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sábado, 8 de octubre de 2022

La ideología de género de Putin

Recientemente, todos pudimos observar cómo Putin anexó de manera ilegítima cuatro territorios de Ucrania a Rusia. En una ceremonia delirante, Putin justificó la anexión como parte de una batalla existencial de su país contra Occidente. Para muchos, el discurso resultó inusualmente agresivo. Según lo informado por el New York Times, Putin acusó a Estados Unidos de liderar un "sistema neocolonial" y ejercer una hegemonía profundamente "totalitaria y despótica". ¿Realmente alguien con sentido común podría creer que Estados Unidos es un estado totalitario y que Rusia bajo el mandato de Putin es un abanderado de la libertad? Por supuesto que no.

Pero Putin no se detuvo allí. Agregó que la represión a la libertad por parte de Estados Unidos está tomando ribetes de "religión invertida" o "satanismo". Esta es una antigua idea que tiene siglos de antigüedad. Durante mucho tiempo se creyó que el diablo extendía su maldad presentándose como una parodia de la cristiandad para engañar a los incautos. En su discurso, Putin dio a esta vieja superstición (en Rusia, la mayoría es cristiana) un giro moderno. Denunció que "los valores liberales de Occidente en temas como la identidad de género" están llevando a la "negación del ser humano”.

¿Suenan familiares estas últimas afirmaciones? Por supuesto que sí. Es el mismo tipo de crítica que grupos conservadores hacen aquí en Perú, y en muchos otros países de Occidente, contra la llamada "ideología de género" defendida por grupos de izquierda. Pero no solo proviene de ellos. Esta crítica también ha sido expresada por una larga lista de científicos serios y académicos que sostienen que la negación de la biología y la naturaleza humana está llevando a conclusiones absurdas sobre la identidad, el género y el sexo. ¿Es que acaso todos ellos se han vuelto extremistas como Putin?

Putin no es tonto. Dado el enorme fracaso de su guerra de agresión genuinamente imperialista y fascista, comprende que es necesario preparar un discurso que pinte a Occidente como el diablo para avivar el campo de batalla de la propaganda. Para lograr un mayor efecto, se aferra a temas controvertidos originados en Occidente, con la esperanza de causar confusión o simpatía dentro y fuera de su país. En resumen, es una cortina de humo. A Putin no le importa en absoluto la libertad. Pero tampoco le importa la discusión sobre la negación de la naturaleza humana. Sabe que está en apuros políticos y las palabras le salen gratis.

Sin embargo, el oportunismo de Putin no niega el hecho de que la ideología de género sea un asunto real y sumamente conflictivo en Occidente. No es cierto, como afirman aquellos que dicen defender la inclusión de las minorías, que hablar de la "ideología de género" sea un acto discriminatorio en sí mismo. No es verdad que se haya llegado científicamente al consenso de que el "género" —sería mejor hablar de "sexo"— es una "construcción social", de modo que la "identidad de género" subjetiva pueda o deba prevalecer sobre la objetividad del sexo biológico. Si hay un consenso, es que el sexo está profundamente arraigado en la biología. ¿Por qué no habría de estarlo? ¿Son los ojos una construcción social o una realidad biológica? ¿Qué pasa con el funcionamiento del páncreas? ¿Y qué del efecto de la vacuna contra el covid-19 en nuestras células?

Hoy mismo la discusión sobre la ideología de género en el primer mundo es sumamente áspera y real, sobre todo en universidades de prestigio. Tan dura es la discusión que el activismo que la defiende ha pretendido que especialistas denominados "gender-critical" sean silenciados o cancelados. ¿La razón? Simplemente afirmar que el sexo es biológico y mostrar su desacuerdo con la idea de que una mujer trans sea una mujer. Muchas de estas voces críticas no son ultraconservadoras: son feministas de izquierda que buscan defender los espacios ganados por las mujeres. Como aquí se suele creer mucho en lo que dice The Economist, comprobarán que todo lo anterior no es un invento leyendo la muy buena nota "A backlash against gender ideology is starting in universities" de junio del 2021. En el primer mundo no existe ningún problema en llamar "ideología de género" a la ideología de género. Aquí, en cambio, hacerlo es condenarse a ser etiquetado de misógino, homofóbico o transfóbico.

