíble.

domingo, 9 de marzo de 2008

Mentira TV


Antes que nada un saludo a Marco Sifuentes por su recientemente lanzado UteroTV. Un pequeño paso para el blogger, uno grande -espero- para la blogósfera local. Pueden ver y comentar su primer lanzamiento aquí.

Sobre las mentiras y la TV podría discutirse por horas sin llegar a ninguna conclusión. Debo confesar que soy un adicto al género reality, que me he quedado boquiabierto con las estupideces de delirio de Jerry Springer, que he pasado varios domingos drogado por los especiales en cable que encadenan uno tras otro concursos-reality para toda sensibilidad: Amazing Race, Top Chef, The Apprentice, Project Runaway, Top Design y hasta American Idol (pero soy un adicto de corto plazo, porque suelo aburrirme con rapidez y cambiar a otra cosa). Al final de cada jornada extenuante me preguntaba siempre lo mismo: ¿es esto verdad o no? Algún ejecutivo de TV me respondería socarronamente: "¿es importante? es show-business". Y no creo que me atrevería a retrucarle: el reality es un género con sus propias reglas y su propio lenguaje, y tan manipulado en la sala de edición que cualquier intento de verdad terminaría a la larga distorsionado. Hace años en el muy interesante reality de dirección cinematográfica Project Greenlight -detrás del cual estaban los talentosos Ben Affleck y Matt Damon y en el que se intentaba recrear su propia experiencia escribiendo y apuntándose un exitazo con Good Will Hunting- algunos de los involucrados protestaron porque los problemas reales en la vida real, a través de la TV-reality, se veían completamente magnificados en favor de un suspenso y un drama que jamás existieron.

Hace años Robert Redford indagó en la misma pregunta recreando el escándalo del programa de preguntas y respuestas "Twenty-One". Su pelicula llamada Quiz Show es una de mis favoritas: ambientación de lujo, actuaciones estupendas y una narración impecable. Es la historia de un fraude: poco de lo que se vio en "Twenty-One" fue verdad, las preguntas y las respuestas se discutían por adelantado con los concursantes-actores y las derrotas y los triunfos se preparaban en función del rating. El escándalo de Twenty-One llegó lejos porque uno de los cómplices del fraude fue nada menos que un hombre de letras: Charles Van Doren, doctorado en la universidad de Columbia.

No cuento más sobre la película. Pero gracias a YouTube podemos ver ese famoso programa donde Herb Stempel -el campeón- finge su derrota y Van Doren -el retador- su victoria. Hay una pregunta sobre el Perú y los Incas. Y aunque todos ya sepamos que nada es verdad, todo es increíblemente entretenido. Casi como una película. ¿Un reality no es más que una pelea de cachascán?

Parte I




Parte II



Parte III

miércoles, 5 de marzo de 2008

Heath & Nick


Me entero por la revista Rolling Stone -que además acaba de publicar su respaldo al candidato Barack Obama- sobre la obsesión del actor recientemente fallecido Heath Ledger por el cantautor y extraordinario guitarrista inglés Nick Drake. Ledger, después de interpretar a Bob Dylan en I'm not there, confesó que durante algún tiempo intentó volver realidad el proyecto de una biopic sobre el cantante. A más de un mes de su muerte, los exhumadores de lo siniestro empiezan a ver coincidencias: Drake murió de una sobredosis de pastillas en 1974, evento que hasta ahora no se sabe precisamente si fue suicida o no. Lo que sí es un hecho, sin embargo, es que tanto Drake como Ledger sufrían de agudas depresiones. Y quizás por eso el actor lo homenajeó dirigiendo y filmando él mismo un video de la preciosa canción "Black Eyed Dog" -lo último que jamás grabó Drake-, una referencia explícita a la depresión que el inglés tomó de Winston Churchill: el "perro negro". El video merodea por internet y en la siguiente nota se lo comenta:



La celebridad de Nick Drake ha crecido con el paso de las décadas hasta volverse casi un objeto de culto mainstream -recuerdo una mención a Nick Drake en la muy popular serie adolescente Dawson's Creek-, pero a pesar de eso su música mantiene un extraño embrujo que la hace todavía inasible. Sólo lanzó tres discos en su corta carrera y, despúes del primero, se encerró por completo alejándose del público y de su familia aplastado anímicamente por un tour en el que todo salió mal. Sus males llegaron a tal punto que en sus últimas grabaciones no podía tocar y cantar al mismo tiempo, como era lo habitual: tuvo que grabar ambas pistas por separado por lo nervioso e inseguro que se sentía (póstumamente se lanzó Time of No Reply que contenía todo lo otro grabado por Drake, que no fue mucho más).

