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martes, 3 de febrero de 2009

"No fui yo, fue mi mano"

"No fui yo, estaba en internet", "no fui yo, yo solo reboté", "no fui yo, yo solo puse mi .com". Estamos en una nueva era: la información -privada y pública- se dispara por todos lados y es tan rápida su velocidad de transmisión que termina siendo neutral en su trayectoria. Las leyes son lentas para aprehender con convicción el fenómeno. Hasta el momento los únicos que debaten son los que pueblan la red. Los demás están aún en la era de mi viejo rock and roll.

Es una discusión de los tiempos que corren, en cada lugar con matices particulares. El norteamericano Scott Cleland en su blog, The Precursor Blog, ve un choque de dos fuerzas. Él lo ha definido como el encuentro entre dos placas tectónicas: "privacy" versus "publicacy". Es más fácil entender la polémica desde el último concepto. Los gurúes de la 2.0 ven la "publicacy" así: 1) La privacidad no es una responsabilidad, sino una expectativa irreal, ineficiente y un costo para el funcionamiento y crecimiento de la red. 2) Los datos privados valen oro si es que la mira está puesta en el micro-marketing: mientras más privados, más valiosos. 3) El negocio, vía floro, se ha vuelto en el camino un ethos. 

El movimiento contrario, el de la privacidad, brota de los usuarios y consumidores mismos: al menos en EEUU una gran mayoría de gente ve con preocupación cómo se usa su información personal en la red. Y, pronto, las dos placas provocarán un terremoto.

Cleland tiene la mira puesta en modelos de negocio que abiertamente lucran o lucrarán con información personal, no en el periodismo. Pero no es difícil ver en qué punto estas áreas se intersectarán: producción de noticias que solo tengan que ver contigo y con tu nariz. 

¿Hay alguna manera en que el movimiento de la "publicacy" nos haga entender mejor lo sucedido con los petroaudios? En parte sí, al menos si pensamos en su ethos. Diego Peralta de Peru21 -lo colocaba yo en un post pasado- se mostraba entusiasta con la publicación de información que no tendría cabida en un medio tradicional o masivo: "Ellos ya no monopolizan la información pues esta puede ser publicada por cualquier usuario en la red. El usuario es el medio", decía. Pero lo curioso es que en este caso no fue el usuario, y menos alguien como un juez, quien determinó la pertinencia de que información privada se haga pública. Fueron anónimos: "office" y "s". El asunto se resolvió en cuestión de una hora por chat. Wikileaks nos dice ahora, en el Perú, qué podemos escuchar y qué no. Y, claro, quién se jode y quién no.

¿Alguien se atreverá a empapelar a la rica Wiki?

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