Este tema parece un poco alejado de la realidad peruana, pero tiene que ver con ideologías que, en la era de las redes, pueden tener alto nivel de contagio y llegar hasta aquí.
Las elecciones para gobernador en Virginia de hace unos días se convirtieron, en el tramo final, en unas sobre educación escolar y ciertos contenidos que empezaron a preocupar a muchos padres, más precisamente aquellos relacionados con la "critical race theory" o CRT (en castellano suena espantoso: "teoría crítica de la raza"). En resumen, la CRT es una ideología furiosa que pone énfasis en las diferencias de raza en las relaciones sociales y, específicamente, en el llamado racismo sistémico norteamericano. Los más extremos exponentes de la CRT afirman que toda la idea fundacional de los EEUU es la de ser un estado racista. Esto es, un estado de supremacismo blanco.
En Virginia, el candidato demócrata Terry McAuliffe negó que tales ideas estuvieran llegando a los salones escolares. El candidato republicano Glenn Youngkin denunció lo contrario y ganó. No ganaba un republicano desde el 2009. Este resultado, por supuesto, ha encendido las alarmas en los militantes democrátas, pues temen una reacción en cadena que los haga perder la reelección presidencial el 2024 o, peor aún, que permita el regreso de Trump. La opinología norteamericana está intentando extraer algunas lecciones del tremendo resultado en Virginia. De eso va la columna de Ross Douthat, que es una voz conservadora, y de la que traduzco algunos párrafos.
¿Importa la CRT en Perú? Sin duda. Lo racial es un concepto potente en todas partes del mundo, pero no en todos los contextos se desarolla igual. Sin embargo, la CRT en su versión mínima y más contagiosa propone una nueva racialización de la sociedad con nuevos órdenes de jerarquía. Eso pondría en peligro nuestro más preciado concepto de resolución del conflicto racial: el mestizaje.
En Perú, hay una cierta tradición académica que ha venido denunciando la idea de lo mestizo o el mestizaje desde hace muchos años, a pesar de que el mestizaje sigue siendo, a la luz de encuestas recientes sobre auto-identificación, el concepto con el que la enorme mayoría de peruanos se vincula. Una CRT peruana trataría, sin duda, de continuar ese camino de demolición y otorgarle al mestizo una partida de defunción.
"Ahora los progresistas replicarán que la reacción que puede haber llevado a Youngkin a la victoria (siendo, sin duda, un factor entre muchos) no se trata realmente de textos e ideologías, sino de una incomodidad más generalizada con cualquier exposición de la dura verdad sobre el pasado racista de los Estados Unidos, ya sea en las novelas de Toni Morrison o en las pinturas de Norman Rockwell. Y tienen razón en decir que el movimiento anti-C.R.T. ha logrado combinar objeciones moderadas, incluso liberales, al nuevo progresismo (objeciones que aparecen tanto en la súperliberal Nueva York, como en los suburbios del condado de Loudoun, Virginia), con las viejas objeciones a hablar de esclavitud y segregación.
Pero los progresistas no pueden aislar y atacar el segundo tipo de objeciones a menos que encuentren una manera de abordar también las del primer tipo, especialmente cuando vienen de votantes (incluidos votantes de minorías) que pueden haber apoyado a Hillary Clinton o a Biden, pero que se sienten incómodos por las ideas que se vienen filtrando en las aulas de sus hijos en los últimos años. El enfoque de McAuliffe no lo resolverá: puedes decirle insistentemente a la gente que la critical race theory es solo un cuco de la derecha, pero este debate no fue instigado por padres de la derecha, sino por una transformación ideológica de la izquierda.
Por lo tanto, los políticos demócratas quizás necesiten aclarar qué piensan realmente sobre las ideas que han arrasado las instituciones culturales de élite en los últimos años. Es posible que valga la pena defender tales ideas. Es posible que valga la pena celebrar a Kendi y a DiAngelo. Quizás los superintendentes escolares que recomiendan sus libros deberían ser felicitados por ello.
Si es así, los demócratas deberían decirlo y luchar con valentía en esa línea. Pero si no es así, entonces los políticos demócratas en los estados más polarizados, que enfrentan los ataques republicanos a la política educativa y observan el infeliz ejemplo de Virginia, deberían considerar seriamente en reconocer lo que sospecho muchos de ellos (y, entre ellos, muchos opinólogos de izquierda) realmente piensan: que el futuro inmediato del Partido Demócrata depende de que sus líderes se alejen, hasta cierto punto, de la jerga académica y el fervor progresista."
De "Republicans Schooled The Left in Virginia", columna del NYT del 3-11-2021.
Traducción usando Google Translate y con correcciones posteriores.