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miércoles, 23 de abril de 2008

For Emma


Lo que nunca hallé ni en Sufjan Stevens ni en Iron & Wine finalmente lo puedo disfrutar como un hincón en el bobo con Bon Iver, nombre artístico de Justin Vernon. Gran debut este 2008 con su álbum "For Emma, Forever ago", título que me hace acordar la preciosa canción de Simon y Garfunkel "For Emily, Whenever I May Find Her" (*). No sé exactamente cuál es la diferencia entre Vernon y los otros folkies, pero encuentro en él un gusto por hacer canciones sin tantos meandros experimentales que a mí me cae bien.


Flume



Lump Sum



(*) Tonteando por YouTube leo todo un debate trascendental sobre si el título correcto de la canción es con "wherever" o "whenever". Y hay pruebas para ambas opciones. ¿Con cuál queda mejor? Creo que con "whenever": la incertidumbre del tiempo antes que la del espacio.

martes, 22 de abril de 2008

El terror sentimental


Si no existiera El sexto sentido, diría que los españoles se han vuelto expertos en una variante peculiar del terror: el de tipo sentimental. Quizás sean los que mejor aprovecharon la lección del niño que veía "personas muertas". Hay más arte en Los otros, El laberinto del fauno y la que acabo de ver sacando el pañuelo para secar los lagrimones, El orfanato, que en la de M. Knight Shyamalan. Pero todas cosechan por igual su sentimentalismo del mundo infantil y también del mundo infantil provienen esos cables que las conectan con lo sobrenatural, con el inframundo. Lo último no es nuevo: El resplandor también tenía a un niño como antena de los fantasmas. Poltergeist igual. Pero las películas españolas, creo, prefieren aterrizar las cosas un poco: prestan atención a los detalles, a la vida doméstica, a los juegos y a los dos dilemas éticos esenciales de todo niño: decir la verdad y la posibilidad de desobedecer. Mientras eso se cocina, somos invitados al menú del suspenso habitual: pasadizos, salones solitarios, sombras, ruidos sin origen. Pero es en el rush final donde nos someten a una pequeña tortura de emociones lastimeras que en realidad funcionan como liberadoras del estrés del terror: los fantasmas -o los engaños de la mente- quedan en segundo plano y podemos hundirnos con penosa calma en la piscina del recuerdo de la madre, de la soledad, del duelo de las vidas abortadas tan temprano. Me encanta ser manipulado de esa manera. La verdad, prefiero eso a quedarme navegando en las aguas tormentosas del mal.

Como remate un esquema simplón solo para que me quede claro:

El sexto sentido: explicación sobrenatural. Bruce Willis era un fantasma.
Los otros: explicación sobrenatural. Nicole Kidman y sus niño eran fantasmas.
El laberinto del fauno: explicación sobrenatural. Bueno, en realidad no sé si esto está tan bien dicho porque la película no es realista, aunque juega con el realismo: es un cuento de hadas de terror. O sea, estrictamente hablando la niña sí era una princesa. Lo que nos genera angustia es la posibilidad de que no lo sea.
El orfanato: explicación racional. Aunque finalmente la gracia es que sea ambiguo, la emotividad se cuela mejor si nos sometemos a una explicación perfectamente lógica (o psicológica).


Un buen comentario estrictamente cinematográfico en Páginas del diario de Satán.

lunes, 21 de abril de 2008

Rock and roll comparado *

Los Arrows y "I love rock and roll" (1975), quizás una nueva versión de "I saw her standing there" de los Beatles donde se resucita la eterna chica de los diecisiete años.



Años después, en 1982, Joan Jett le cambia el género ("I saw him dancing there.."), la endurece y le aumenta el voltaje sexual. Esta es la primera versión del vídeo a colores. Anteriormente en 1979 grabó una versión de la canción con los Sex Pistols y con un beat distinto.



Pero a la Jett no le gustó el vídeo a colores, sobre todo por su traje rojo encendido. El clip fue virado completamente a un BN algo saturado (según creo recordar). Prefiero la versión a colores. La Jett es mucho más sexy así.



*Post dedicado a un sábado por la noche

domingo, 20 de abril de 2008

¿Con quién no me puedo acostar?


John Deaves (61), australiano, desafió la ley de su país embarcándose en una relación incestuosa con su hija, Jenny Deaves (39). La justicia los condenó en marzo último y durante tres años no podrán tener relaciones sexuales. La pareja tiene una niña de nueve meses.

