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martes, 1 de noviembre de 2011

La comedia es igual a la tragedia más el tiempo


En la historia privada de las naciones quedará pendiente de escribirse la inmensa cantidad de bromas y chistes que se producen en medio de una tragedia. Tal cornucopia humorística quizá se deba a una reacción natural y humana que busca reducir tensión y ansiedad en medio de lo impredecible. Las redes sociales han hecho más visible este nerviosismo que quiere provocar risas para aplacar miedos y, aunque el fenómeno sea entendible, no siempre el buen gusto está de su lado.

Hace unos días Carlos Carlín, otrora humorista, mostraba en la TV una portada de El Otorongo, suplemento humorístico, para editorializar sobre lo que da risa y lo que no (un Chehade en caricatura yacía sobre un abismo entre piedras) es decir, sobre lo que es de buen o mal gusto. El arte del chiste es difícil y es casi imposible -como cualquier opinión- que encuentre unanimidad: la risa de uno es el doloroso disfraz de hazmerreír enchufado sobre el otro.

Chistes privados y chistes públicos. Los primeros casi no tienen mayor consecuencia en un círculo pequeño y es sorprendente cómo podemos solazarnos en ellos incluso en las peores de las circunstancias. Un psicoanalista podría mirarnos feo por esa debilidad. Los segundos tienen una vida que apenas si pueden controlar. Una vez sueltos en plaza mutarán y pueden ser objeto de risa o de censura, y de muchas y variadas malinterpretaciones. Echemos las redes sociales en la receta y multiplíquese por un millón.

En "Crímenes y pecados" de Woody Allen el personaje de Alan Alda daba su receta para hacer humor en la televisión, en el entretenimiento público. Su fórmula se resumía en: "La comedia es igual a la tragedia más el tiempo", una especie de meme que los comediantes han usado como cliché quién sabe desde cuándo. Pueden ver el clip abajo y seguir su clase maestra.



Como todo cliché tiene algo de verdad. Woody Allen ridiculizaba al exitoso personaje de Alda y al mismo tiempo a toda una escuela de humor previsible, una que se cuida de no romper nada para no provocar el rechazo del respetable. Su película va por otro camino: combina secuencias de humor con el drama de un oftalmólogo que no encuentra otra solución para su vida que asesinar a una amante. Al final ambos mundos se encuentran en una escena que bien podría ser la teatralización de lo que consideramos irónico. ¿Dónde ubicar la raya?

Lamentablemente no hay fórmulas. Y cada cierto tiempo veremos las alarmas del mal gusto encenderse en algún rincón del ciberespacio. Quizá la única recomendación posible es, tal como Maricielo Effio nos lo ha mostrado, no hacer humor segundos después del suceso preocupante. Mejor esperar a las primeras informaciones oficiales. Al menos no públicamente.

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