Si la discusión sobre el género, el sexo y las ideologías quedase contenida dentro de las paredes de un salón universitario, todo quedaría en lo anecdótico. Pero la ideología de género tiene consecuencias reales en el mundo real. Ser consecuente con los axiomas de la ideología de género afecta la vida de miles de personas.

Una de las extravagancias más notorias de la ideología de género en el último año ha sido permitir que hombres biológicos (mujeres trans) compitan en categorías deportivas exclusivas para mujeres biológicas. Todos vimos cómo la nadadora Lia Thomas (un hombre biológico) se convirtió de la noche a la mañana en una sensación en su disciplina en los Estados Unidos. Como hombre, era un perfecto desconocido. Así, una consecuencia real de la adopción subjetiva de una identidad de género es la exclusión de las mujeres del mapa deportivo, y solo de las mujeres. Es poco probable que veamos a un hombre trans (una mujer biológica) competir en una categoría masculina.

También es una consecuencia real en el mundo real que la famosa escritora J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, haya sido objeto de una infame persecución por expresar prácticamente lo mismo que causó tanto escozor en las congresistas Flor Pablo y Susel Paredes, en un gran aviso azul afuera del Congreso: que la diferencia entre los sexos tiene sus raíces en la biología y que, por lo tanto, una mujer trans no es una mujer. Rowling está muy lejos de ser una fascista o extremista. Como novelista es una persona muy cuidadosa con las palabras. Además, es una personalidad empática con las personas trans y, sin embargo, nada de eso le sirvió como defensa frente a las hordas de fanáticos del transactivismo que la inundaron de insultos y amenazas en las redes sociales.

Pero lo más dramático del discurso de la ideología de género es cómo puede afectar la vida de menores de edad. Es terrible ver cómo en algunas clínicas se facilita que adolescentes mujeres se sometan a una doble mastectomía o se les engañe diciendo que los efectos de las inyecciones de testosterona recetadas para "transicionar" en hombres son reversibles o inocuas. Sin mencionar que algunas mujeres trans (hombres biológicos) creen que es apropiado hablar con niños sobre identidades sexuales (o sobre su propia identidad sexual y sus deseos). Los adultos son libres y pueden hablar de todo entre ellos, pero ¿qué pasa con los niños?

Todo lo anterior se discute ampliamente en Occidente, ese que Putin condena, pero que algunas personas pasmadas de izquierda y muchas personas de buen corazón prefieren ignorar para evitar ser consideradas homofóbicas o transfóbicas. Quisiera pensar que esta miopía es un caso de contagio social y no de oportunismo político. Sin embargo, que algunos grupos de izquierda instrumentalicen a niños y adolescentes para incomodar a las derechas no es algo que deba sorprender. ¿O estamos ante un caso de búsqueda de recursos estatales para difundir el extraño mensaje de que la magia existe? He aquí la magia de la ideología de género: la materia es ilusoria y, por lo tanto, todo es una construcción social. Así, mujeres pueden ser hombres y viceversa. Lo que comienza en una clase de literatura posmoderna en una universidad puede convertirse en una verdad de manual en un colegio. ¿Es hacia allí donde nos dirigimos?

Una misma evidencia puede ser insumo de diferentes narrativas. Hagamos un breve repaso de ellas. Putin puede utilizar su rechazo a la ideología de género como parte de una absurda justificación política para anexar cuatro territorios que no pertenecen a Rusia. Por otro lado, algunos grupos conservadores peruanos consideran necesario activar una alarma sobre la ideología de género desde una perspectiva cristiana de la humanidad, en línea con la tradición de creencias mayoritarias en Perú. ¿Choca esta narrativa con la idea de un estado laico consagrada en la constitución? Esa es una buena pregunta.

