La gran desventaja del verano para quien gusta de salir a correr por el malecón en Miraflores son los horarios. En Lima el sol empieza a calentar fuertemente entre las nueve y las diez de la mañana y se mantiene intenso hasta las cuatro y media o cinco. No es conveniente salir entre esas horas. Sin embargo, la gran compensación de estas restricciones son los magníficos atardeceres. Al placer del trajín aeróbico, se le puede sumar el placer del paisaje.
Es posible conceder que las estampas miraflorinas del malecón al ocaso sean tópicas y excesivamente aletargadas. Pero tal muzak visual relaja y amansa el espíritu. Uno ya no suele correr con la mirada detenida en el suelo -medida necesaria para evitar cualquier irregularidad del pavimento- sino en el horizonte. Se reconoce al instante la paleta cromática ligeramente lavada de muchos cuadros expuestos en el Parque Kennedy.
El circuito del malecón, convenientemente dividido en dos, un carril para ciclistas y otro para peatones, suele tener un tráfico muy ordenado. A diferencia de lo que sucede en las pistas aquí nadie se grita, ni se impacienta, ni se insulta. Todos son bienvenidos. Para quien corre los únicos potenciales peligros de la ruta, si pueden ser llamados así, son los niños muy pequeños -de movimientos bruscos e inesperados- y ciertas familias extensas cuyos miembros caminan uno al lado del otro bloqueando el ancho completo de la calzada. No se tome en cuenta el asesinato al paso de un joggista ocurrido hace unos meses en la mañana. Fue una situación excepcional.
Quien esto escribe cubre la distancia que va desde el Puente Villena hasta el Coliseo de la Avenida el Ejercito, ida y vuelta. Según sus cálculos son cuatro kilómetros y medio aproximadamente. La mayoría de corredores con los que se cruza son personas de más de treinta años. Es explicable (salud, prescripción médica, retardo del envejecimiento, etc). Probablemente la mayoría sean mujeres.
Salir a correr es al inicio una obligación disciplinada; luego es una necesidad. Solo después de un tiempo se transforma en un placer. Sucede cuando la resistencia del aire, casi mágicamente, comienza a tener la consistencia del agua. La física enseña que ambos elementos son fluidos.