Ayer Mirko Lauer, a propósito de las variables raciales en las próximas elecciones norteamericanas, mencionó como remate a su columna el libro de ficción futurista escrito por Monteiro Lobato O presidente negro:
En 1926 el escritor brasileño Monteiro Lobato publicó O presidente negro ou o choque das raças, subtitulado "Novela norteamericana del año 2228". Allí los blancos se escinden en un partido masculino y uno femenino, y así gana el candidato negro. La reacción blanca es esterilizar a los negros con una sustancia camuflada dentro de un laciador de pelo.
Lamentablemente no he leído la novela, pero en la web se pueden encontrar algunas cosas. Este paper de 1996 me llamó la atención porque contextualiza los 70 años del libro de Monteiro Lobato en medio de los rumores de la posible candidatura de Colin Powell a la presidencia, luego de que su autobiografía se convirtiese en no. 1 en algunas listas. La candidatura finalmente no se dio, pero doce años después la imaginación tiene todos los visos de una profecía casi inevitable.
La "reacción blanca" que menciona Lauer me hizo recordar otra ficción, una ciertamente serie B, pero que hasta ahora no me puedo sacar de la cabeza. Apareció en una película llamada Cosmic Slop (1994), marketeada al público como "una dimensión desconocida multicutural". Consta de tres episodios y el primero, "Space Traders", es como sigue: naves alienígenas llegan a la Tierra y le proponen al presidente americano dotarlo de energía interminable y oro suficiente para pagar su deuda interna. Pero el trato es que, a cambio, EEUU debe entregar a toda su población negra. Ya imaginarán las repercusiones, el debate local y las reacciones que suscita la propuesta en el extranjero. No cuento más, salvo este detalle: en la sátira el dilema se resuelve convocando a un referéndum. (1)
No tengo muy buena memoria, pero creo que la única vez que vi a un presidente norteamericano negro en Hollywood fue cuando Morgan Freeman lo interpretó para la película Deep Impact (2). Pero fue un presidente sin suerte, porque durante su mandato, un meteorito de proporciones de pesadilla colisiona en el Atlántico, dejando bajo el agua casi la mitad del país. Me ahorro las lecturas.
Secuencia final de Deep Impact y discurso del Commander in Chief (doblada):
(1) Me entero aquí que Cosmic Slop es un film de culto: "Space Traders" is an episode of the Cosmic Slop HBO Special, which was broadcast only once. Subsequently, every major video retail chain refused to distribute this program. Despite this, Cosmic Slop has generated a cult following in the Black and Latino community. "Space Traders" was based on a Derrick Bell short story that appeared in Faces at the Bottom of the Well. Además, este episodio tiene un antecedente en la obra teatral del afroamericano Douglas Turner Ward Day of Absence, según este artículo de TIME: In Day of Absence, Douglas Turner Ward's one-act play of 1965, a Southern town wakes up one morning to find that all its black people have disappeared. The result is so chaotic -- garbage piling up, houses left uncleaned, meals uncooked -- that the whites plead for the blacks to come back.
(2) Aunque para un actor como Freeman el cargo quedó chico porque también ha interpretado a Dios.
No hay tiempo para postear más que cosas al vuelo. Sobre el caso John McCain y su negado romance con la lobbysta Vicki Iseman, Aldo Mariátegui escribió hace unos días lo siguiente:
Y hablando de McCain, cómo me he reído sólo de los huachafos colegas locales, de los snobs que critican a la prensa local y afirman que debemos tener los estándares del New York Times. Oigan, esta última “denuncia” del NYT contra McCain por un supuesto amorío no sólo es absolutamente endeble (un chisme de quinta categoría) sino que evidentemente ha quedado como una maniobra de los demócratas (este medio simpatiza siempre con el partido del burrito) para “bajarle la llanta” con este “cherry” a un candidato que puede dar la pelea a pesar de la pesada herencia de este pésimo presidente que ha sido Bush hijo. No me jodan que eso es periodismo de calidad. Es igualito a todos lados.
El reclamo de Mariátegui se repitió de muchas otras formas a nivel mundial, pero con el mismo tono. En vista de la reacción, el NYT se animó a responder las preguntas más representativas de la gran avalancha de críticas que se le vino encima. Cómo se concibió la historia, por qué salió en estos momentos, qué peso le dan a las fuentes que permanecen anónimas y cómo fue posible que la sección editorial del NYT respaldara a McCain como candidato del Partido Republicano cuando los reporteros cocinaban esta historia, entre otras consultas, está respondidoaquí.
No es que el periodismo sea "igualito a todos lados" (¿está bien dicho eso?). Lo que más parece es que los lobbys sí parecen ser iguales en todos lados. En todo caso, no sé si sea realista buscar tener aquí los estándares del New York Times -que fantástico diario, dicho sea de paso-, pero sí convendría tener al menos algún tipo de estándar. Por lo menos algo mínimo como lo expresado por Maxim (repito, Maxim) en su disculpa pública al grupo Black Crowes por una reseña negativa escrita por un redactor que no escuchó por completo el disco. Se lee gracioso, pero de verdad no lo es.