En otro lugar del debate, J.K. Rowling y una larga lista de especialistas señalan sus desacuerdos con visiones muy ideologizadas sobre el sexo y el género dentro de una narrativa que lucha con justicia por los derechos de las mujeres. Estas personas autodenominadas “gender-critical“ o “críticas del género” no quieren que las mujeres sean marginadas nuevamente por una ideología sumamente cuestionable y contraria al sentido común. Ninguna de las críticas de estos personajes ha disminuido un ápice la empatía y el respeto que las minorías sexuales o personas trans merecen y que son una cuestión de justicia.

Finalmente, otros (me incluyo principalmente en este grupo) piensan que no se deben elaborar políticas públicas, especialmente aquellas que afecten a los niños, basadas en mentiras, medias verdades o en medio de una tormenta política donde no hay consenso alguno. 

Es evidente que la lucha contra la ideología de género es el origen de diversas narrativas, algunas de ellas muy cuestionables o reprobables (como la de Putin). Sin embargo, estar de acuerdo con la parte no implica estar de acuerdo con el todo. Una narrativa no es verdadera solo por existir como tal. Debe ser puesta a prueba. Las coincidencias existentes son secundarias. Lo principal es simplemente decir la verdad.


martes, 4 de octubre de 2022

"Velocidad de los jardines” de Eloy Tizón

Según la presentación de la excelente editorial Páginas de Espuma, Velocidad de los jardines de Eloy Tizón (1964) es uno de los mejores libros españoles de cuentos de los últimos veinticinco años. Me dejé seducir por la publicidad y decidí lanzarme a su lectura. 

Las primeras páginas de esta reedición conmemorativa son muy prometedoras. Tizón nos presenta un magnífico prólogo autobiográfico titulado "Zoótropo", en el que relata su formación como escritor a principios de los años ochenta y sus esfuerzos por encontrar su propia voz. El zoótropo no es un animal, sino un pequeño aparato óptico que surgió cuando el cine estaba en pañales. Este aparato funciona como una metáfora de la ficción según la concepción de Tizón: un arte de la memoria, del efecto del tiempo en la subjetividad.

El prólogo resulta bastante peculiar porque está escrito en segunda persona, tanto en singular como en plural. Esta forma de escritura busca crear una suerte de prosa íntima y emotiva. En este prólogo, Tizón se pregunta si acaso lo que escribe son cuentos, "anticuentos" o "poemas en prosa", poniendo en duda el género en el que se enmarca su libro. Para el autor, lo central no está en los eventos que se narran, sino en las marcas e impresiones que deja lo narrado. La prosa madura del prólogo no es exactamente la misma que la del libro, que Tizón publicó en 1992, cuando tenía veintiocho años.

Al descartar el camino de las narraciones convencionales, el libro presenta sobre todo una sensibilidad. Tizón como narrador es profundamente nostálgico, alguien que en plena juventud se siente viejo escribiendo su "primer último libro". El relato que da título al volumen aparece al final, pero sirve como entrada al universo de Tizón. Se trata del recuerdo fragmentado de la educación secundaria de un narrador adulto a los dieciséis años. La narración pasa revista a los amigos, profesores, exámenes, cursos, manías, amores y sorpresas. Abundan las enumeraciones. Aparece una sugerencia de un hilo narrativo con la evocación de Olivia Reyes, la chica más bella del salón, pero es solo un pretexto para un exquisito despliegue de nostalgia sentimental. El lenguaje no es juvenil: es cuidado, literario, denso, muy meditado. La "velocidad" del título es una clara referencia al cruel paso del tiempo y "los jardines", sospecho, una metáfora de los huertos cerrados de una adolescencia feliz, pero sobreprotegida.

Tizón explora terrenos emocionales similares en los relatos "La vida intermitente” y "Familia, desierto, teatro, casa”. En el primero, dos adolescentes buscan el amor mientras enfrentan la muerte, mientras que en el segundo, se presenta una historia de amor entre estudiantes de secundaria que incluye guiños al relato fantástico de horror. En ambos cuentos, los narradores miran constantemente hacia atrás en el tiempo, redescubren un pasado que consideran una "vida perfecta", y convierten la adolescencia en una etapa muy significativa, a pesar de su trivialidad.

