Habría que recordar que el asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio se da en el contexto de un adelanto de elecciones bajo la modalidad legal de la "muerte cruzada" (o, en peruano, "nos vamos todos", ejecutivo y legislativo) activada por el presidente Lasso en mayo pasado. Vale la pena recordarlo, porque por aquí la izquierda peruana y ese supuesto "centro", ahora liderado por Sagasti, nos quieren hacer creer que la solución a nuestros problemas se encuentra en convocar unas nuevas elecciones generales lo más pronto posible. Son tonterías, por supuesto. Recomponer nuestro país será un proceso largo y la ruta es la de siempre: sentarse a hacer política, conversar, negociar y ceder. Los apurados quieren ganar en río revuelto, pero podrían empeorar las cosas.
Si el trabajo de los políticos fuera tramitar en automático todo lo que desea la mayoría, entonces sería mejor que no existieran gobierno, tecnocracia, expertos, meritocracia ni derechos humanos. Dejemos de engañar a la gente con caprichosas formas de definir la “representación".