Barack Obama, candidato demócrata en primarias, tiene hoy por hoy el momentum. Una definición de momentum según los medios norteamericanos es: el candidato que gana una elección es aquel que se ve y siente como ganador (frente a la opinión pública). La idea es que el momentum es contagioso e influyente y que puede voltear la torta en una elección, como una marea que va y viene. La sincronía perfecta entre momentum y día de elección definitoria produciría entonces un triunfo concreto y resonante. En el Perú el concepto tuvo dos fraseos en la última campaña. Ambos se complementaban: "votar a ganador" y rehuir el "voto perdido". En EEUU el momentum está siendo definido por estas primarias seriadas. En el Perú el momentum es definido por las encuestas.
Pero tener el momentum implica ser premiado con algunos golpes bajos. Hace pocos días, desde la tienda de Hillary Clinton, acusaciones de plagio salieron disparadas directamente a la línea de flotación del rival Obama. Frases de uno de sus últimos discursos guardaban semejanzas con aquellas dichas por uno de sus amigos, el gobernador Deval Patricks en el 2006. Paradójicamente el texto plagiado hacía referencia al poder de las palabras en medio de una campaña política, eso que Obama, para sus seguidores, hace tan bien y que lo ha convertido en una figura inspiracional, pero que para sus opositores solo es la fachada retórica de una total falta de ideas (1) y el síntoma de la inexperiencia:
No me digas que las palabras no importan. "Yo tengo un sueño", ¿son solo palabras? "Sostenemos que estas verdades son manifiestas: que todos los hombres son creados iguales", ¿son solo palabras? "No le debemos tener miedo a nada, salvo al miedo mismo", ¿son solo palabras, discursos? (2)
M. L. King, Jefferson y F.D. Roosevelt convocados en un párrafo y en una coyuntura que busca ser también clave e histórica. La jugada de Clinton no fue poco inteligente, aunque quizás sí poco oportuna: si Obama está en una situación expectante por sus habilidades como orador, por ser un palabreador original, ¿no es acaso relevante señalar que sus palabras no son suyas, sino copiadas? Pero el momentum también te da un chaleco blindado. Patricks -el plagiado, el que reunió las citas-homenaje en un giro dramático- desestimó la acusación: Obama y él siempre conversan y le urgió a usar sus mismas palabras en caso lo siguieran atacando. Los cargos rebotaron al instante.
Una lectura mezquina de la acusación entendería que el misil del plagio de Clinton iba también dirigido al recuerdo de Martin Luther King, mentor espiritual de Obama y con quien últimamente se lo ha comparado mucho, al punto que no pocos -sobre todo los votantes mayores- temen un atentado contra su vida. King también fue acusado de plagio. Mejor dicho: King fue un plagiario.
En 1991 la Universidad de Boston confirmó con total imparcialidad que King plagió secciones de su tesis de doctorado en 1955 en esa misma universidad. La comisión encargada del caso no encontró razones para retirarle póstumamente el grado, pero sí consideró necesario adjuntar una nota explicatoria en una copia oficial del texto. Desde entonces, la actividad plagiaria de King ha sido puesta aún más al descubierto: no solo plagió en 1955, también lo hizo antes cuando era adolescente, y lo siguió haciendo con mucha frecuencia después, incluso con el célebre discurso "I have a dream", citado por Obama. Theodore Pappas -hoy en la Enciclopedia Británica- compendió los plagios en un libro algo oscuro, pero escrito -si cabe la expresión para un investigador que cubre un plagio- en buena onda: Plagiarism and The Culture War : The Writings of Martin Luther King, Jr, and Other Prominent Americans.
Algunas preguntas saltan al instante. ¿Es necesario exhumar los plagios de una figura pública tan reverenciada? ¿Cómo resolver la contradicción de un hito social hecho con palabras en gran parte prestadas? ¿Es King un fraude?
El caso fue lo suficientemente serio para que el New York Times -un año antes de las conclusiones académicas de la Universidad de Boston- le dedicara un excelente editorial en 199o. Ayuda a resolver el nudo ético. En tanto que la academia es lenta para constatar hechos, el periodismo es rápido con los reflejos anímicos:
But however just it may be to denounce his scholarship, that should not be confused with his leadership. Whether or not, as a student, he wrote what he wrote, Dr. King did what he did.(...)What the world honors when it honors Dr. King is his tenacity on behalf of racial justice -- tenacity equally against gradualism and against violence. He and many with him pushed Americans down the long road to racial justice. That achievement glows unchallenged through the present shadow. Martin Luther King's courage was not copied; and there was no plagiarism in his power.
Hacer la distinción entre actividad intelectual y liderazgo es similar a hacerla entre "fondo y forma". Es verdad, las palabras no fueron originales, pero políticamente existió una manera de decirlas y, además, un contexto en el que cobraron un sentido distinto y quizás más crucial. Es decir, en el escenario de los gestos políticos hay un momentum para el plagio en el que el plagio desaparece e inventa un texto completamente nuevo. Le sucedió a King y le acaba de suceder a Obama.
Lo que nos lleva a creerle a Pierre Menard, o sea, a tomarlo literalmente, sin ironías de por medio: "Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas". Me trago ese sapo sin problemas.