En el libro hay textos escurridizos —acaso mucho más literarios— como el homenaje a Nabokov en “Carta a Nabokov”, un relato escrito en segunda persona. Otro ejemplo es “Escenas en un picnic”, con aires decadentistas, donde un sensible adolescente se despide de su hermana, probablemente inspirado por el tema incestuoso de “El sonido y la furia” de William Faulkner. Estos textos son tan preciosistas van más allá de ser simples ejercicios de estilo, y se convierten en paradas necesarias que completan el universo literario del autor. 

"En cualquier lugar del Atlas" es el relato más convencional y conectado con la actualidad de su época. Trata sobre migrantes y refugiados en Madrid, combinando elementos del relato de detectives —los personajes principales buscan desesperadamente a una joven polaca desaparecida— con un toque de fantasía extravagante. En mi opinión, es el relato más sólidamente construido desde un punto de vista narrativo. Sin embargo, para Tizón, el mejor relato es "Villa Borghese" (tal como lo expresa en el prólogo), una historia con un clima mórbido que describe el encuentro entre un músico español y una joven madre desquiciada en el gran parque romano, como si fueran personajes de la película italiana homónima de los años cincuenta.

En Velocidad de los jardines, Tizón cultiva, sobre todo, la belleza, aun a costa de sacrificar lo narrativo en algunas ocasiones. Algunos podrían clasificarlo como un libro lírico. No estarían equivocados.


viernes, 30 de septiembre de 2022

"Call me by your name" / "Llámame por tu nombre"

Esta es otra reseña que rescaté de mi Goodreads. Es de marzo del 2018.


"Call me by your name" es la novela en la que se basa la celebrada película del mismo nombre. Busqué la novela intrigado por la popularidad de la película, que aún no veo. Cuando lo haga descubriré qué tienen las palabras de André Aciman que no tienen las imágenes del director Luca Guadagnino, qué faltó y qué se agregó. Mientras tanto, me quedo solo en el universo verbal.

Empiezo con lo que podría ser una obviedad: esta exquisita novela no podría existir sin su estilo, sin su cadencia en vaivén, sin la manera de construir sus metáforas y perderse en ellas. La historia, gracias a la película, es conocida: trata de un romance entre un adolescente italiano de diecisiete años y un profesor de filosofía de Columbia de veinticuatro. El romance se vive y se sufre en una paradisíaca villa de la costa italiana. 

La historia la narra Elio, el adolescente, pero no desde la adolescencia. El narrador es ya un adulto que rememora aquel verano en que el profesor americano Oliver se hospedó en la hermosa casa de los padres de Elio para trabajar tranquilamente por unas semanas en un libro sobre Heráclito. 

La familia italiana de Elio es intelectual y la casa está siempre abierta a cierto tipo de huéspedes: académicos y estudiosos. Los anfitriones están conscientes del gran refugio que poseen y escogen cuidadosamente a los visitantes, a quienes engríen con buena comida, descanso al lado de una piscina, paseos por la playa y reclusión monacal. A diferencia de otros académicos, el joven Oliver resulta ser un tipo sorprendente. No es seco ni aburrido. Burbujea de vida, de afabilidad, de erudición, de sensualidad. Se mete a toda la familia al bolsillo, incluyendo a la cocinera y al chofer. Por supuesto, el efecto mayor es sobre Elio: cae flechado casi al instante. Pero su acercamiento al jovial profesor —lleno de dudas, marchas y contramarchas— tomará decenas de páginas. Sucede que Elio es muy inexperto y tímido en asuntos de amor. Sus diecisiete años pesan más que su talento en la música o su precoz intelectualidad. Cada avance será solo de milímetros, cada señal seductora producirá efectos con mucha lentitud, gota a gota. Estaremos recién a mitad de novela para cuando el narrador nos relate la noche del primer contacto físico entre los dos.