Muchos relacionan a Nick Drake con otro cantautor de guitarra fallecido en circunstancias trágicas: Elliott Smith. Pero más allá de la melancolía y el folk, creo que sus estilos son distintos. Smith, un beatlemaníaco de corazón, nunca dejó de hacer melodías que se movían con soltura por arriba y abajo de sus escalas escogidas. Drake, más bien, tendía a ser monótono, reiterativo y en sus más brillantes momentos, casi hipnótico. La guitarra era la otra voz que lo acompañaba y que le daba color a sus lamentos. Si tuviera que relacionarlo con alguien sería, curiosamente, con Steven Morrissey, otro experto en cantar pocas notas -o una sola por largas secciones- y que siempre estuvo maravillosamente escoltado por Johnny Marr.

En YouTube se puede encontrar el breve documental holandés "A Skin Too Few: The Days of Nick Drake" (2002). La gran influencia musical que fue su madre, su paso por Cambridge y su paulatino deterioro mental está contado por algunos amigos cercanos y, sobre todo, su hermana. El filme es tan elegíaco que casi frisa con el homenaje y lo inspiracional. Los que quisieran conocer algo más de la música del inglés quizás se sientan frustrados. De todos modos, vale la pena verlo.



Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5 y final

sábado, 1 de marzo de 2008

Los artistas salen a la calle


¿El arte en los espacios públicos y el público están condenados a no entenderse en el Perú? Esa es la impresion que da a la vista de algunos casos. Los ánimos caldeados entre los promotores del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y las autoridades del distrito de Barranco empezaron en términos estrictamente legales, pero derivaron en una discusión ideológico-estética sobre lo verdaderamente artístico o con qué tipo de espacio público los vecinos y la comunidad podrían interactuar mejor. Algunos piensan que lo highbrow no es inalcanzable (y lo sintetizan en la dicotomía "obra de arte vs. botecitos"). Pero otros, como Alfredo Vanini, la pulga en la oreja de lo highbrow local en el blog de Henry Spencer, piensan que lo del MAC es una fiesta privada a la que no están invitados los que pagan la fiesta, es decir, el gran público.

La columna del pintor Ramiro Llona aparecida hoy en Peru21 apunta algunas ideas sobre lo mismo que, releídas o repensadas, no parecen hacerle un gran favor a la causa del MAC. Dice, como artista de élite, que el alcalde de Barranco "no está preparado para comprender por qué un museo es necesario". También confiesa que "es posible que en algún momento no se buscó el diálogo con la comunidad", pero que ahora sí "se ha abierto el MAC a la ciudadanía". Por último define un museo como "un lugar donde la cultura baja al llano y se hace asequible". No es difícil entrever la pirámide cultural con la que el MAC, en palabras de Llona, parece haber empezado. El piteo general enrumbó el barco del arte -muy distinto al botecito de lo recreacional- hacia una dirección más participativa.

Antes del lío del MAC, la comunidad y el espacio público tocado por los artistas tuvieron otros roces. Por ejemplo, muchos reclamos se escribieron por la remodelación del Ovalo Gutiérrez en San Isidro, en lo que parecía ser una hornilla gigante coronada por un arcángel inflado por esteroides. En Miraflores, el Parque del Amor aún es tema de discusión por la escultura de una pareja besándose creada por Víctor Delfín, aunque el parque se haya convertido en punto de visita obligada para los turistas y sea uno de los espacios más funcionales que existen en Lima por la gran cantidad de parejas que convoca y de actos públicos a los que sirve de escenario. En otros casos, la controversia estética es celebrada casi unánimemente: el Parque de la Identidad Huanca en Huancayo -un espacio que es un verdadero trip de color, formas y divertida extravagancia- se exhibe y señala siempre con mucho orgullo por los locales.

Pero el caso más dramático de la tensa relación entre arte público y público es el de la escultura "El ojo que llora", obra de la holandesa afincada en el Perú Lika Mutal. Inaugurada al inicio sin mayores problemas con la intención de preservar la memoria de las miles de personas que perdieron la vida o vieron vulnerados sus derechos durante los años de la violencia entre 1980-2000, la coyuntura política posterior la convirtió en blanco de críticas y agresiones por incluir entre sus piedras también nombres de terroristas y por ser una obra que no era resultado del consenso, sino de una iniciativa privada cuya cabeza más visible fue el presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Salomón Lerner (1). La discusión ideológica copó las emociones que provocó la escultura y en muy contados casos se escucharon o leyeron voces que indagaban en su propuesta estética.

