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miércoles, 17 de febrero de 2010

En defensa de Jimena Lindo

El título apela a un coqueto sensacionalismo, porque en realidad este post es una defensa de todos los que, hidalgamente, se disculpan públicamente. Es cierto que el timing no va a su favor. Jimena Lindo se arrepiente de la broma del chullo -frase de supuesto racismo contra Magaly Solier- varios meses después de que sucedió. Los conductores de Mesa de Noche -ella y Renzo Schuller- cometieron un error clave: pelearse con el público y enfrascarse en un debate que se enredó, además, con la filología de cinco palabras y el psicoanálisis de las intenciones. Es como si el comediante de stand-up soltara un punchline y, al comprobar que nadie se ríe, le exija al público razones. El público de la TV de entretenimiento es emotivo, de pulgar arriba y pulgar abajo. Los entertainers se deben a él. Y lo real y objetivo, lo que cayó con la concreción de una patada y un aluvión, fue que la broma provocó mucha cólera. Frente a eso no cabe torear el asunto (menos si aparece en titulares) ni hacerse el loco, sino admitir que la broma, en efecto, fue ofensiva. Pero aquí estoy en civil desacuerdo con quienes buscan escanear la corteza prefrontal de la Lindo para detectar sus neuronas racistas o discriminatorias o envidiosas. No hay necesidad. Lo que está en juego son gestos públicos, no exámenes de polígrafo, y unas disculpas -que cada vez son más raras- hacen mucho más que el silencio.

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