Hay, sin duda, un aire proustiano en la manera cómo Aciman nos revela el romance. Elio hurga en sus emociones tan obsesivamente que por momentos parece que terminará reventando. Al igual que las de Marcel Proust, sus oraciones son larguísimas. Es fruición por la belleza verbal. Las huellas del recuerdo amoroso son tan intensas que la única manera de hacerles justicia es leyendo el pasado como si se tratara de una obra de arte. Quizá por eso la meticulosa mirada de Elio es similar a la del crítico literario o de arte: pausada, metódica, precisa. Solo se posee una obra de arte hundiéndose en sus más mínimos detalles. El título de la novela resume bien este ánimo por la posesión. “Llámame por tu nombre” refiere a un juego erótico entre los dos amantes en el que cada uno se invoca usando su propio nombre. En el trance amoroso, Elio llama “Elio” a Oliver y Oliver llama “Oliver” a Elio. Así juegan a la gran ilusión del amor: poder fundirse en el otro. 

La influencia de Proust puede también observarse en el manejo de la temporalidad. Aciman hace que su narrador anuncie lo que pasará más adelante con pequeñas claves sin revelar por completo el suceso anunciado. Una vez hecha la revelación, el narrador volverá sobre sus pasos para contar algún detalle adicional que no había mencionado y que transformará el significado de lo vivido. Estos retrocesos narrativos son notables. Quizá una palabra casual dicha en algún momento por Oliver significaba realmente amor, o quizá no. Quizá el gesto que en un principio parecía indiferencia era, en realidad, amistad. O algo peor: pasión absoluta. Elio, como narrador adulto, va constantemente hacia adelante y hacia atrás para confirmar, corregir o descubrir algo nuevo de Oliver o de sí mismo.

La novela está dividida en cuatro partes. Las dos primeras, para mi gusto, son las mejores: relatan el camino hacia la consumación del amor. En las dos partes restantes ingresan nuevos personajes que rompen la coherencia del universo construido. Lo que había sido hasta entonces una ensoñación con visos de irrealidad, se transforma en algo mucho más parecido a la vida normal. Tan es así que la historia camina hacia una resolución increíblemente razonable. 

No se puede pasar por alto que "Call me by your name" trata sobre un amor homosexual en los ochenta. Sin embargo, la novela considera innecesario pintar en su trasfondo homofobias asfixiantes o un contexto político adverso. Lo que se cuenta es simplemente sobre el deseo y el amor. Se narran, por cierto, situaciones muy explícitas (que, estoy seguro, no podrían estar en la película). Hay que recordar que no es la novela de un adolescente. Es la novela de un adulto releyendo su adolescencia.


*Leí la novela en el original en inglés. André Aciman es italiano-estadounidense, pero nació en Egipto. 

jueves, 29 de septiembre de 2022

La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa


Esta es una reseña que rescaté de mi página de Goodreads. Es del 2018.

La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa es una autobiografía intelectual que consta de las breves biografías de los siete personajes que más han influido en las ideas liberales del autor peruano-español: Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Aron, Isaiah Berlin y Revel. El libro es un reconocimiento a esa influencia.

Quienes han leído y siguen al Nobel peruano comprenderán que no hay mucho de nuevo bajo este sol. Vargas Llosa presenta más de trescientas páginas de renovados ataques a las izquierdas radicales, al socialismo y al pensamiento utópico. ¿Por qué otra vez y por qué en este momento? Por lo que se lee en La llamada de la tribu, la doctrina liberal de Vargas Llosa se mantiene, al parecer, inalterable, pero las amenazas a los éxitos de las democracias liberales se habrían transformado en las últimas décadas. Si en el siglo pasado una clara pelea frontal —y finalmente ganada— podía establecerse contra la influencia comunista de la Unión Soviética, hoy en día los populismos, el terrorismo islámico, e incluso el simple economicismo son las novedades que intentan socavar el bienestar logrado por Occidente. Vargas Llosa considera necesario repasar la obra de algunos de sus autores más admirados para extraer de ellos viejas lecciones para nuevos problemas.

