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domingo, 19 de abril de 2009

Quejas youtuberas

No dejo de leer quejas sobre los cambios en YouTube. Odios a las grandes corporaciones, insinuaciones de peligros de censura o de la desaparición total del prosumer. Los amateurs afilan sus cuchillos y ya he visto varios videos haciendo llamados a levantamientos y resistencias. Videos posteados, por cierto, en YouTube.

Las contradicciones de la masa nunca acaban. Lo que vemos en la blogósfera de por aquí encuentra ecos en todas partes del mundo (aunque quizás sea al contrario). Para mí, una de las razones para celebrar este tipo de acuerdos entre profesionales es que hace las cosas más transparentes, sobre todo en términos publicitarios. El éxito de Hulu prueba que solo muy pocos querrían gastar su dinero auspiciando contenido que baja o sospechosa calidad. ¿Por qué alguien pudo haber pensando que lo contrario resultaría rentable ? Así son los mitos. O las estafas.

El caso de Susan Boyle -la cantante de 47 años aparecida en un programa de talentos británico- y su asombrosa viralidad en YouTube me hace pensar sobre cómo funciona el rating de esta página. La Boyle es una amateur. Pero su presentación fue hecha en un programa absolutamente profesional, frente a jurados y técnicos profesionales. Hay decenas de centenas de cantantes como la Boyle -y mejores que ella- en YouTube, pero jamás serán así de vistas. Lo que un profesional hace es volver a una amateur una estrella: la pule, la ilumina, le da un sonido fantástico, controla las imágenes para provocar el mayor grado de emotividad posible, está atento al timing para aprovechar los close-ups de rostros arrobados. Algo tan sencillo como un maquillaje ya implica un trabajo de transformación. El sueño de esta especie de cenicienta musical tuvo su elaboración en una muy despierta oficina de producción. Todos mecanismos profesionales para cinco minutos de fantasía. El consumidor de YouTube se vuelve loco (más de veinte millones de visitas) y las corporaciones agradecen.

Porque finalmente lo que hacen los profesionales es seleccionar y poner su sello profesional por todos lados. Negocio justo y redondo.

El peligro está, en cambio, cuando los profesionales -o los guasones publicitarios- se quieren hacer pasar por amateurs, por espontáneos, por independientes, por voces del pueblo, por gente como tú. Si la tendencia seguida ahora por YouTube sigue su curso esos pericotes tienen en la red los días contados. Un mito habrá finalmente llegado a su fin. Esperemos.





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