El caso dio la vuelta al mundo y, como en todo caso extremo, uno nunca sabe donde pararse o desde dónde formarse una opinión. La verdad, yo no me detuve a pensar mucho en el asunto hasta que me topé con un pequeño debate en la BBC en el programa "Everyday ethics" * que tenía como pregunta lo siguiente: ¿es el incesto un derecho humano y, si lo es, deberían ser abolidas las leyes que lo prohíben?

Me tomo prestadas varias consideraciones de aquella discusión que empezó con las cuestiones legales. En Suecia, Holanda y Bélgica, por ejemplo, el incesto no es un crimen (y entre ellos Suecia es el único país que permite el matrimonio entre dos hermanos que comparten un padre o una madre). En Australia e Inglaterra, por otro lado, sí lo es. Y en el Perú, según tengo entendido, el incesto no está tipificado como delito, pero sí existen varios impedimentos para el matrimonio civil según el grado de consanguinidad (ver aquí).

Sin embargo, ¿por qué existen tales leyes? En lo que sigue ni me preguntaré ni me responderé como experto -que no soy obviamente- sino solo como curioso. En el programa de la BBC el abogado invitado no consideró técnicamente necesario abolir nada porque las prohibiciones no atentaban contra ningún derecho. Su argumento, como experto en derechos humanos, fue el siguiente: "los estados pueden regular actividades sexuales privadas en el interés de la protección de la moral". Fair enough: la pedofilia, pienso yo, es también uno de esos casos y nuestra moral aprueba ese impedimento casi automáticamente. Los estados no están obligados a hacerlo, pero pueden penalizarlo si así lo consideran necesario. Lo mismo con el incesto.

Luego, el debate tomó otro giro. Porque preguntarse por el incesto es finalmente preguntarse sobre qué es el sexo entre seres humanos. Aquí hizo su aparición el humanista (1) que definió su posición como monista en contraposición con la dualista de la religión. El monista piensa que el cuerpo lo es todo y que la mente es solo una parte de él. El dualista, en cambio, divide al ser humano en cuerpo y espíritu y éste, a su vez, está conectado con Dios. Esto quiere decir que si eres religioso de tradición judeocristiana -quedémonos en Occidente- debes tomarte el tiempo de revisar lo que dijo la Zarza Ardiente -o los expertos en los dichos de la Zarza- para encontrar los límites de tu moral: ahí descubrirás que, en efecto, el incesto no está bien, como tampoco está bien ver el sexo desligado de la reproducción y que, además, tampoco está bien acostarte con alguien de tu mismo sexo y, menos aún, ver con ojos libidinosos a tu mascota. La Zarza quiere tu bien y es mejor que obedezcas. Visto así, es comodísimo ser religioso: el debate está resuelto.

El humanista, sin embargo, tiene que patalear con varias otras cosas. Por ejemplo, considera la posibilidad de que el sexo no sea un medio hacia algo, sino que puede ser un fin en sí mismo: el placer, la recreación, la vida loca. El incesto cae dentro de este campo de actividades porque racionalmente y lejos del dogma no tendríamos por qué decirle que no: venga madre o padre, venga hermana o hermano, venga prima o primo. Sí, el humanista tuvo que reconocer que el incesto no es algo que estuviera dentro de su propio menú y que el "factor asco" algo tenía que ver, pero la repugnancia personal no tiene por qué generalizarse (2). En este punto citó a Kinsey y su descripción del variopinto comportamiento sexual humano.

Fin de la reseña de la discusión radial y primera alarma para el humanista. Muy bien: me amancebo con mi hermana y nueve meses después nace un nene con cola de chancho. ¿Qué vas a hacer al respecto? La caricatura es broma solo en parte porque tiene respaldo médico: si me uno con mi hermana poseyendo un gen letal (3), según los que saben, uno de cada ocho de nuestros hijos -el amor es insistente- nacerá muerto o morirá joven. La dinámica de los genes letales y recesivos es implacable y le tocó también a la pareja australiana: su primer hijo murió de una cardiopatía a los pocos días. Desde ese punto de vista, el incesto no es la mejor de las ideas. ¿No será que el tabú del incesto, casi universal y supuestamente cultural, tiene que ver con este mínimo instinto de conservación natural? La discusión en este tema sigue siendo interminable entre los especialistas. Pero a favor del ser humano podríamos decir que ningún animal es tan creativo para evadir sus instrucciones naturales si acaso existiesen en este caso: con condones y anticonceptivos a la mano, el incesto podría salirse con la suya sin provocar ningún daño a ningún neonato.