Al igual que cuando escribe sobre personalidades literarias como Gustave Flaubert, José María Arguedas, Victor Hugo o Juan Carlos Onetti, Vargas Llosa relaciona la obra intelectual de los personajes que reseña con sus propias biografías. Lo vivido arroja luz sobre lo pensado y viceversa. Quizá por eso estos siete perfiles resultan muy entretenidos de leer. Están salpicados de historias y anécdotas, y aunque abordan ideas, polémicas y conceptos, las páginas se devoran a la velocidad del rayo. MVLL, fiel a su mantra de que no hay necesidad de ser abstruso ni hermético al escribir, simplifica las cosas con su divulgación liberal.

Se podría hacer una revisión de lo que cada autor ha aportado a Vargas Llosa, pero todo se resume en una palabra: libertad. Libertad para comerciar y libertad para ir en contra de las corrientes del pensamiento colectivo; libertad para temer las planificaciones económicas; libertad para denunciar el academicismo que abusa del lenguaje; libertad para liberarse de las camisas de fuerza de las teorías sociales que, dejando de lado la realidad, intentan resolver todo sobre un pizarrón. Vargas Llosa entiende que esta libertad es, sobre todo, individual. Lo regresivo se encuentra en la tribu, en las masas bárbaras.

A veces se olvida que Vargas Llosa tiene más de ochenta años, ya que su pluma aún conserva el entusiasmo del convencido. Es cierto que su particular idea del liberalismo puede ser considerada un arma antigua, pero aún parece tener filo. Por lo mismo, la recepción positiva o negativa de estas lecciones dependerá mucho de la ubicación de cada lector en el espectro político. Sin embargo, es evidente que MVLL ya no es el batallador solitario que, al menos en este lado del mundo, irrumpió en las décadas de los ochenta y noventa con ideas renovadoras de derecha en un ambiente predominantemente de izquierda. En la actualidad, el mundo es prácticamente liberal, o "neoliberal", una etiqueta que Vargas Llosa pone entre comillas y que considera una denigración. Con este trasfondo de consenso económico del siglo XXI, puede tener sentido que, cada cierto número de páginas, el Nobel reitere que la economía no puede solucionar todo y que no hay nada menos liberal que creerlo. Este es un subrayado coyuntural: en el prólogo señala que, en el Perú, todos aquellos economicistas ignorantes son fujimoristas, aunque no menciona nombres.

A pesar de los reconocimientos intelectuales, La llamada de la tribu no es un conjunto de hagiografías. Hay admiración, sí, pero también una intención polémica. Vargas Llosa reconoce puntos ciegos en las ideas de cada autor y no tiene inconvenientes en mostrar sus desacuerdos. Pero, claro, es mucho menos comprensivo con miembros de ciertas tribus de izquierda (es feroz contra Sartre o Barthes, por ejemplo). Las izquierdas son mencionadas muchas veces, pero las derechas como tales, no tanto. ¿O será que para Vargas Llosa la derecha es una conspiración léxica de la izquierda? Cuando el novelista escribe sobre Revel, quien advirtió que la guerra psicológica y desinformativa la ganó la Unión Soviética, pareciera que sí.

