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martes, 22 de diciembre de 2009

El peso de las evidencias es evidente: amateurs, periodistas, académicos y niñatos

Un viaje a Cusco me dispuso contra la neurosis del trabajo y me reencontró con el ocio y la deliciosa sensación de no hacer nada. La actualización del blog resintió el cambio de aires, pero no así la cabeza, que ha estado más despejada que nunca; tanto, que este blogger concluyó que tener un blog es más una molestia que una satisfacción, más un dolor que un placer.

Es parte de la resaca 2.0 del 2009, un año con muchas sorpresas que, espero, se irán desgranando a lo largo de algunos posts. Preferiré, creo, las entradas cortas antes que el rollo sin continencia alguna. Debo confesar que, revisando entradas anteriores de este Bloodyhell, he detestado su estilo y su prosa desprolija. De pronto he admirado a Renato Cisneros o Juan Manuel Robles. Quizás hasta todo Etiqueta Negra. Mala manera de terminar el año.

Pero no hay nada que se pueda hacer contras las ganas de escribir. Lo patético es que le suceda a gente que no tiene mucho talento para hacerlo. Así lo he constatado revisando muchos otros blogs (aparte de este), todos exhibiendo un pundonor y una infatigabilidad digna de Olimpiada, pero una sin medallas ni reconocimientos. El riachuelo del talento existe, pero uno se la pasa más tiempo chapoteando en el océano de lo mediano.

Y así entramos en materia con un primer punto. Este 2009 ha hecho las brechas entre los amateurs y los profesionales más grandes y más insalvables en la blogósfera. El otrora cardumen entusiasta de libertarios 2.0 nadando en el plasma del ciberespacio cedió el paso al gran y aplastante podio de los gurúes 2.0, movimiento que obligó a muchos pescados a profesionalizarse sobre la marcha, transformando el uso doméstico de las redes en conocimiento especializado. 

No discutiré la calidad de ese conocimiento (o sea, si es digno de la PUCP o de Alas Peruanas). Solo describo lo que me parece un fenómeno al mismo tiempo paradójico, pero natural. Los libertarios 2.0 se dieron cuenta en algún momento que con periodismo (el de verdad o el ciudadano) no se lograría pagar las cuentas, pero que sí empezaba a apreciarse mucho enseñar a los analfabetos digitales cómo usar o diseñar las herramientas gracias a las cuales circula la información. Adiós al contenido y bienvenido el mundo de las formas. Si el periodismo en internet se convierte de a pocos en rebotar el viral de momento, ese desplazamiento de los libertarios tiene mucho sentido, aunque haya implicado dejar el uniforme caqui y el fusil y colocarse el saco y la corbata. Qué rápido se abandonó la democratización de la cultura y se regresó al cobijo de lo especializado. 

¿Pero es que alguien podría estar en contra del especialista y de lo profesional? La pregunta quizás debiera ser si es que el especialista en el mundo 2.0 se ha transformado en algo, si es que este universo de links, tags, actualizaciones al minuto, comentarios, respuestas y nuevos símbolos, le ha hecho replantearse su forma de comunicación con el mundo no especializado.

En este punto mi percepción es ambivalente. Sin duda, hay especialistas, académicos y profesionales que han bajado al llano y se han fajado hasta con el anónimo más insufrible justamente porque internet obliga a esa nueva etiqueta docente. ¿Para qué entonces se abre un blog y se permiten comentarios?

Pero la otra cara de la moneda es que internet también hace fácil lo contrario: ignorar, no responder y aplicar la ley del hielo. Hay una falsa sensación de horizontalidad, de un diálogo de todos con todos. Lo real es hallar círculos celosamente resguardados en los que personas afines -al comando de especialistas y profesionales, a la luz o en la sombra- debaten entre ellas. Lo cierto es que internet se ha convertido un mundo en el que los puentes se derrumban deliberadamente para aislar informativamente a bolsones de usuarios en la competencia feroz por su atención. Es fácil hacerlo si se usa una red social y se olvida por un momento que es una metáfora.

La generación de información, por tanto, ha regresado a su dueño original. El profesional hace consultorías; el periodista tradicional hace periodismo tradicional; el académico da charlas. El barniz de lo 2.0 es ahora solo cosmético, un asunto de formas, de modos y de comportamientos en el ciberespacio. Tener una identidad en la red pasa entonces por acomodarse a uno de esos círculos grandes y poderosos y, de paso, transformarse. No es casualidad que un blogstar como Godoy se haya convertido (ahora sí) en un remedo de sí mismo, una repetidora de noticias de periódico o de columnas de Alvarez Rodrich, un canillita de copy-paste, cuando antes tuvo cierta ilusión de ser un periodista en toda regla. Los niñatos del periodismo, creo, tienen los días contados, al igual que todas esas especies que la evolución condenó por no ser ni chicha ni limonada. Porque los periodistas profesionales ya se han dado cuenta que usar Twitter no es nada del otro mundo.

¿Es eso bueno o malo? No lo sé. Solo sé que internet es cada vez un sitio menos hospitalario para el amateur. El rebelde solitario está cada vez más solitario. Y el respondón se percata que cada vez es menos fácil responder y que le respondan de vuelta. La coartada es perfecta: internet es infinito, hay espacio para todos y puedes hacer lo que quieras. Y aquí es cuando uno se da cuenta que entre el prohibir todo y el permitir todo no hay ninguna diferencia.

Continuará.















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