Segunda alarma al humanista. Muy bien, pudiste librar al humano de los daños biológicos, pero ¿qué de los daños psicológicos? No por nada una gran cantidad de casos de incesto está muy ligada a la explotación y violación de niños (y de la mujer, cualquiera que sea su edad). Por supuesto, hay leyes que protegen a los menores, pero colocar otro candado condenando el incesto suena razonable, una protección adicional. Es más, aún así estemos ante un caso de incesto consensuado, ¿no sería igualmente estresante de sobrellevar para dos adultos responsables? ¿Para qué complicarse la vida? ¿En qué tipo de sociedad queremos vivir?

A partir de aquí ya hay que ser medio equilibrista, porque con tantos conceptos a tomar en cuenta, es preferible dejar todo, cerrar los ojos y hacer lo que consuetudinariamente consideramos que está mal. Y ese es el punto al que más o menos quería llegar. Porque si una pata coja posee el humanismo ateo es que no suele dar "decálogos" de comportamiento en la vida cotidiana como una religión normalmente sí lo hace. La libertad total, sin una buena linterna para orientarnos, es como una catarata aplastante. Así que de regreso a la pregunta del post: ¿con quién no me puedo -o debo- acostar? ¿La prohibición del incesto ayuda en algo a responderse esta pregunta elemental de los sexualmente activos?

Intuitivamente pienso que sí. Es probable que el paradigma del incesto, por llamarlo de alguna manera, se proyecte fuera de la familia hacia otros espacios en los que incluso pasamos más tiempo que en casa: por ejemplo, los círculos de amigos o el trabajo (4). Si mi memoria no está mal y mi capacidad para escuchar los líos ajenos no se ha agotado, la cantidad de penurias de amor de las que he sido testigo por enredos sexuales con personas "prohibidas" es considerable y seguramente seguirán apareciendo. Un repaso por cualquier consultorio de los o las doctores Corazón del mundo también lo confirma: "me enredé con la ex de un amigo", "¿está bien seducir a la mejor amiga de un amig@?", "me gusta el mejor amigo de mi hermano", "tengo un romance oculto con mi jefe y/o mi subalterno", etc, etc etc. Las combinaciones son infinitas, pero siempre con las mismas consecuencias: desconcierto, angustia, sensación de incomodidad, emociones sobre las que se montan las aprensiones normales del flechazo amoroso. La cultura popular tiene sus propios decálogos a falta de los oficiales: "las novias de los amigos son como la familia. Do not trespass." ¿Tienen los darwinistas razón cuando dicen que es más ventajoso para un individuo juntarse con otro individuo que sea distante de su línea de parentesco porque eso asegura una mejor combinación genética? ¿Eso también asegura una mayor estabilidad emocional surmegidos como estamos, a veces, en círculos cerrados que fungen de familias?

Ni idea. No soy un abogado del control de los deseos, pero sí me intriga saber por qué reaccionamos tan mal frente a emparejamientos que creemos imposibles o prohibidos (o por qué nos asustan cuando nos toca vivirlos). Celos, territorialidad, envidia, ira, heridas mortales al ego: la telenovela cotidiana de la vida privada y secreta de los que nos rodean, su cola de chancho.


* Lamentablemente el programa ya no está online.

(1) "Humanista" en este sentido: alguien que se adhiere a una forma de vida que combina la razón con la compasión. El que basa su interpretación de la existencia en la evidencia natural y su evolución, y no en la creencia de lo sobrenatural. Como el invitado era de "Humanism Ireland", aquí el link que lo explica mejor.

(2) Es más, el asco como guía moral está basado muchas veces en los prejuicios y la irracionalidad. Aun cuando las emociones -como la ira o el miedo- juegan un papel importante en la creación de las leyes, el asco cae en un saco distinto. Leer esta interesante entrevista a Martha Nussbaum.

(3) Aquí, segunda cita.

(4) Lo único relacionado que hallé fue esta columna del 2007 de Fernando Maestre en Peru21: "El incesto no solo se perfila como el atractivo sexual hacia la madre y otros parientes; también alcanza otras formas de presentación que se concretan como miradas lascivas, preferencias, amores platónicos, que en el fondo no son más que un intento de acercamiento, como de quien está en búsqueda de un encuentro, que nunca llega. Es así como existe un tipo de incesto que discurre sin que un hombre toque 'físicamente' a un elemento prohibido, limitándose a conversaciones eróticas íntimas o sexuales."

viernes, 18 de abril de 2008

Thriller


Aunque la Rolling Stone versión Colombia -y cuyo resplandor le llega a Perú, a Venezuela, a Ecuador y a Panamá- no es la misma que la original, ni que la versión argentina que hace mucho tiempo que no abro, ni que la española que no creo haber leído más que online, igual no está mal. Es un mix de notas traducidas y artículos originales que le competen a la zona con el sello de estilo RS: buena escritura que se esfuerza por ser creativa e inteligente -algunos dirán petulante-, que exuda contemporaneidad y que por unos milímetros se salva del abismo disforzado de lo hip. Pero para cualquier esperanza de contagio verbal mejor es ir a la fuente primigenia.