Un buen momentum desde el minuto 5
(1) Darle una ojeada a "The Obama Delusion", columna de Robert J. Samuelson en el Washington Post
(2) Versión original: “Don’t tell me words don’t matter. ‘I have a dream.’ Just words? ‘We hold these truths to be self-evident that all men are created equal.’ Just words? ‘We have nothing to fear but fear itself.’ Just words? Just speeches?”
(3) Y le sucedió también a Osama Bin Laden, quien plagió un poema en un momento de tétrica victoria. Leer la historia aquí.
Hace mucho tiempo atrás, mientras compartíamos un chifa, un buen amigo me emplazó muy seriamente: "Deja de fastidiarme en Puerto el Hueco". Me quedé sorprendido y me tomó casi una hora convencerlo no solo de que no administraba el blog, sino que jamás había enviado un solo comentario y que apenas si le había dado un vistazo un par de veces, aunque ese par de veces hubiese durado largos minutos. Pero la paranoia de esos días hacía difícil cualquier explicación. Antes había tomado Puerto el Hueco como una payasada no muy importante, pero ver a esta persona realmente afectada por el cargamontón verbal del blog me hizo pensar otra cosa.
El debate sobre PEH es el mismo de la libertad de expresión versus la censura. Si PEH comentara descarnadamente solo sobre libros tendría una muy interesante razón de ser, pero en el blog las opiniones no se concentran únicamente en el trabajo público de los escritores, sino en chismes personales, invasiones a la vida privada o en llanas mentiras o calumnias. Al menos mentira era ese comentario que me sindicaba como administrador del blog y que, al parecer, mi amigo se tomó al pie de la letra. PEH parece que no tuviera regla alguna salvo permitir que se publique todo, lo que lo hace, a sus propios ojos, un baluarte de la libre expresión. Pero eso es wishful thinking: nadie sabe a ciencia cierta cómo se administra el blog ni cuántos son los que comentan. Un chiste común que aparece de cuando en cuando en conversaciones entre amigos es decir que PEH en realidad es una sola persona que, enfebrecidamente, escribe comentarios como un esquizofrénico, vengándose anónimamente de sus enemigos, o de los que cree sus enemigos, o incluso hasta de sus amigos. Bien pensado, es completamente posible.
La versión gringa de PEH se llama JuicyCampus. Según una nota de AP, JuicyCampus es un site libre sostenido por publicidad que sirve de conducto para que los usuarios -estudiantes universitarios- posteen chismes. El sitio les asegura el anonimato absoluto y se encuentra actualmente conectado a 50 campuses. Algunos temas: "Top ten freshman sluts" o "The Jews ruin this school". También se discute quién está con quién sentimentalmente, quién es popular o quién está con sobrepeso. Pero una diferencia esencial entre Juicy Campus y PEH es que el fundador sí da la cara: se llama Matt Ivester. Además, en el site se pueden encontrar comentarios en contra de su funcionamiento. Leo justamente el siguiente, que me recuerda el argumento que algunos bloggers locales usaban para criticar a PEH:
Free speech is absolutely necessary for a successful democracy. However, anonymity simply promotes irresponsibility. A brief review of the current postings on this web site confirms this. Overwhelmingly childish, petty postings - very, very junior high school.To the creators/moderators of this site: Promote responsible free speech. Lose the anonymity.
La distinción que se hace entre la opinión anónima y la opinión firmada para distinguir entre prácticas públicas genuinamente democráticas de las que no lo son es interesante. En ese sentido, si PEH ha sido llamado blog-basura por el hecho mismo de ser anónimo (y ser insultante), sería absurdo que se llame de la misma manera a blogs cuyos dueños sí usan su nombre y apellido para colocar una opinión.
Aún así, no es poco frecuente ver cómo algunos bloggers con DNI son víctimas del basureo promovido por sus pares enemigos. ¿Por qué? No es tan complicado sacar la línea: más allá del debate -o guerra, como también se le llama (1)- específico en cada caso, basurear a blogs que no lo merecen parece ser una forma sutil del golpe bajo disfrazado de lucha justa. (2)
La dinámica es mucho más emotiva que racional: lo cierto es que basurear a alguien que opina distinto o que se ocupa de temas supuestamente estúpidos no es una manera muy democrática de disentir si es que se busca ser democrático, por más que el basureo esté amparado por la democracia (3). Porque si el basureo existe como réplica a un acto ilegal hecho con nombre y apellido -injuriar o calumniar-, entonces lo que procede es una denuncia judicial y un ahorro de palabras. Hasta el momento en la blogósfera no he conocido de ninguna denuncia que se haya formalizado, aunque las amenazas hayan calentado mucho el ambiente. (4)
Mientras el debate sobre JuicyCampus sigue en pie, la mejor solución que se ha encontrado -antes que la censura- es buscar que los alumnos no ingresen a la página. No alimentar la inquina, el odio y el ataque cobarde parecería ser suficiente razón. Pero personalmente creo, y siendo consciente de la gran tentación por el morbo del ser humano, que una mejor razón para no visitarlo es la siguiente: JuicyCampus no ofrece entregar la verdad. Porque de lo contrario sería periodismo amarillo universitario. Y lo mismo va para PEH: antes que secretos, datos o chismes confirmados, lo que hay es una gran campo minado de fantasía, imaginación y pésimos copy-pastes. ¿Quién le teme a Puerto el Hueco? Quizás solo la propia paranoia de las víctimas. Lo que en el fondo tiene una pizca de vanidad.
