Aunque la Rolling Stone versión Colombia -y cuyo resplandor le llega a Perú, a Venezuela, a Ecuador y a Panamá- no es la misma que la original, ni que la versión argentina que hace mucho tiempo que no abro, ni que la española que no creo haber leído más que online, igual no está mal. Es un mix de notas traducidas y artículos originales que le competen a la zona con el sello de estilo RS: buena escritura que se esfuerza por ser creativa e inteligente -algunos dirán petulante-, que exuda contemporaneidad y que por unos milímetros se salva del abismo disforzado de lo hip. Pero para cualquier esperanza de contagio verbal mejor es ir a la fuente primigenia.
Uno de mis libros favoritos durante mucho tiempo fue The Rolling Stone Album Guide, volumen editado por Anthony de Curtis en base al trabajo de cuatro críticos. Era una colección de miniensayos de unas ochocientas páginas compilado con una arbitrariedad que podía sacar de quicio -hacia 1992, año de la edición, The Smiths o David Bowie eran tomados como rarezas antes que como leyendas-, pero que daba en el blanco con el estilo. Cada entrada ordenada alfabéticamente por nombre de artista tenía una pincelada que quedaba en la memoria: en los casos de la mala producción sin remedio, la RS vomitaba una arrogancia realmente divertida, esa que suelen enrostrar los criticones que prefieren las llamaradas intuitivas de Lester Bangs. Pero lo mejor venía en el momento del elogio: los críticos de la RS podían rendirse con un infantilismo emocionado frente a los artistas insuperables o las discografías irrefutables. El crítico cedía paso al fan y uno, como lector, se fanatizaba con ellos: "no gustar de los Beatles es como que a alguien no le guste la luz del sol", dijo uno. Debo haber leído ese libro de cabo a rabo varias veces sin darme cuenta, en cada momento de ocio absoluto o en el baño. Y siempre lo cerraba con una sonrisa en la cara, dispuesto a conseguir por fin el Back to Mono de Phil Spector o darle una última y medio desesperanzada oportunidad a The Band. Lo esencial no era estar de acuerdo o no, ni enredarse en densas especulaciones ideológicas sobre si los Sex Pistols fueron punks de verdad, sino entender que la música estaba ahí, sobre todo, para hacerte feliz.
Abriendo la RS Latinoamérica de marzo me topo con una reseña traducida de una de mis plumas favoritas de la revista: Rob Sheffield. Normalmente él se encarga de los pesos pesados (sobre el In Rainbows de Radiohead dijo: "On 2003's Hail to the Thief, Yorke's vocals were all punk rage, but here his voice has an R&B lilt that suits the songs' romantic directness.") y en esta última reseña se explaya entusiastamente sobre la edición del aniversario no. 25 del Thriller de Michael Jackson. Es difícil escribir con oídos frescos sobre lo transitado en el pasado hasta la náusea, pero una buena reseña siempre expande un poco más el territorio. El pop que rompe récords me fascina y me fascina aún más si la unanimidad comercial coincide con la unanimidad de los críticos. Pero para reconocer esas joyas que por demasiado expuestas pasan desapercibidas, tienes que dejar de hacerle ascos a lo mainstream. Y esa es otra de las cosas que me gustan de la RS (y del reseñador RS).
Rob Sheffield sobre Jackson en su versión en inglés:
"He taught Boy George fans and Rick James fans to hear each other's music, just as he taught Van Halen, Lionel Richie, ZZ Top, Stevie Nicks and Bruce Springsteen to play to this grand new pop-thrills audience he'd called to the floor. After this, nobody claimed disco sucked again."
Años después los indies volverían a rebelarse contra ese mandato de las pulsiones primarias. ¿Cuántos discos en los últimos diez o quince años se ha tenido que soportar con percusiones apenas audibles, voces anoréxicas, guitarras moribundas y un orgulloso asexualismo exhibido como una extraña versión del amor? Si algo me molesta de la estética y ética del "do-it-yourself" es que desdeña prestándole apenas atención a los que pueden más que ellos. O sea, a los talentosos de verdad, vengan de donde vengan. Jackson es uno de ellos.
Esta otra línea de Sheffield también me gustó y nos mete de lleno a la música:
Madonna made her own version of "Billie Jean," retitled "Like a Virgin." Stevie Nicks called her version "Stand Back," Pat Benatar called hers "Love Is a Battlefield." Bob Dylan called his "Tight Connection to My Heart." Yet none of them could touch the original.
El beat de "Like a virgin" -grabado por el ya desaparecido Tony Thompson- es idéntico al de Billie Jean -y casi calca el bajo- y seguramente todos lo tienen en la cabeza. Pero yo tuve que recordar las otras canciones. Para los que les gusta comparar aquí Stevie Nicks, aquí Pat Benatar y aquí Bob Dylan. Creo que lo de Dylan cayó fuera del bull.
Al final Sheffield desestima la canción que le da título al álbum y de paso se tumba el vídeo.
The one hit that sounds tired now is "Thriller," killed off by the video, with its bid for middlebrow respectability. ("Billie Jean" and "Beat It" are great videos — "Thriller" is just a crap John Landis movie.) (1)
Absurdo. El beat y el bajo de "Thriller" es casi tan bueno como el de "Billie Jean". Quizás los claps molestan un poco, al igual que los ruidos ambientales, y es posible que el recitado de Vincent Price estorbe -aunque es clásico-, pero los vientos son irresistiblemente funkys y la melodía es mejor que la de "Beat it". Es, claro, un hit sobreproducido, pero ¿qué cosa no lo fue en los ochenta?
Ahora, para no burlarse del vídeo de "Thriller" de John Landis -un palomilla divertidísimo- y más bien reírse con él, es necesario haber visto Un hombre lobo americano en Londres, película dirigida por el propio Landis en 1981, dos años antes del clip. Es una de mis películas favoritas y una que logra lo imposible: juntar el horror, la comedia y la tragedia en una sola historia y, a veces, en una sola escena (como el de la transformación licantrópica al son de "Bad Moon Rising" de Creedence). El vídeo es un remake (2) en trece minutos que, además, le suma al cóctel lo festivo y su particular sentido de lo cool: una veintena de zombies haciendo la coreografía más disparatada, extravagante y copiada de la historia no es basura, es una inspiración que hasta ahora produce hipnosis.
La sátira arranca desde el inicio con aquella advertencia de Jackson de que por si acaso "no cree en lo oculto" y termina con la mención de que "cualquier similitud con personas vivas, muertas (o no-muertas [undead]) es pura coincidencia". Landis tenía muy en claro que su película de 1981 era un canto a la fuerzas hormonales de la adolescencia. "Thriller" lo fue de la gran crisis hacia el megaestrellato de un adolescente eterno. Jackson, en la vida real, sigue su transformación y despues de 25 años aún no se sabe en qué clase de ente terminará convertido. La metáfora, inquietantemente, cobró vida en el mundo referencial.
Y todo eso es "Thriller" cuya influencia también nos tocó en parte: curiosamente se volvió una palabra familiar que algunos peruanos solían usar para describir lo siniestro, lo psicótico o lo excesivamente excéntrico. Obviando, claro, la "th". Por ejemplo, que alguien le dedique un post a Michael Jackson seguramente será algo 'tríler' para algunos.
(1) Esta parte no aparece en la revista, la reseña, por error, está cortada.
(2) Por ejemplo: la larga caminata solitaria de Jackson y su novia es idéntica a la de los dos estudiantes al inicio de la película.