Uno de mis libros favoritos durante mucho tiempo fue The Rolling Stone Album Guide, volumen editado por Anthony de Curtis en base al trabajo de cuatro críticos. Era una colección de miniensayos de unas ochocientas páginas compilado con una arbitrariedad que podía sacar de quicio -hacia 1992, año de la edición, The Smiths o David Bowie eran tomados como rarezas antes que como leyendas-, pero que daba en el blanco con el estilo. Cada entrada ordenada alfabéticamente por nombre de artista tenía una pincelada que quedaba en la memoria: en los casos de la mala producción sin remedio, la RS vomitaba una arrogancia realmente divertida, esa que suelen enrostrar los criticones que prefieren las llamaradas intuitivas de Lester Bangs. Pero lo mejor venía en el momento del elogio: los críticos de la RS podían rendirse con un infantilismo emocionado frente a los artistas insuperables o las discografías irrefutables. El crítico cedía paso al fan y uno, como lector, se fanatizaba con ellos: "no gustar de los Beatles es como que a alguien no le guste la luz del sol", dijo uno. Debo haber leído ese libro de cabo a rabo varias veces sin darme cuenta, en cada momento de ocio absoluto o en el baño. Y siempre lo cerraba con una sonrisa en la cara, dispuesto a conseguir por fin el Back to Mono de Phil Spector o darle una última y medio desesperanzada oportunidad a The Band. Lo esencial no era estar de acuerdo o no, ni enredarse en densas especulaciones ideológicas sobre si los Sex Pistols fueron punks de verdad, sino entender que la música estaba ahí, sobre todo, para hacerte feliz.

Abriendo la RS Latinoamérica de marzo me topo con una reseña traducida de una de mis plumas favoritas de la revista: Rob Sheffield. Normalmente él se encarga de los pesos pesados (sobre el In Rainbows de Radiohead dijo: "On 2003's Hail to the Thief, Yorke's vocals were all punk rage, but here his voice has an R&B lilt that suits the songs' romantic directness.") y en esta última reseña se explaya entusiastamente sobre la edición del aniversario no. 25 del Thriller de Michael Jackson. Es difícil escribir con oídos frescos sobre lo transitado en el pasado hasta la náusea, pero una buena reseña siempre expande un poco más el territorio. El pop que rompe récords me fascina y me fascina aún más si la unanimidad comercial coincide con la unanimidad de los críticos. Pero para reconocer esas joyas que por demasiado expuestas pasan desapercibidas, tienes que dejar de hacerle ascos a lo mainstream. Y esa es otra de las cosas que me gustan de la RS (y del reseñador RS).

Rob Sheffield sobre Jackson en su versión en inglés:

"He taught Boy George fans and Rick James fans to hear each other's music, just as he taught Van Halen, Lionel Richie, ZZ Top, Stevie Nicks and Bruce Springsteen to play to this grand new pop-thrills audience he'd called to the floor. After this, nobody claimed disco sucked again."

Años después los indies volverían a rebelarse contra ese mandato de las pulsiones primarias. ¿Cuántos discos en los últimos diez o quince años se ha tenido que soportar con percusiones apenas audibles, voces anoréxicas, guitarras moribundas y un orgulloso asexualismo exhibido como una extraña versión del amor? Si algo me molesta de la estética y ética del "do-it-yourself" es que desdeña prestándole apenas atención a los que pueden más que ellos. O sea, a los talentosos de verdad, vengan de donde vengan. Jackson es uno de ellos.

Esta otra línea de Sheffield también me gustó y nos mete de lleno a la música:

Madonna made her own version of "Billie Jean," retitled "Like a Virgin." Stevie Nicks called her version "Stand Back," Pat Benatar called hers "Love Is a Battlefield." Bob Dylan called his "Tight Connection to My Heart." Yet none of them could touch the original.

El beat de "Like a virgin" -grabado por el ya desaparecido Tony Thompson- es idéntico al de Billie Jean -y casi calca el bajo- y seguramente todos lo tienen en la cabeza. Pero yo tuve que recordar las otras canciones. Para los que les gusta comparar aquí Stevie Nicks, aquí Pat Benatar y aquí Bob Dylan. Creo que lo de Dylan cayó fuera del bull.

Al final Sheffield desestima la canción que le da título al álbum y de paso se tumba el vídeo.