Otro antídoto: Mind Games - John Lennon
(1) Y quizás una guerra biológica: el blog coletivo de corte académico Gran Combo Club -que jamás suscribió el témino- curiosamente tuvo en algún momento una sección denominada "En cuarentena" donde se listaban los blogs con los que posiblemente se pudiera establecer un diálogo en el futuro, es decir, una vez -deduzco- descontaminados.
(2) Si es difícil observar el fenómeno en la blogósfera, es muy fácil verlo y decirlo en la TV en contra de Magaly o en la prensa política escrita en contra de La Razón, porque basurearlos es casi un pensamiento automático de preservación de la higiene mental.
(3) El basureo sistemático sí me parece que linda con la campaña de desprestigio. Es algo que solía hacer Carlos Alvarez en su etapa fujimorista. Lo que me hace pensar que la ironía y el humor también tendrían límites, digamos, los que impondría un adagio como: "no me río de ti, busco reírme contigo".
(4) Con todo, lo anterior se hace humo si es que la firma se torna realmente insuficiente para opinar, lo que ya nos llevaría a otro terreno, a saber, el terreno de quienes están calificados o no a dar una opinión. Es imposible calificar a un anónimo. Pero sí es muy posible calificar e indexar a alguien con nombre y apellido.
scha·den·freu·de (shäd'n-froi'də) pronunciationn.Pleasure derived from the misfortunes of others.
Sobre las relaciones entre Amy Winehouse y el VRAE destacadas por Caretas la semana pasada -y cuyo argumento era básicamente decir que mientras se lucha contra las drogas es penoso que el mundo del espectáculo premie a una drogadicta o, mejor dicho, a una artista en rehabilitación- quedó pendiente para mí el tema del sexismo implícito en estos tribunales morales mediáticos. El New York Times publicó recientemente una nota que le va como anillo al dedo y que confirma la tendencia: los medios sí se ensañan más con las mujeres que con los hombres.
Basta comparar el caso de Heath Ledger u Owen Wilson -el cómico cuyo intento de suicidio llama aún más la atención localmente porque semanas después de su bajón depresivo visitó el Perú y eso ya lo hace, a ojos del público querendón peruano, un adoptado- con lo que sucede con los respectivos casos de la mencionada Winehouse, Britney Spears, Paris Hilton o Lindsay Lohan. "Los hombres que caen en desgracia son tratados con gravedad y distancia, en tanto que mujeres en similares circunstancias son objeto de burla, excitabilidad y comedia negra", dice la nota.
Algunos editores se defienden diciendo que el sexismo no es la razón, sino que las mujeres son las que más consumen esas historias. La lectoría de People Magazine, por ejemplo, es 90% femenina. Cuando esta revista cubrió el caso de Ledger tuvo que dar paso rápidamente a cubrir el duelo de la viuda Michelle Williams con el titular: "El dolor de una madre".
En el caso de Britney Spears, el drama americano es la excusa cuasi moral de su cobertura: "el hecho de que la custodia de sus hijos esté en riesgo es el combustible de esta narrativa", dice la editora de People. Si fuese soltera, la cosa no sería igual.
Aún así hay hombres que la sufren: Colin Farrell, Mel Gibson o Robert Downey Jr. en su momento son ejemplos. Un caso que no menciona la nota, pero que a mí me llama la atención es el de la pareja de High School Musical Zach Efron y Vanessa Hudgens. Ambos son traviesos de la cámara y el voyeurismo, ambos quieren romper sus imágenes de niños de matinée, pero solo ella -la simpática Hudgens- es colocada en la picota con una gran letra "B" en el pecho. Llamemos a Hawthorne.
Leo la llamada de atención de Fernando Vivas a Jorge 'Coqui' Gonzales, comentarista deportivo de Canal N. Gonzales, imagino que algo ofuscado, lamentó el comportamiento de la hinchada peruana antes del partido de la San Martín contra River Plate en estos términos:
"Que los hinchas peruanos los llamen, los saluden, les pidan una foto, vamos, son los rivales, a los rivales se les hostiga, se les insulta, se les menta la madre y si pueden los asustan tirándoles cosas"
Luego Vivas escribe si acaso esta misma actitud se repite en otras partes:
Aunque no he oído a ningún otro comentarista proferir barbaridades semejantes a las de este gallito de pelea de N, tampoco he visto en este canal o en otros una campaña firme y sincera contra la violencia social desatada por el fútbol.
