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martes, 9 de junio de 2009

Lima

Dentro del laberinto de columnas, posts y comentarios siempre se cuelan aquellas voces que se quejan de los limeños que opinan sobre la crisis -cada vez me convenzo más de que fue una matanza premeditada- sin estar en Bagua. Pero una de las grandes ventajas de estar en Lima y ser limeño es que estamos cerquísima de Palacio. Y si hay un espacio de presión que a cualquier presidente le puede ocasionar la más grande pesadilla de todas es Lima.

Pero Lima es la gris, la displicente, la que mira para otro lado cuando hay problemas fuera de sus límites. ¿Debe seguir siendo así? En este caso, la verdad, no lo creo. Lo que más me ha convencido de la profunda inhumanidad y culpabilidad de García no fueron los hechos en sí mismos, sino la reacción a los hechos: sus frases conspirativas ridículas, la satanización de los nativos, sus spots propagandísticos infames, sus ministros que agitan papeles frente a cámaras apuntando con un dedo la ignorancia de los revoltosos, la gran prensa estupefacientemente homogénea, igualitita, copiada al carbón en sus manifestaciones de perversa corrección política cuando dice: "todos son culpables".

Lo que está en tela de juicio entonces no es un hecho, una tragedia con muertes, sino una mentalidad. Cuando Obama salió elegido en Estados Unidos muchos se llenaron la boca hablando de que el median voter, además de estar asustado por la crisis económica, también podía volver incoloro a un candidato negro. Muchos admiramos lo que pasó allá. Pero me pregunto si Lima, después de asimilar los años de violencia vividos, ha aprendido también sus lecciones. ¿Está dispuesta Lima a declarar como inaceptable el desprecio étnico de este Gobierno hacia la Amazonia y que García quiere hacernos creer que todos los capitalinos compartimos? ¿Está dispuesta Lima a reconocer que fue justamente ese desprecio una de las causas de la violencia? ¿Está dispuesta Lima a reconocer que ha cambiado y que sabe cómo defender una paz justa que es la única que vale la pena defender?

Hay una marcha pacífica convocada para este jueves en la Plaza 2 de mayo. Espero de verdad que sea la primera en una serie de manifestaciones públicas de rechazo, no a un "manejo", no a un papeleo burocrático, sino a un maligno paradigma de pensamiento: ese que está convencido que un nativo vale menos o, simplemente, no vale nada, salvo cuando se descubre que vive sobre "riquezas". Esa idea la encarna García. Espero que haya un efecto dominó en ese rechazo: artistas, intelectuales, universitarios, personalidades públicas diversas, etc. Que Lima se convenza que sí puede hacer una diferencia.

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