The one hit that sounds tired now is "Thriller," killed off by the video, with its bid for middlebrow respectability. ("Billie Jean" and "Beat It" are great videos — "Thriller" is just a crap John Landis movie.) (1)

Absurdo. El beat y el bajo de "Thriller" es casi tan bueno como el de "Billie Jean". Quizás los claps molestan un poco, al igual que los ruidos ambientales, y es posible que el recitado de Vincent Price estorbe -aunque es clásico-, pero los vientos son irresistiblemente funkys y la melodía es mejor que la de "Beat it". Es, claro, un hit sobreproducido, pero ¿qué cosa no lo fue en los ochenta?

Ahora, para no burlarse del vídeo de "Thriller" de John Landis -un palomilla divertidísimo- y más bien reírse con él, es necesario haber visto Un hombre lobo americano en Londres, película dirigida por el propio Landis en 1981, dos años antes del clip. Es una de mis películas favoritas y una que logra lo imposible: juntar el horror, la comedia y la tragedia en una sola historia y, a veces, en una sola escena (como el de la transformación licantrópica al son de "Bad Moon Rising" de Creedence). El vídeo es un remake (2) en trece minutos que, además, le suma al cóctel lo festivo y su particular sentido de lo cool: una veintena de zombies haciendo la coreografía más disparatada, extravagante y copiada de la historia no es basura, es una inspiración que hasta ahora produce hipnosis.

La sátira arranca desde el inicio con aquella advertencia de Jackson de que por si acaso "no cree en lo oculto" y termina con la mención de que "cualquier similitud con personas vivas, muertas (o no-muertas [undead]) es pura coincidencia". Landis tenía muy en claro que su película de 1981 era un canto a la fuerzas hormonales de la adolescencia. "Thriller" lo fue de la gran crisis hacia el megaestrellato de un adolescente eterno. Jackson, en la vida real, sigue su transformación y despues de 25 años aún no se sabe en qué clase de ente terminará convertido. La metáfora, inquietantemente, cobró vida en el mundo referencial.

Y todo eso es "Thriller" cuya influencia también nos tocó en parte: curiosamente se volvió una palabra familiar que algunos peruanos solían usar para describir lo siniestro, lo psicótico o lo excesivamente excéntrico. Obviando, claro, la "th". Por ejemplo, que alguien le dedique un post a Michael Jackson seguramente será algo 'tríler' para algunos.




(1) Esta parte no aparece en la revista, la reseña, por error, está cortada.

(2) Por ejemplo: la larga caminata solitaria de Jackson y su novia es idéntica a la de los dos estudiantes al inicio de la película.

viernes, 11 de abril de 2008

La necesidad de un musical


El género musical en el cine no ha muerto, se ha vuelto elástico. Hace poco reví por cuarta vez 24 Hour Party People (2002) y disfruté nuevamente al borde la risa histérica los aforismos dispersos de Tony Wilson, el protagonista, periodista, productor, agente, exégeta de su época y gurú de Madchester. Su verbosidad incontinente es sobre la música, por la música y en homenaje a la música. ¿Musical o no? Pocos dirían que sí (1), pero la película posee ese mismo vitalismo que le pertenece al género: la sensación de que la vida en las canciones es mucho más grande y perfecta que la miseria que la rodea. El idiota Shaun Ryder, por ejemplo, puede convertirse en un émulo de W.B. Yeats a través de los Happy Mondays. Wilson es solo el anotador a pie de página de la exuberancia del rock and roll.

Musicales de visionado reciente: Across the universe y Once. El primero lo es en toda regla: los diálogos se intercalan con números musicales donde los personajes cantan, se rebelan al orden natural de las cosas, cuentan sus estados anímicos y hacen avanzar la historia. La audacia está en utilizar solamente canciones de los Beatles. De primera impresión, la película pareciera ser solo el vehículo del ego de alguien como Paul McCartney (c.f. Give my regards to Broad Street). Pero la otra audacia, que es más audaz todavía, es que la película le exige al público conocer muy bien el songbook: las canciones se reinterpretan, se acomodan al guión, se ironizan y cambian su sentido sin variaciones en las letras. Para disfrutar Across the universe -y disfrutar del discurso meta que usa "I wanna hold your hand" como imploración romántica de una lesbiana, "She's so heavy" como descripción de la libertad a la americana o el chiste de she came in through de bathroom window (2)- y considerarla un éxito es preciso ser un beatlemaníaco. Y el beatlemaníaco descubre con esta película que el grupo inglés fue uno de los grandes cronistas de su época. Para los otros, la película es un par de horas de melomanía exasperante.