Aunque no tengo las citas puntuales de otros comentaristas, no creo equivocarme que lo que dice Gonzales es lo que en realidad piensa la mayoría de ellos cuando hablan de "presionar" al rival para hacer sentir "la casa". Claro, lo de Gonzales es de una honestidad tan poco etiquetosa que lo hace parecer un cavernícola, pero un eufemismo no ablanda necesariamente la acción referida: "presionar" es, en argot futbolístico y cuando se habla de la hinchada, insultar, fastidiar, tensionar, aumentar la sensación de peligro: o sea, joder. Al igual que a Fernando -con quien compartí una temporada de trabajo bajo sus órdenes hace muchos años atrás en Caretas- el fútbol o su comentario no es mi consumo televisivo preferido. Pero sí es interesante preguntarse por su "retórica" particular. Vivas dibuja una línea recta que va de la arenga violentista de Gonzales a la violencia generalizada, esa que preocupa a la policía. Y no le falta razón. Pero otros verían que tal arenga tiene mucho sentido dentro de lo que seguramente llamarían "lo estrictamente deportivo". De otra manera no se entendería por qué tanta preocupación por jugar en casa. Jugar en casa es una ventaja porque aquí se presiona. Y, ciertamente, los jugadores responden de muy diferente manera al tener contacto con esa presión. Dicen -yo no lo sé- que el peruano se chupa. Dicen -tampoco lo sé- que el argentino se crece. Son consideraciones prejuiciosas. Pero lo que sí es evidente es que un jugador que se crece ante una presión adversa va a jugar mejor que uno que se chupa. Para descubrirlo, hay que presionar.
La presión -como un elemento retórico, para seguir usando la idea- no es sólo futbolística. También se da, cómo no, en las columnas. La de Vivas es un ejemplo. Gonzales no es solo reconvenido, también es llamado: "matoncito", "crispado muchachón", "bravuconcito", "cruce de 'Misterio' con tigrillo del cable", "gallito de pelea", "palomilla de set", "hijito" y "chibolo arrebatado". Me pregunto si el efecto deseado de su lectura -es decir, la rectificación- sería el mismo sin esa batería de adjetivaciones. Seguro que no. ¿Por qué sería insuficiente decir al estilo Kato algo como "el señor comentarista debería cuidar mejor sus palabras"? Creo que lo mismo se preguntaba Gonzales -de mala manera, sin duda, y cometiendo el grave error de llevar la rivalidad fuera del estadio- con ese gazapo medio inconsciente al reclamarle a la hinchada peruana su excesiva cordialidad. Pero, por supuesto, una guapeada de pluma siempre será más civilizada, fina y elegante que una que se da a mitad de cancha con un chimpún, un escupitajo y una recordada de madre con toques étnicos. Cosas del fútbol.
Aviso de servicio público. Los servicios de blogging te dan una gran opción: tú mismo puedes decidir quién te lee y quién no. Por ejemplo, puedes configurar tu blog para que su uso sea eminentemente privado de modo que nadie más te escudriñe. O puedes armar un grupito con tus amigos del alma, esos que saben cómo eres y que te perdonarán cualquier estupidez. Para eso son los amigos.
Pero estas empresas también te dan otra opción: puedes hacer de tu blog un asunto público para que te lean todos, tus amigos, tus enemigos y los que no tienen idea quién eres, porque populares de verdad apenas son unos cuantos. Es por eso que con tantas opciones a la mano no comprendo situaciones como las siguientes:
1. El escritor Carlos Gallardo confesando que es La Vaca Profana y después diciendo que no lo es. Dice que fue una broma -o un cazabobos-, pero, valgan verdades, fue una realmente estúpida. Hay una manera rápida de ser un blanco fácil para los que gustan hacer apanados literarios: hacer tonterías. Recomendación: no gastar vidas ni crédito en el Nintendo de la escritura.
2. Acusar a alguien de vendido y después decir que no se dijo. Esto es más alucinante aún. Citemos al blogger Christian Manrique: "No afirmo ni pruebo ni nada sobre si el Sr. César Hildebrandt recibe dinero del narcotráfico. Si bien in the heat of battle se entiende que afirmo eso, no lo hago." Me froté varias veces los ojos, pero las palabras seguían siendo las mismas. La vida en el fondo del vaso debe ser similar a la vida en Fondo de Bikini, donde merodea Bob Esponja.
3. Que el periodista César Hildebrandt lance un dardo contra los bloggers como éste: "Y con un agravante: muchos blogs de investigación no son sino la expresión iracunda de filias y fobias personales y de investigación profesional no tienen nada." y, acto seguido, ahí no más (ver PD), use su columna justamente como post del tipo de blog que vapulea, o sea, haciendo ajustes de cuenta que, para que en verdad sean efectivos, deberían contener links, al menos para que la gente se entere mejor de qué va la telenovela. Ya sé que es costumbre, pero es una costumbre inexplicable.
Por eso no concuerdo para nada con el estimado Roberto Bustamante: la blogósfera no es una conversación. En las conversaciones se admiten deslices, exageraciones, metidas de pata, errores, cizañas, malaleches, con la seguridad plena de que nadie te está escuchando. O que sólo te escuchan los que te aguantan. Es posible usar los blogs como una conversación, sí, pero restringiendo su acceso. Pero para los que quieren exclamar sus verdades desde la punta del cerro de la blogósfera se aplican todas las reglas de oro de la vida pública: si lo dijiste, asúmelo. Quizás sea momento de empezar un gran movimiento de privatización de la blogósfera (o sea, poner cercas o muros digitales en los lotes conversacionales) y que los bloggers listos y expeditos para la vida pública den un salto cualitativo. Pero para darlo se chocan con lo mismo que se choca la prensa independiente y que Hildebrandt subraya en su columna: dinero. Opción dos: unirse. Esto suena ya más interesante.