Mientras leía, no podía dejar de conectar algunas ideas de La llamada de la tribu con formulaciones similares desde tribunas muy ancladas en las ciencias naturales. Muchos caminos pueden conducir a la Roma liberal. Si, por ejemplo, Adam Smith recurrió a Hume para no olvidar la naturaleza humana en la discusión de sus ideas económicas, en los últimos tiempos Richard Dawkins ha logrado cambiar nuestra mirada del individuo al gen para seguir discutiendo sobre esa misma naturaleza humana. Si Popper es un optimista convencido de que el mundo actual, gracias al liberalismo, es el mejor que ha tenido la humanidad, Steven Pinker acaba de demostrar, con cifras en mano, que gracias a cierta herencia de la Ilustración eso es verdad (no es casual, entonces, que el canadiense haya peleado incansablemente contra el posmodernismo y el academicismo francés). Si, desde su lectura de Hayek, Vargas Llosa considera que la lucha contra el fascismo debe ser constante porque siempre podemos retroceder, Jonathan Haidt, desde la psicología social, nos ha mostrado que, en efecto, la seducción de la tribu es poderosa porque nos produce un inmenso placer y es parte de lo que somos. Mi punto es este: sí, este libro se lee como un manual ideológico, y sus detractores dirán que es solo una nueva versión de lo mismo. Pero las evidencias están, cada vez más, con el Nobel.

viernes, 5 de agosto de 2022

Un poema de Gioconda Belli




La gran Gioconda Belli (Nicaragua). El de arriba es un bonito poema sobre no postergar los grandes planes personales, o cualquier otra actividad que nos emocione y nos mueva las tripas. Es lo que se llama "el otro lado", el otro lado que "nos está sonando en la memoria con su olor a mango".

*originalmente de Instagram: laguirrec

miércoles, 3 de agosto de 2022

¿Progre o caviar?

Parecería que entre los influencers políticos de las redes está extendido el uso del término "progre" para referirse a alguien de izquierdas. ¿Hay diferencias entre ser un "caviar" y ser un "progre"? Ojo, el término usado no es "progresista", sino "progre", un apócope. Imagino que "caviar" es una palabra más para tíos, para gente más adulta. Un "progre" es, sobre todo, un joven de izquierdas. Después de cierta edad, dejas de ser progre y te vuelves otra cosa. Una opción es volverse caviar. Un caviar es una persona de izquierdas con (mucha) plata. Pero si eres un progre que de grande no logró hacerse de dinero, te quedas como "rojo" nomás.

*originalmente de IG: laguirrec

martes, 2 de agosto de 2022

La "calle"

La gente aún sigue esperando la gran marcha, la gran "calle", que haga reaccionar al gobierno. Pero ese despertar no da signos de asomar. Lo que sí tenemos, por lo pronto, son manifestaciones focalizadas de hostilidad y desprecio hacia el presidente como las vistas en el Congreso el 28 de julio durante el discurso; o aquella espontánea en el hipódromo contra, aparentemente, Dina Boluarte y la esposa de Castillo. Es un camino. Todo miembro del ejecutivo debe sentir esa hostilidad, completamente protegida por la legalidad y la libertad de expresión. Aceptar sin más el asalto es deshumanizarnos. Esperemos que el invierno no nos enfríe el corazón.

*texto originalmente de Instagram: laguirrec

Rospigliosi unbound

Una entrevista a Fernando Rospigliosi ayer en Canal N provocó urticaria en los caviares, pues el exministro del interior parecía sugerir, sin decirlo, una salida non-sancta (léase, golpe) como respuesta al secuestro del que somos víctimas por este gobierno. En vista de que el Congreso parece comprado y que Castillo avanza en el control del ejército, Rospigliosi decía que era necesaria una medida radical. ¿Será?





Más allá de salidas radicales, hay dos convicciones que Rospigliosi describió ayer que, creo, todos deberíamos compartir. 1) El Perú parece estar en manos de una banda delincuencial. 2) La banda no planea irse el 2026. Pensar que Castillo es democrático es como pensar que es honesto. Prácticamente imposible. El chotano ha entendido que la única manera de no ir preso es quedándose en Palacio el mayor tiempo posible. Ya no gobierna.

Por supuesto, había quedado muy claro antes de la elección que Castillo era un inmoral y un personaje muy poco democrático. Pero los países a veces se suicidan con su voto. El Perú está tan deprimido, sobre todo de su lado izquierdo, que está convencido de que tomó la mejor decisión. Será difícil revertir el ánimo autodestructivo de esta izquierda tan tóxica.

*texto originalmente de Instagram: laguirrec

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