Once es fantástica sin ayuda del pasado. La mayoría de canciones son inéditas y tienen el tono indistinto -para mí- del folk de cantautor. Los protagonistas son músicos y de alguna manera mágica y sin disfuerzos la música aparece en la vida anodina de Dublín no para hacerla extraordinaria -no hay nada extraordinario en Once, solo personajes sin dirección soportando la vida-, sino para inventar un romance que es imposible en la realidad. ¿Cómo te enamoras y enamoras a alguien a quien no puedes ni debes enamorar? Con una canción. "Si le cantas esa canción ella volverá", le dice la chica al chico de corazón roto (ambos sin nombre) al inicio. Lo que, bien pensado, creo, es el eterno subtexto de la música. La necesidad de un musical es la necesidad del amor, o sea, la esperanza de un milagro.



(1) Algunos prefieren hablar despectivamente de películas con "estética de videoclip". Pero cabría preguntarse si un número musical de antaño no es acaso una versión primitiva del futuro video clip.

(2) Un momento realmente maravilloso para el beatlemaníaco es comprender por fin la infinita tristeza de una canción como "If I fell" (in love with you). Qué bien dramatizada que está en el personaje de la deliciosa Evan Rachel Wood. Ver:


jueves, 10 de abril de 2008

Vendiendo libros


¿Mi memoria me falla o hace años, cuando era niño, en la TV peruana se hacía publicidad a ciertos libros? Recuerdo particularmente dos, con títulos como dirían los críticos de la Rolling Stone, bigger than life. Uno era Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena, un tomo grueso que transitó por mi casa, pero que jamás leí porque las historias de pacientes psiquiátricos me aterraban. La idea, creo, era que la protagonista también terminaba -o ya estaba- mal. El otro era La guerra del fin del mundo de MVLL cuya sola mención me remitía al Apocalipsis. ¿De qué podía ir una novela con un título semejante? Lo descubrí años después cuando la leí de cabo a rabo. Y en ese caso la realidad de la ficción superó la imaginación de mi realidad de niño.

Chequeando Paper Cuts, el blog de libros del NYT, me topo con un slide-show de avisos de la "edad de oro" de la publicidad de libros que, según el periódico, ocurrió entre 1962 y 1973. "Why those dates? The books - and the ads for them - were terrific: fresh, pushy, serious and wry, often all at the same time. There was a new sense of electricity in the culture and in the book world", dice. Es para darle una chequeada, a ver si se contagia la electricidad (o un electrocutamiento).

martes, 8 de abril de 2008

Good old rock and roll


Salió el segundo disco de The Raconteurs -que se vende online en su propia página- y escucharlo es un baño de energía para tanto hígado de los últimos días. La improbable unión del popmeister Brendan Benson y del rockero Jack White no resultó nada improbable: el primero ganó la distorsión que estaba necesitando para no perderse en el cosmos sin retorno de lo poppy sin espacio ni tiempo, y el segundo obtuvo de vuelta su mortalidad. Consolers of the lonely mejora con cada escuchada. Aquí el primer vídeo: "Salute your solution". Después de haberme intoxicado con tanto Kanye y Amy, es bueno recordar de qué se trataba todo esto de la música que escuchaba de adolescente.




Actualización al 9 de abril: ayer escuché únicamente este álbum todo el día, una y otra vez. Es mejor que el primero: 10 sobre 10, 100 puntos, A-1, cinco estrellas, etc. Lo diré así: este disco es tan bueno como el Revolver. Clásico.

lunes, 7 de abril de 2008

Si no opinas como yo, te callo


Casi escribo esto en un comment en la página de El Morsa, pero iba a salir excesivamente largo. Además, el tema tiene varias aristas. El caso es el siguiente: la renuncia de Beto Ortiz a Peru21 y su negativa a seguir escribiendo su columna "mientras sigas [Augusto Alvarez Rodrich] publicándole artículos a Umberto Jara." Como AAR no aceptó las condiciones de esa muy evidente pataleta, Roberto Bustamante concluyó:

"Yo alucinaba (ilusamente, la verdad) una actitud más democrática y abierta de Augusto Álvarez Ródrich. Sería la voz que otros columnistas y los dibujantes consecuentes de Otorongo se pronuncien."

Esto ya debe parecer un ping pong medio fastidioso, pero Mr. Morsa y yo vivimos casi en las antípodas de las ideologías y el pensamiento. Él opina A y yo W. Pero retrucar, creo, ayuda un poco a definir posiciones. Finalmente, su blog es muy leído y seguramente muchas personas piensan como él.