Soundtrack para pasar al siguiente nivel. Boredoms y "Vision Creation Newsun"
¿Acaso no me pareció Michael Clayton una película con un final aburridamente edificante, la versión masculina de Erin Brockovich -que hasta por el uso del nombre y apellido guardan simetría-, con una moraleja anticorporación clarísima -pero que ahora resulta mucho más efectiva en documentales porque la realidad suele ser más sorprendente-, con una actuación de Wilkinson insufrible y con un ridículo libro misterioso de tapa roja leído por un niño que era además hojeado y subrayado de manera ridícula por un brillante abogado? Pues sí, todo eso me pareció. Y los clichés tan de telefilm del final de la película -¡atrapar a la villana con una grabación!, o mejor esta: ¡decirle al taxista que lo lleve a cualquier parte con el importe de 50 dólares!- ¿no me hacen pensar que esto debió estrenarse hace treinta años? Sí, también.
Mérito hay para la cinematografía y para alguien cuya sola aparición convierte todo en real y posible: Sydney Pollack, director con pésima suerte, gran actor. Hay una regla para medir una película que valga la pena: que cumpla lo que promete. Ver de héroe a George Clooney entre las nieblas depresivas de un capítulo de Baretta finamente ambientado está algo lejos. Ni alecciona ni divierte.
¿Cuántos libros caben en una vida? Si son comprados o regalados, muchos. Pero si hablamos de los leídos, la cifra se reduce. Esas son las cavilaciones musarañeras que un domingo de calor pegajoso produce. ¿Se puede atacar el problema matemáticamente? Creo que sí y, además, echando mano de una fuente ilustre de información. En el caso de libros o bibliotecas, Borges evidentemente. Juguemos: dice Borges en "La biblioteca de Babel" cuando describe los volumenes en los anaqueles:
cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro
Convengamos que estas son las medidas del libro prototípico, el libro ideal, pero que para este ejercicio inútil será un libro muy concreto. Las matemáticas son simples: cada volumen contiene 1'312,000 letras o, lo que es lo mismo, caracteres (sin espacios) (1). ¿Qué libros contienen esa cantidad de caracteres? Gracias al Word y al Proyecto Gutenberg podemos hacer ese cálculo con algunos títulos canónicos. La ociosidad tiene sus recompensas:
Madame Bovary: 532,571 caracteres sin espacios Crimen y castigo: 927, 370 " " Moby Dick: 999, 106 " " Ulises: 1'238,412 " " Los miserables: 2'627, 152 " "
Me cansé de buscar otros, pero más o menos nos hemos ubicado en el mapa. Algunas conclusiones: el número de páginas del libro de la biblioteca de Borges -410- resultó algo engañoso a primera vista. La cantidad de información que cabe en él es mucho mayor al esperado. Por ejemplo, en cada libro de Borges caben 2.46 Madame Bovarys y 1.4 veces Crimen y castigo. Y de manera muy uncanny, el Ulises de Joyce se acerca en mucho a esa cifra ideal del libro ideal (un acercamiento al 94%). ¿Casualidad? ¿Coincidencia? ¿O es que estamos entrando al terreno esotérico? (2) No sé. Lo evidente, eso sí, es que Los miserables rompe cualquier balanza, en la realidad y en la ficción.
Con este experimento inútil estoy asumiendo la lectura como un acto mecánico y cuantificable. No tomo en cuenta calidad ni dificultad. Abstenerse de plantear quejas y seguir la corriente.
Ahora que nos hemos ubicado en el mapa, pasemos a la segunda parte. ¿Cuál será nuestra unidad de medida para calcular cuántos libros caben en una vida? El libro de Borges ha resultado demasiado grande y sería algo injusto considerarlo nuestro Uno. Viendo las cifras yo diría que cada libro leído en la biblioteca de Borges debería contarse como 2 en el mundo real. Es decir, habría que tomar aproximadamente la medida de Madame Bovary, que no es ni tan larga ni tan corta. Así que Flaubert será nuestro novelista ideal de nuestra novela ideal (3). Reprogramemos entonces y encuadernemos de nuevo esos volumenes de la biblioteca de Babel con las nuevas medidas:
cada libro es de ciento sesenta y seis páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro
Para el nuevo número de páginas sólo he divido la cantidad de caracteres de Madame Bovary entre la cantidad de caracteres de cada página, o sea, 3,200. Se obtienen decimales, pero creo que se pueden obviar por mor de la simplificación.
