Llego tarde a los rebotes por modorra internetera. La semana pasada
Apuntes Peruanos reveló en un post que un empleado de El Comercio estuvo detrás de la campaña Facebook alrededor del caso de Paola Vargas, víctima del asalto y la violencia de cierta hinchada futbolera.
Gran Combo Club también hizo eco de la noticia, pero no he visto que se hable mucho más. Es esperable: la discusión es sobre todo ética y para la mayoría es una discusión de babas. Pero este blog suele interesarse por las babas. ¿Por qué un diario de circulación nacional querría dar la impresión de que un movimiento facebookero es independiente y espontáneo? Es decir, ¿por qué ocultar la información de que uno de sus empleados -
Jefe de Diseño Web y que alguna vez tuvo
un blog en su listín de blogs- fue parte activa del movimiento? Pregunto con todo derecho porque yo fui uno de los que hizo click en
PaolaJusticia.com.
Es probable que haya un exceso de pudor trabajando y, solo por ser lunes de buena onda, me animaré a pensar que fue así (el empleado respondió por
Twitter hace unos días). Así que preferiré ir por las lecciones generales: ¿son entonces todas las campañas de FB truchas, como dice Rendón en GCC? ¿Es imposible encontrar alguna que sea químicamente pura,
grassroots en espíritu y en virulencia? Difícil dar una respuesta a rajatabla. Pero al menos una cosa sí podríamos decir: una campaña por Facebook tendrá mayor o menor éxito en la medida en que sus miembros estén cerca de ciertos círculos de rebote en medios. Porque finalmente el objetivo es llegar al titular: el periodismo convencional da la medallita al valor a las campañas que considera revelantes (relevantes para sus propios fines, claro está). Con el titular, creadores y miembros pueden sentir que se llegó a la meta.
Estoy muy adicto al Facebook estos días por su facilidad para el rebote y el comentario breve. Pero también entiendo que la página tiene sus bemoles: es mucho más personalista que el sistema de linkeo de los blogs. Sus lazos están, sobre todo, sentados en la amistad, en la patería, en la información recomendada con palmazo en el hombro. Es la tecnología al servicio del boca a boca y, por eso mismo, muy convincente y muy efectivo. Si en blogs la mayoría de comentarios son anónimos y la gente se muestra muy renuente a revelar su identidad, en la comunidad FB sucede todo lo contrario: la gente está feliz de dar casi todas sus generales de ley, con fotos en bikini incluso. En términos publicitarios eso es oro.
Cuando los periodistas juegan en las campañas de FB son, entonces, también parte del boca a boca. Sus pases de información no están guiados por la relevancia, sino por la amistad. En tanto todo sea parte de su vida privada, todo ok. Pero cuando se mandan al rebote realmente masivo en sus propios medios cruzan una línea que quizás no debieran cruzar. De FB a FB, todo bien. De FB a medio es el problema: se convierten en jueces y parte. He ahí el menjunje ético que hace que lo de PaolaJusticia.com huela a algo trucho y levantado, más allá de sus 56,000 miembros inscritos hasta el momento.
Quizás una prueba de lo anterior sea otra campañita FB de la cual casi nadie tiene noticia, pero que -según sea el cristal con se mire- quizás merezca un titular. "
Odio a Henry Spencer" tiene, hasta el momento, 377 miembros. Los comentarios que se pueden leer ahí son de una furia y un odio vitriólicos. Pero todos demuestran tener algo en común: el hartazgo por un periodismo cada vez más idiota, más inservible, más colestoroso, distractivo y descerebrado. En una palabra: cojudo. Porque no hay duda: las imbecilidades toman cada vez más espacio en los titulares -prensa, radio y TV- y en una coyuntura de ese tipo Henry Spencer (aka Luis Carlos Burneo) es algo así como un símbolo, el mosquito informativo que, aplastado virtualmente, al menos en la fantasía, les devolvería a los miembros de esta campaña la esperanza de que se puede tener algo mejor. Es una genuina protesta de consumidores.
Pero, ¿por qué tan pocos miembros? Una respuesta podría ser que Burneo es realmente un talento que solo los de Frecuencia Latina ven en su real dimensión. Pero también se podría responder con otra pregunta: ¿algún periodista podría rebotar algo así? ¿Son muy pocos miembros 377? ¿Si llega a mil la campaña se convierte en relevante? Es obvio entonces que no todas las campañas llegan al titular: solo un periodista outsider podría unirse a algo así y, con su adhesión, dar su granito de arena publicitario.
El último tema es, quizás, el más importante: ¿cambia una campaña de Facebook el mundo? La pregunta está inserta en una pregunta mayor, a saber, ¿se puede desde internet cambiar el mundo? Y con ambas preguntas tengo un dilema, porque, si bien es cierto que las campañas de FB no se han traducido muy bien en manifestaciones físicas en la vida real (ni siquiera lo de paolajusticia.com pudo congregar a más de 150 personas frente a Palacio de Justicia, aunque esa cifra fue muy superior a otras convocatorias), también es verdad que cada tanto aparecen estas historias de héroes 2.0 (aquí una
columna de Marco Sifuentes sobre la cubana Yoani Sánchez) haciendo resistencia desde sus computadoras con el simple acto de escribir y comentar sobre el mundo que los rodea. Entonces, ¿en qué quedamos? Si aceptamos que es posible la resistencia 2.0, ¿por qué una adhesión en Facebook no puede suponer un acto cívico en sí mismo, sin la consabida reconvención de los bacancitos que incitan a salir a las calles ya que, según se dice, ahí sí se demuestra quién es quién?
Como respuesta intuitiva me animo a pensar que sí es posible cambiar el mundo con una campaña desde Facebook, de la misma manera que es posible cambiar el mundo escribiendo un articulo, un reportaje, un poema, un manifiesto, o cualquier cosa. O quizás más. Porque la dinámica de Facebook es muy poderosa. Recordemos: todo rebote viene personalizado. Ese golpecito en el hombro, esa idea reveladora, esa llamada a media tarde que te quiere vender algo, ese megáfono que lista frutas y verduras ya no son anónimos: los actúa un amigo o un conocido, alguien en quien confías. Y es por ese pacto de confianza y ese potencial bolsón de proselitismos de todo tipo que el periodismo no debería cruzar ciertas líneas. No debería ser juez y parte.
Regresamos entonces al principio del post, donde el juego del periodismo en FB es un asunto ético. Pero bueno, esas son babas, ¿no?