Así que empiezo. Roberto: el que no es democrático no es AAR, es Beto Ortiz. ¿Por qué? Porque el simple acto de pedir que no se le permita a alguien la publicación de un texto, un testimonio, o de lo que sea, bajo el argumento de la incalificación moral es pensar con el látigo de la censura y la inquisición en una mano. Más allá de que hacerle tal petición a un director cruza bastante la línea de los cargos y la jerarquía de un medio, no entender que lo que el lector busca es tener distintas versiones de una misma historia ya es de por sí bastante antiperiodístico. Ortiz hace chanfle dos veces. No suelo pensar como Augusto Alvarez Rodrich, pero en este caso su respuesta está muy bien.

Esta arista particular del tema me interesa por una razón. Porque últimamente se ha estado haciendo excesivo hincapié en el supuesto autoritarismo a lo Fujimori del gobierno, por un lado, y en el resurgimiento de supuestas prácticas discriminatorias que los nuevos aires apitucados de nuestro acharolado y rutilante grado de inversión nos están dando. Los dedos acusadores saltan por todos lados. Pero, lamentablemente, creo, donde no existen. La opinión del Morsa es un ejemplo, que resumo como: "es antidemocrático no hacerle caso a Beto Ortiz y propiciar su renuncia por una petición justa: dar de baja a Umberto Jara, el fujimorista". Pero hay más.

Ejemplo 1: José Alejandro Godoy resalta la "censura" de la que es objeto supuestamente César Hildebrandt por no conseguir un sitio en la televisión abierta (pero que sí lo tiene en prensa escrita y en la radio). Silvio Rendón ponía en cuarentena esta línea de apreciación -no necesariamente respondiendo a JAG- con justa razón: CH debe ser el periodista censurado que más espacio tiene en los medios en un país vertical y gradualmente fascista, como él mismo, el periodista, lo denomina. Ya me imagino la réplica del otro lado: si no lo ves y no piensas como yo es porque estás coludido con un gobierno fascista. Bueno, la pone bien difícil porque con tantos cambios de opinión es complicado pensar como él.

Ejemplo dos, algo rebuscado, pero igual de interesante. El siempre combativo Alfredo Vanini discutió el tema del racismo en un comment del blog de Martín Tanaka y citó una columna de Federico Salazar en La República publicada ayer. Era sobre el caso -que ha sido pasado por alto por muchos- de "un decreto por el que las mujeres pueden incorporarse como socias a clubes exclusivos", según escribe Salazar. Vanini dice:

¿Los cambios sociales han sido sustantivos y han influido sobre las mentalidades? Puede ser. Yo no lo creo. Es nuestra discrepancia pues. Y es un honor discrepar con usted. Pero le doy un ejemplo fresquito: fíjese en los artículos aparecidos acerca del Decreto que manda a los clubes sociales aceptar mujeres. Lea las reacciones de Mario Ghibelini en Somos ayer y de Federico Salázar en La República hoy. ¿Le parece que esas reacciones son aisladas? ¿No le parece que son el síntoma de un pensamiento que tiene su matriz en los años 50?


No fue el mejor tratado -injustamente- por el público lector de "Rajes del oficio I" y MVLL dijo que no lo leía, pero lo de Salazar -que tiene el buen monotema de la libertad en nuestra vida cotidiana- da en el clavo: "El Presidente no respeta las diferencias. Les ha dicho a los clubes: opinan como yo, o mando a disolverlos." Exacto. Pero como es aparentemente democrático firmar un decreto que obliga a la democracia -en un sitio donde el Gobierno no tiene por qué meter su idea de la democracia-, los que usualmente acusan, esta vez prefieren no hacerlo. Aquí no hay pensamiento con matriz en los 50: aquí básicamente se trata de tolerar a los que no piensan igual que uno, idea que no viene de los cincuenta, por cierto, sino de muchos años atrás. Replicar con autoritarismo lo discriminatorio -por más bienintencionado que sea, aunque esta idea ya sea bastante perversa- es morderse la cola: te censuro fujimorista, te censuro Club Regatas, te censuro dueño de casita pintada de blanco en Asia, te censuro emo, te censuro a ti que hablas inglés, etc. y la escalada no se detendrá hasta que, oh desgracia nuestra, lo afectado sea nuestras propias convicciones. Es el velasquismo revisitado y para quienes quieran tener una versión fresquísima, brillante y notablemente bien escrita de estos mecanismos mentales recomiendo leer "Un millón de soles" de Jorge Eduardo Benavides, la mejor novela del 2007 y unas de las mejores novelas peruanas que yo haya leído.