Ahora necesitamos introducir la variable del tiempo. ¿Cuánto tiempo toma leer un libro de nuestra nueva biblioteca ideal? ¿Es posible usar esa controversial medida de lectura llamada "palabras por minuto"? Por el momento, sirve. Ayúdanos Wikipedia: un lector promedio hace 250 a 300 palabras por minuto al momento de leer. 250 palabras son aproximadamente -gracias también al Word- 1,300 caracteres. Por lo tanto, cada 1,300 caracteres se cumple un minuto. Con esta medida podemos decir que leer un libro de nuestra biblioteca ideal -o Madame Bovary- nos tomará 6 horas 50 minutos aproximadamente de lectura ininterrumpida y a un mismo ritmo.
Sin embargo, si tomamos en cuenta el ritmo usado en alguno de los populares Audiobooks, la cifra es mucho mayor, porque la velocidad de lectura es menor. Según esta página, leer en voz alta y modulada todo Madame Bovary toma 15 horas 20 minutos (aunque si uno solo se conforma con las radionovelas de Alonso Alegría, todo se despacha en una hora).
¿Cuál medida de tiempo es más real? Yo diría que la segunda, porque asegura una comprensión más cabal del texto. Y, además, toma también en cuenta el factor de cansancio y desgaste físico. Leer todo Madame Bovary en siete horas corridas y maratónicas (empezar a las 8am de una mañana y terminar a las 3pm) es posible, pero no verosímil. Sin embargo, podemos hacer los cálculos con ambas velocidades. Todo sea para complacer a los lectores voraces de la blogósfera, esos que suelen decir que leyeron Los hermanos Karamazov completo en una noche.
Pero estoy obviando un factor importante. Las horas dedicadas a la lectura de nuestro lector hipotético en su vida hipotética. No tenemos por qué leer de corrido por tantas horas, ¿verdad? Podemos tener un horario, una agenda, una disciplina. Es momento de que haga su ingreso, entonces, nuestro lector promedio, que me encantaría llamar Jorge Luis, pero como este experimento es falaz, llamaré solo Juan, como un homenaje a Selecciones.
Presentemos a Juan. Juan, por supuesto, no es un estudiante de literatura. No es un crítico literario, ni un doctor en humanidades. Es una persona sencilla que adora la lectura y que le dedica una parte de su día. No la parte más importante, porque debe trabajar, debe comer y atender a los hijos. Pero tampoco le entrega poca cosa, porque no está dispuesto a negociar ese tiempo precioso que es sólo para él y su placer favorito.
Antes de salir a pescar, Juan lee. Y en su rutina diaria le dedica religiosamente hora y media de lectura en la mañana. Y, antes de acostarse y después de hacer el amor -si es que hay ganas-, hora y media en la noche. Total de tiempo de lectura al día: tres horas.
Poco a poco estamos llegando a la cifra final. En esta parte todo es solo números. Le daremos a Juan en total 50 años de vida de lectura. 50 años equivalen a 18,250 días y, esta cifra, en la vida de Juan, equivale a 54,750 horas de su contacto directo con los libros. Y con esta información ya podemos llegar a la respuesta de la pregunta inicial: ¿cuántos libros caben en una vida? Al menos, en la vida de Juan, el número es el siguiente:
3,285,000 min / 410 min (tiempo que toma leer 1 libro de la biblioteca ideal a todo vapor) =
8012 libros completos (obviamos los decimales)
Esta cifra supone una performance de atleta olímpico y una disciplina a prueba de todo. Juan es un héroe: tres horas diarias durante 50 años sin interrupciones.
Pero una cifra más realista sería aquella que toma en cuenta una lectura más sosegada, pausada, acaso una más ligada al placer (la velocidad del Audiobook señalada arriba). Dividamos nuevamente:
3,285,000 min / 920 min =
3532 libros completos
Y una más realista aún sería la que tome en cuenta una disciplina no tan rigurosa. Hagamos la división con un horario de oficina, es decir, 50 años de lectura cinco días a la semana:
2,340,000 min / 920 min =
2543 libros completos
He ahí el nuevo número de la bestia: 2,543 libros tomados de la vastedad de la biblioteca y del Google Search. Y estamos hablando de una vida solo dedicada a la lectura de libros, sin musica, sin cine, sin periódicos, sin TV. Lo fraseo de otra manera: 2,543 es el número máximo de libros que físicamente puede leer un lector promedio en una vida. Es su todo, los márgenes de su universo y, al mismo tiempo, su inmensidad. Para Juan sólo existen las 2,542 y una noches antes de morir.
¿Tiene todo este cálculo algún sentido real o es solo el delirio de un verano insufrible? No lo sé, pero desde ahora habrá que pensarlo bien antes de abrir cualquier libro nuevo: quién sabe a qué clásico universal le está quitando una oportunidad.
Repensemos lo que nos queda de futuro con Leonard Cohen:
(1) Hace siglos se escribía sin espacios. Malcolm Parkes en un ensayo sobre la lectura en la Alta Edad media escribe: "(...) las gramáticas eran de gran ayuda para el lector, facilitándole un análisis del texto y la identificación de los elementos de la lengua latina, que proporciona una gran cantidad de información morfológica por medio de temas y flexiones. Dicha ayuda resultó valiosísima durante los primeros años de este periodo, cuando los manuscritos se copiaban todavía en scriptio continua, es decir, sin separación de palabras ni indicación de pausas dentro de los párrafos."
