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viernes, 21 de febrero de 2020

Una nota adicional a "Mandíbula"

En la reseña de Mandíbula me faltó colocar algunas ideas. Por ejemplo, la representación de las clases acomodadas. La novela no abunda en detalles sobre cómo es la vida de las clases acomodadas ecuatorianas (no es su objetivo, claro está), pero dice mucho que sean precisamente los ricos los que estén envueltos en estos contactos con lo maligno. Quizá algunos vean en esto un comentario de coyuntura, donde los acomodados del s. XXI son cada vez más vilipendiados desde todos los sectores, cultos y populares. Pero quizá la novela sea solo fiel al género gótico. En el terror gótico los nobles, las familias aristocráticas, los ricos, suelen ser las víctimas de maldiciones, profecías y fantasmas. Era una forma de representar su decadencia. Desde una perspectiva más cultural, en una novela como El retrato de Dorian Gray de fines del XIX, el joven rico criminal era además un representante del decadentismo. El decadentismo es una suerte de “espiritualización de los sentidos”. En la novela de Wilde, Gray se propone ir detrás de un nuevo hedonismo que se oponga al puritanismo victoriano de su entorno. Vive fascinado con la vida a medialuz, las sensaciones extrañas, las drogas, lo anormal. Así expresado, las aspiraciones de Gray no están muy lejos de los valores Annelise y Fernanda de Mandíbula, un “decandentismo” probablemente más punk, esencialmente bebido de internet, pero igualmente transgresor y disruptivo de la normalidad de uniforme de un colegio del Opus Dei. Al igual que Dorian Gray, ambas chicas desean escandalizar. En suma, los ricos y lo gótico siempre han combinado bien. 

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