Esta es una reseña que rescaté de mi página de Goodreads. Es del 2018.
La llamada de la tribu de Mario Vargas Llosa es una autobiografía intelectual que consta de las breves biografías de los siete personajes que más han influido en las ideas liberales del autor peruano-español: Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Aron, Isaiah Berlin y Revel. El libro es un reconocimiento a esa influencia.
Quienes han leído y siguen al Nobel peruano comprenderán que no hay mucho de nuevo bajo este sol. Vargas Llosa presenta más de trescientas páginas de renovados ataques a las izquierdas radicales, al socialismo y al pensamiento utópico. ¿Por qué otra vez y por qué en este momento? Por lo que se lee en La llamada de la tribu, la doctrina liberal de Vargas Llosa se mantiene, al parecer, inalterable, pero las amenazas a los éxitos de las democracias liberales se habrían transformado en las últimas décadas. Si en el siglo pasado una clara pelea frontal —y finalmente ganada— podía establecerse contra la influencia comunista de la Unión Soviética, hoy en día los populismos, el terrorismo islámico, e incluso el simple economicismo son las novedades que intentan socavar el bienestar logrado por Occidente. Vargas Llosa considera necesario repasar la obra de algunos de sus autores más admirados para extraer de ellos viejas lecciones para nuevos problemas.
Al igual que cuando escribe sobre personalidades literarias como Gustave Flaubert, José María Arguedas, Victor Hugo o Juan Carlos Onetti, Vargas Llosa relaciona la obra intelectual de los personajes que reseña con sus propias biografías. Lo vivido arroja luz sobre lo pensado y viceversa. Quizá por eso estos siete perfiles resultan muy entretenidos de leer. Están salpicados de historias y anécdotas, y aunque abordan ideas, polémicas y conceptos, las páginas se devoran a la velocidad del rayo. MVLL, fiel a su mantra de que no hay necesidad de ser abstruso ni hermético al escribir, simplifica las cosas con su divulgación liberal.
Se podría hacer una revisión de lo que cada autor ha aportado a Vargas Llosa, pero todo se resume en una palabra: libertad. Libertad para comerciar y libertad para ir en contra de las corrientes del pensamiento colectivo; libertad para temer las planificaciones económicas; libertad para denunciar el academicismo que abusa del lenguaje; libertad para liberarse de las camisas de fuerza de las teorías sociales que, dejando de lado la realidad, intentan resolver todo sobre un pizarrón. Vargas Llosa entiende que esta libertad es, sobre todo, individual. Lo regresivo se encuentra en la tribu, en las masas bárbaras.
A veces se olvida que Vargas Llosa tiene más de ochenta años, ya que su pluma aún conserva el entusiasmo del convencido. Es cierto que su particular idea del liberalismo puede ser considerada un arma antigua, pero aún parece tener filo. Por lo mismo, la recepción positiva o negativa de estas lecciones dependerá mucho de la ubicación de cada lector en el espectro político. Sin embargo, es evidente que MVLL ya no es el batallador solitario que, al menos en este lado del mundo, irrumpió en las décadas de los ochenta y noventa con ideas renovadoras de derecha en un ambiente predominantemente de izquierda. En la actualidad, el mundo es prácticamente liberal, o "neoliberal", una etiqueta que Vargas Llosa pone entre comillas y que considera una denigración. Con este trasfondo de consenso económico del siglo XXI, puede tener sentido que, cada cierto número de páginas, el Nobel reitere que la economía no puede solucionar todo y que no hay nada menos liberal que creerlo. Este es un subrayado coyuntural: en el prólogo señala que, en el Perú, todos aquellos economicistas ignorantes son fujimoristas, aunque no menciona nombres.
A pesar de los reconocimientos intelectuales, La llamada de la tribu no es un conjunto de hagiografías. Hay admiración, sí, pero también una intención polémica. Vargas Llosa reconoce puntos ciegos en las ideas de cada autor y no tiene inconvenientes en mostrar sus desacuerdos. Pero, claro, es mucho menos comprensivo con miembros de ciertas tribus de izquierda (es feroz contra Sartre o Barthes, por ejemplo). Las izquierdas son mencionadas muchas veces, pero las derechas como tales, no tanto. ¿O será que para Vargas Llosa la derecha es una conspiración léxica de la izquierda? Cuando el novelista escribe sobre Revel, quien advirtió que la guerra psicológica y desinformativa la ganó la Unión Soviética, pareciera que sí.
Mientras leía, no podía dejar de conectar algunas ideas de La llamada de la tribu con formulaciones similares desde tribunas muy ancladas en las ciencias naturales. Muchos caminos pueden conducir a la Roma liberal. Si, por ejemplo, Adam Smith recurrió a Hume para no olvidar la naturaleza humana en la discusión de sus ideas económicas, en los últimos tiempos Richard Dawkins ha logrado cambiar nuestra mirada del individuo al gen para seguir discutiendo sobre esa misma naturaleza humana. Si Popper es un optimista convencido de que el mundo actual, gracias al liberalismo, es el mejor que ha tenido la humanidad, Steven Pinker acaba de demostrar, con cifras en mano, que gracias a cierta herencia de la Ilustración eso es verdad (no es casual, entonces, que el canadiense haya peleado incansablemente contra el posmodernismo y el academicismo francés). Si, desde su lectura de Hayek, Vargas Llosa considera que la lucha contra el fascismo debe ser constante porque siempre podemos retroceder, Jonathan Haidt, desde la psicología social, nos ha mostrado que, en efecto, la seducción de la tribu es poderosa porque nos produce un inmenso placer y es parte de lo que somos. Mi punto es este: sí, este libro se lee como un manual ideológico, y sus detractores dirán que es solo una nueva versión de lo mismo. Pero las evidencias están, cada vez más, con el Nobel.