Buscar este blog

viernes, 27 de febrero de 2009

Todos somos porno


Recuerdo que a un pariente, hace mucho tiempo, le comenté que estábamos leyendo La ciudad y los perros en las clases de literatura en el colegio. Tendría yo catorce o quince años. "Vargas Llosa es pornográfico", me dijo. Yo me sorprendí. "Todo es sexo", añadió. Aunque reconocía que algunas cosas descritas eran duras -pajazos, zoofilia, encuentro con putas y las novelitas porno del Poeta- en el contexto de la novela uno entendía que el novelista pretendía describir la vida en un colegio militar y no provocar erecciones. A la larga, ese imaginario no era muy distinto del que teníamos en el colegio -de solo hombres- con respecto al sexo: pajazos, pornos, parejas rentadas o tires tabú. No le hice caso a mi pariente y seguí disfrutando de la novela. Y estoy seguro de que muchos de nosotros en el salón podíamos ver en Vargas Llosa a una especie de hermano mayor y no a Pierre Woodman. El novelista sabía de lo que estaba hablando. Él ya había pasado por ahí.

Pero, por supuesto, esto no quiere decir que no existiese algún compañero que, en efecto, sí se sintiese excitado por ciertas líneas de la novela. Y que no contento con eso, las buscara para subrayarlas, repasarlas y releerlas solo para provocarse un infinito placer imaginándose quién sabe qué. Pero para lograr esa lectura de una mano -que es, en el fondo, algo completamente legítimo- es necesario una cosa: descontextualizar. Sin ese proceso de DJ de textos que busque como sabueso solo los 'samples' sexuales no es posible transformar lo no pornográfico en porno. Ese proceso, por cierto, traiciona las intenciones originales del autor, pero cumplen con su húmedo objetivo.

En internet la descontextualización y recontextualización con respecto al porno (y me refiero especialmente al porno dirigido a hombres) es ley. Existen los pornógrafos como tales, pero existen también los remixers, los sampleadores. Mr. Skin es un ejemplo. En el mar de servicios porno online Mr. Skin se asume como porno también, pero con un giro especializado: bucea como un pene erecto en la historia cinematográfica del mainstream para rescatar esas perlas de sexo o nudismo femenino que para él son tan preciadas. Por lo general, las películas no tienen ninguna intención sexual -y ninguna es pornográfica-, pero eso no importa: un par de pechos, un par de nalgas, un desnudo frontal con vellos púbicos o sin ellos o un pezón son suficientes para merecer una exposición en la vitrina. La acumulación de segundos o minutos descontextualizados de partes desnudas del cuerpo lo vuelven todo un gran rollo de cinematografía pornográfica. Las actrices -porque a Mr. Skin solo le importan las mujeres- son tratadas como reses en un camal, divididas en secciones, en cortes, en samples carnales. Una espalda desnuda también vale: eso puede excitar al más imaginativo.

Cholotube sigue exactamente el mismo patrón, pero con el giro amateur. Posee canales estrictamente pornográficos hechos con actores profesionales, pero el interés mayor para sus visitantes está en lo no profesional y, sobre todo, en lo local. El vídeo más representativo es aquél que muestra a una pareja copulando en un dormitorio o en una habitación de hotel. La cámara normalmente está escondida y es la mujer quien no tiene idea que está siendo expuesta. Por lo general, y se colige por los comentarios, Cholotube celebra al cazador y se relame en la cazada. 

Este género está a medio camino entre lo porno y no porno. Porque en tanto la mujer está teniendo sexo privadamente sin intenciones exhibicionistas, es el hombre quién sí quiere hacer porno. El improvisado director recontextualiza a su pareja: ella hace el amor; él está emulando a Ron Jeremy.

Pero hay otros géneros que no tienen la más mínima intención pornográfica, pero que en la gran centrífuga porno de Cholotube se vuelven exactamente eso. Por ejemplo, están los vídeos espía de una mujer tomando una ducha. ¿Porno? Para el cholotubero, sin duda. Los upskirts son populares: voyeurs que usan las cámaras en sus celulares para grabar de abajo hacia arriba dentro de las faldas de mujeres que están caminando o paradas en una esquina. También están los escotes de mujeres sentadas en una combi. Traseros anónimos en pantalones apretados caminando en cualquier calle. Rayas de nalga de alguna mujer con el jean mal acomodado. Es un vale todo recontextualizador que no deja títere sin cabeza.

La idea no es solo provocar excitaciones, sino que tiene el siguiente mensaje implícito: todo puede ser porno, todos -a la luz de ese amateurismo anónimo que nos acerca lo que antes estaba lejos en un set profesional- podemos lograr que una persona cercana -mujer, se entiende- sea pornograficada. Todos somos porno.

El vídeo de las policías que grabadas fue también recontextualizado en Cholotube. Un juego inocente se convierte en la web en un grupo de tres policías exhibiendo sus cuerpos y cumpliendo el sueño de cierto machismo al volante que siempre quiso ver en calzón a una efectiva del orden. La amplificadora de los medios catalizó el mensaje y lo volvió prácticamente una orgía. Y el presidente Alan García sentencia con su verbosidad ampulosa lo siguiente: "No queremos “vedetistas” que estén dispuestas a proteger el orden público desnudas".

El Presidente con sus declaraciones me hace recordar a ese pariente que vio en Vargas Llosa a un autor pornográfico. Y, por partes, al compañero de colegio que subrayó, repasó y releyó solo las líneas que le interesaban de una novela, convirtiendo lo no-porno en porno y fantaseando con una escena candente que jamás existió en la realidad: García puede imaginar a una policía sexy desnuda en la calle.





Datos personales

Archivo del blog