(2) Borges sobre el Ulises en una entrevista de 1981: "Al ver ese libro realmente sentí lo que es el vértigo; me encontré como perdido". Además: "el Ulises es bastante ininteligible y el Finnegan's Wake es ilegible."
(3) No es una mala elección elegir al paladín de la "palabra justa" nuestro novelista ideal y Madame Bovary la novela ideal. Dice Vargas Llosa en La orgía perpetua sobre las razones que convirtieron la novela de Flaubert en parte de su vida: "La primera razón es, seguramente, esa propensión que me ha hecho preferir desde niño las obras construidas como un orden riguroso y simétrico, con principio y con fin, que se cierran sobre sí mismas y dan la impresión de la soberanía y lo acabado (...) Ese apetito debió verse plenamente colmado con Madame Bovary, ejemplo de obra clausurada, de libro-círculo."
Esperaba la película desde hace meses y no me decepcionó. Cloverfield puede entrar con tranquilidad en ese pequeño panteón pop de películas que implícita o explícitamente tocan el tema del 9-11 de la manera más primaria. La película no dice ni cuenta mucho, pero su montaña rusa de abierto terror es, por momentos, verdaderamente espeluznante. Salí del cine víctima de un buen shot de adrenalina. Por si acaso, este comentario contiene spoilers al por mayor.
Según he leído, algunos se han sentido fastidiados con la poca originalidad del concepto de J. J. Abrams, pero creo que lo que hay, en realidad, es mucha cinefilia de geek involucrada. Ya se ha hablado de Blair Witch Project y Godzilla. La primera por el uso de una cámara subjetiva que está en manos de uno de los protagonistas y la segunda, obviamente, por tratarse de un monstruo gigante que azota una ciudad. Las citas están subrayadas y entrecomilladas: al final dos de los aún sobrevivientes le hablan a la cámara llorando y dejan un testimonio a la posteridad. Y en el caso del género de grandes monstruos, se puede ver varias veces la cola del bicho serpenteando entre los edificios esperando el momento final de su gran aparición -decían que nunca aparecía, pero sí aparece- en uno de los primerísimos planos más divertidos que he visto en mi vida. Esa toma es como ver el esperado full frontal nude de alguna celebridad.
Pero hay más citas. Está War of the Worlds de Steven Spielberg (1); está United 93 (2); y está también 28 Days Later y 28 Weeks Later -que aquí se estrenaron como Exterminio I y II, respectivamente (3). Cloverfield es una gran licuadora, además de ser la primera película desde el ataque al World Trade Center que destruye nuevamente Nueva York sin mayor asco, incluso otorgándole el dudoso honor al Chrysler Bulding de caerse tal cual cayeron las Torres Gemelas. Me sorprende la capacidad que tiene Hollywood de hacer de sus desgracias nacionales (4) un festín a ser celebrado con canchita y coca-cola, un festín que tiene algo de morbo, algo de homenaje y mucho de conjuro de los imaginarios males por venirse. Quizás por eso Cloverfield no sea de mal gusto -personalmente, United 93 sí me pareció obscena-: siete años fueron suficientes para que la vida, al menos en las películas, vuelva a ser como antes.
También he leído algunas objeciones de verosimilitud (como si tener un monstruo gigante en Nueva York no fuera ya lo bastante inverosímil). Pero si tenemos en cuenta las convenciones hiperrealistas de Cloverfield vale la pena igual repensarlas. Una tiene que ver con el tamaño de la cabeza de la Estatua de La Libertad, que creo es sólo un problema de ilusión óptica. Otra más interesante es la siguiente: ¿cómo hizo el camarógrafo Hud para que la batería de la cámara le durara tantas horas? Creo que la respuesta está en los pequeños saltos que tiene la película cuando se muestra lo que estaba grabado antes -o, más bien, debajo-, o sea, el affaire entre los dos enamorados, Rob y Beth. Cloverfield no es una sola toma continua, sino varias escenas sucesivas haciendo uso alternado del STOP y el REC. Mientras no se graba y está en standby, la cámara no usa energía. Rescatar el palimpsesto que se va armando cuando sobre un mismo soporte se graban varios hechos en distintos momentos y usarlo como una forma de narrar, es lo que la da a Cloverfield sus toques de humanidad (sobre todo porque sus actuaciones no me convencieron mucho). Bonus point a la creatividad.
Un toque más humano aún alrededor de Cloverfield. Habla Conan O'Brien:
(1) En War of The Worlds y en medio del barullo la pequeña hija del protagonista se pregunta "Is it the terrorists?". En Cloverfield también se preguntan lo mismo en una sola línea.
(2) La caída del helicóptero hacia el final es la misma caída del vuelo del avión secuestrado.
(3) Los zombies toman una ciudad entera y obligan a una evacuación de emergencia. En la paranoia post 9-11 el humor negro de 28 Days Later hacía que la ciudad atacada masivamente fuese Londres, el siempre latente objetivo de Al Qaeda. Pero como para que quedara claro que elterrorno tiene bandera, el final de la secuela mostró a los zombies corriendo hambrientos hacia París.
(4) Me robé el ¿neologismo? al-Qaedzilla de esta reseña del Village Voice.