OK. Hora de parar el skate que ya estamos en bajada. Y para eso volvamos a Beto: porque Beto será antidemocrático en su petición, pero sobre Umberto Jara yo me pongo los chimpunes en su reclamo. Ese es el otro lado del problema.

Hay muchos peros en el pasado de Jara -y uno de ellos no es haberse mochado la "H" de su nombre de pila- y sobre los cuales me parece que él ha aceptado su responsabilidad. Pero tambíén hay muchos peros en su presente. Por ejemplo: ¿qué significó para él publicar Historia de dos aventureros, la biografía no autorizada del matrimonio Toledo-Karp? Me lo pregunto porque, en Caretas, él escribió lo siguiente:

El mamotreto [un libro de Pichilingüe] fue presentado a la editorial Norma. La movida tenía una lógica: si Norma publicaba un libro que cuestionaba de manera brutal tanto al autor como al contenido del libro que escribí “Ojo por ojo, la verdadera historia del Grupo Colina” (2003), entonces judicialmente podían presentar el argumento bajo este criterio: el libro “Ojo por ojo” contiene una endeble investigación, tanto así que la misma editorial publica un libro que lo cuestiona; en consecuencia, debe desestimarse su presentación como prueba tanto en el proceso seguido contra los cabecillas del Grupo Colina como en el que se iniciaría a Fujimori.
La editorial rechazó el texto por su explícito contenido difamatorio y porque esos ataques delictivos incluían a diversos personajes de la política nacional. La evidencia de que se trató de un ardid fujimorista se encuentra en una nota de protesta que publicó el diario La Razón bajo el título “Editorial Norma veta libro del segundo del Grupo Colina”. Digamos que dejar huellas es una especialidad de esta gente desde la matanza de Barrios Altos.


El largo pasaje me parece interesante porque Historia de dos aventureros no fue publicado por Norma tampoco. Y por ninguna editorial. Y lo dejo ahí, porque si seguimos el razonamiento de Jara la conclusión no es muy buena para él.

Por otro lado, las virtudes especulativas del periodista, que me parecían buenas en un inicio, de pronto se me aparecieron con un gran signo te interrogación cuando leí "Secretos del túnel", libro del 2007. Ahí Jara dice, no sé si distraídamente, lo siguiente:

Lo curioso entre Fujimori y Cerpa es que ambos pertenecen al mismo signo zodiacal, Leo, que suele imponer, a quienes están en su designio, la peligrosa tenacidad de un orgullo férreo. Ese rasgo compartido los hizo actuar con la misma empecinada tozudez de la cual era imposible salir con un acuerdo gobernado por la razón.


Obviamente esa explicación es ridícula. Y más ridículo sonaría en un juicio. ¿Cómo valorar entonces la presentación de Jara en el juicio actual a Fujimori, tan llena de respuestas esquivas, incompletas y exasperadas sobre su primer libro "Ojo por ojo"? Para mí el interrogatorio del que ha sido objeto es fascinante por lo siguiente: porque nunca había visto un libro sometido a tal nivel de escrutinio, de lectura palabra por palabra, de análisis puntilloso y jodido con un lector puntillosísimo como el hiperliteral Nakasaki. Y en esa batería de preguntas Jara, la verdad, no ha quedado muy bien. Y, lamentablemente, decirlo no es muy antifujimorista para los tiempos que vivimos. ¿Investigación endeble? A veces parecía que sí (para mi propio horror, por supuesto, porque Jara es un cronista endemonidamente bueno). Pero eso no debe hacernos perder de vista que lo insustituíble, lo que cae como piedrazo de evidencia en la cara, es el testimonio en vídeo de Martin Rivas. Es curioso como parece hasta innecesario el libro cuando confrontamos las dos versiones totalmente opuestas de ese asesino. Los jueces decidirán.

Así que por todo lo anterior entiendo a Beto Ortiz y, sí, me parece que un comentario como el suyo era lo que algunos estábamos esperando. ¡Pero no así! No haciendo lo mismo que otros hicieron con los que opinan distinto: solicitando que no hablen, callándolos o mandándolos al hoyo sin fin de la eterna condena. Porque cuando nos toca el asunto no es de broma. Le acaba de pasar a un ex emerretista que pagó con cárcel sus delitos y que ha vuelto a ella por opinar estando en un sitio en el que supuestamente no debía estar . Le está pasando a Melissa Patiño por lo mismo. Está bien leer entre líneas, discutir y retrucar. Está mal, creo, lanzar el guadañazo sin juicio de por medio y pedir la muerte pública de las personas, aunque esas personas nos produzcan una urticaria insoportable.


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