Todo lo anterior sirve para una hacer una sola pregunta: ¿se pudo haber evitado este roce en particular, quizás el más importante del que se tenga memoria entre el arte y el público?

Una respuesta podría hallarse en el largo proceso de construcción del Freedom Tower. Los diseños de la primera competencia convocada para la reconstrucción del ground zero luego del ataque del 9-11 en Nueva York tuvieron el rechazo de la opinión pública, por lo que se tuvo que realizar una segunda convocatoria, esta vez mucho más amplia. Se recibieron 52,000 propuestas de 63 países distintos y el ganador fue el célebre Daniel Libeskind. Desde su anuncio el diseño ha sufrido múltiples modificaciones, porque el debate no se ha detenido y porque hay muchos grupos distintos a quienes tomar en cuenta. Es quizás, como el propio Lideskind dice, el proyecto más complicado que un arquitecto pueda tener entre manos, casi como caminar en un piso tapizado de huevos con la misión de no romper ninguno. Se estima que el Freedom Tower se concluirá en el 2012, once años después del atentado. Y se planea también publicar un libro con los diseños que no lograron ganar, pero que captaron la atención del jurado.

Participación pública y competencia abierta a todos. No parece una idea tan difícil, pero en el caso de la iniciativa que derivó en la creación del "Ojo que llora" se pasó completamente por alto. Por supuesto, no se critican en absoluto las buenas intenciones de todos los involucrados, pero acaso el largo proceso de una competencia, la deliberación de un jurado amplio -donde exista, por ejemplo, un representante de las FFAA-, y la presentación de un shortlist que concite la discusión de la opinión pública rumbo a la elección de un ganador, hubiese sido parte del duelo que todos los peruanos, directa o indirectamente necesitaban hacer alrededor de un memorial. Un gran duelo creativo y colectivo vinculados con el arte.

¿Es posible aún hacerlo? ¿Es necesario hacerlo? Quizás sí. Una de las objeciones estéticas más interesantes al "Ojo que llora" se pudo leer en Puente Aéreo el año pasado. Gustavo Faverón escribió:

Personalmente, mis mayores objeciones al monumento no son éticas, sino estéticas y acaso de discurso: "El ojo que llora" me resulta de un patetismo simplificador (algo influye en ello el hecho de que el monumento siga la estética estándar de otros similares levantados en otras partes del mundo) y su sentido me parece inapropiado; me da la impresión de ser el símbolo de un proceso de duelo inacabable, eterno, y no, precisamente, el de un duelo que sea proceso, es decir, que conduzca a algo.


Aún corriendo el riesgo de desvirtuar el comentario de su sentido original, es posible transformar la objeción en una salida propositiva: si en el "Ojo que llora" el duelo no acaba es porque la obra está inconclusa. Pensada en perspectiva, podría considerarse la escultura de Mutal el primer momento de un proceso mucho mayor, uno que a la larga conduzca a algo y no solamente a la "confrontación individual sobre la maldad y las consecuencias diversas que ella ocasiona a la sociedad", que es como Aprodeh la conceptualiza. (2)

Es sólo una idea. Sin embargo, al "Ojo que llora" lo acompaña el "Quipu de la memoria" con un dolor casi redundante: más de 69,000 nudos que, tal como las piedras, representan a las víctimas. Si a eso le sumamos las fotografías de Yuyanapaq, el efecto es devastador. ¿Dónde tomamos oxígeno hacia el futuro? Pero este blogger piensa en voz alta únicamente por él.

Y, finalmente, es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Cómo canalizar una convocatoria semejante, cómo auspiciarla o cuál lugar debería ser el escogido -¿Ayacucho?-, son ya preguntas prácticas que pueden generar más de un dolor de cabeza. Aunque siempre está la esperanza de que si un lenguaje es capaz reunir en un solo espacio y momento tantas emociones contradictorias, es precisamente el de arte.

Daniel Libeskind conversa una hora sobre el Freedom Tower:







(1) En enero de 2007, en el diario La República, el Sr. Lerner dijo: "Este monumento fue hecho por la sociedad civil y forma parte de la memoria histórica del país, pues no hubo ninguna reparación simbólica ni moral por parte del Estado. Se levantó con las autorizaciones y permisos necesarios, con donaciones de empresas y particulares e incluso el aporte del gobierno del presidente Alejandro Toledo."

(2) A partir de la escultura de Mutal nació "La Alameda de la Memoria", cuyo plan maestro pertenece a Luis Longhi. El proyecto le fue ofrecido por Salomón Lerner.

Datos personales

Archivo del blog