Beto Ortiz no es un paladín de la justicia, pero al menos hace un par de noches mostró los hechos con papeles y registros: el congresista Espinoza sí terminó la secundaria, aunque no en el mismo colegio. El reportaje -que está linkeado en mi FB, aunque solo la primera de dos partes, apelo a la curiosidad del respetable lector y su manejo del buscador para la segunda- dejó aclaradas las cosas y remató con una divertida portada de Peru21 al photoshop donde se reivindicaba al congresista usando birrete, presto a la graduación.
Por mor de la proporción hubiese sido genial unas orejas de burro a cierto tipo de periodismo. Por lo menos quedó demostrado que mentir -o dejar la investigación a medias solo para forzar el argumento- no depende de la cultura. Y mucho menos de la cultura general. Hay otras cosas en juego: emociones que se chorrean, rabias, desesperaciones, y un insalubre tufo discriminatorio.
La curiosidad por saber si el congresista terminó o no el colegio, derivó luego en otra: la de saber si el congresista -más allá de la educación formal- era culto. En su programa, Ortiz lo fusiló con preguntas supuestamente amables que Espinoza -muy incómodo, la vergüenza trasluciéndose en la cara, apocado y empequeñecido, y es por estas cosas que Ortiz no me parece un paladín de la justicia- respondió mayormente mal.
Lo curioso es que el cuestionario, presentado como broma posmoderna, era en realidad un anacronismo de chancletas y de al-rincón-quita-calzón. Porque uno no podía dejar de pensar que con una conexión a internet y una búsqueda en Google, todas las preguntas podían ser respondidas con absoluta facilidad. ¿Qué se ponía a prueba? ¿La memoria?
Y si finalmente Google existe, ¿qué sentido tiene hoy hablar de cultura general? Es una pregunta de orden práctico que, según parece, provoca pesadillas a las personas. ¿Qué cosa es tener cultura general? ¿Qué es la cultura general? ¿Para qué diablos sirve? Al menos por aquí tiene un uso muy específico: detectar al ignorante, ponerlo en evidencia y cagarse de risa de él.
Les corresponde con todo derecho a las misses de concurso de belleza ser la vanguardia en la batalla silenciosa que pone en duda la "cultura general". Es que ya lo saben: esas preguntas culturales no están para saber quién debe ser miss o quién es la más bella de todas. Están para joderlas: verlas sudar, morderse los labios, mirar el techo y luego ser rebotadas en YouTube para el esparcimiento burlón de los facebookeros. Observar cómo una miss se tropieza con sus tacones en la pasarela de la enciclopedia le ha devuelto a estos concursos un lustre perdido. Éstos se han reinventado como realities, donde el roche público excita el rating.
Volvamos a las preguntas. Aplastar, ridiculizar y minimizar a los demás. ¿Para eso sirve la cultura general? Y, además, ¿no es ridículo que alguien pretenda derrumbar al otro usando un arma que, con Google, ha quedado al mismo nivel de eficacia e intimidación que el arco y la flecha?
El siguiente artículo de Intelligent Life está para responder todas las preguntas, esas que empezaron con Pablo de Maladengoitia y que lanzaron a la fama a Giancarlo Vacchelli. Es larguito, pero vale la pena. ¿Es la cultura general un campo finito y limitado de hechos? ¿No es acaso un trozo de conocimiento elástico? ¿No sería mejor que, antes que datos, se enseñaran habilidades? Y, la central: ¿está Google destruyendo el concepto de "cultural general" al poner todos los datos al alcance de todos? Después de leerlo, la próxima vez que alguien quiera jugar Trivial Pursuit con el honor de las personas, podrán reírse socarronamente sin mayor culpa: ya saben que el objetivo no es la cultura, es joder.
PD: La nota original de Peru21 de Carlos Castillo decía lo siguiente:
La presente nota no pretende desacreditar al legislador, elegido en las filas de UPP-Partido Nacionalista, por el hecho de no haber concluido su educación escolar sino por haber faltado a la verdad en su declaración jurada que entregó al JNE. En este documento consignó estudios secundarios completos.
Ya. Hasta el momento la nota no consigna la información del programa de Beto Ortiz y, menos, una rectificación.