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sábado, 2 de febrero de 2008

al-Qaedzilla


Esperaba la película desde hace meses y no me decepcionó. Cloverfield puede entrar con tranquilidad en ese pequeño panteón pop de películas que implícita o explícitamente tocan el tema del 9-11 de la manera más primaria. La película no dice ni cuenta mucho, pero su montaña rusa de abierto terror es, por momentos, verdaderamente espeluznante. Salí del cine víctima de un buen shot de adrenalina. Por si acaso, este comentario contiene spoilers al por mayor.

Según he leído, algunos se han sentido fastidiados con la poca originalidad del concepto de J. J. Abrams, pero creo que lo que hay, en realidad, es mucha cinefilia de geek involucrada. Ya se ha hablado de Blair Witch Project y Godzilla. La primera por el uso de una cámara subjetiva que está en manos de uno de los protagonistas y la segunda, obviamente, por tratarse de un monstruo gigante que azota una ciudad. Las citas están subrayadas y entrecomilladas: al final dos de los aún sobrevivientes le hablan a la cámara llorando y dejan un testimonio a la posteridad. Y en el caso del género de grandes monstruos, se puede ver varias veces la cola del bicho serpenteando entre los edificios esperando el momento final de su gran aparición -decían que nunca aparecía, pero sí aparece- en uno de los primerísimos planos más divertidos que he visto en mi vida. Esa toma es como ver el esperado full frontal nude de alguna celebridad.

Pero hay más citas. Está War of the Worlds de Steven Spielberg (1); está United 93 (2); y está también 28 Days Later y 28 Weeks Later -que aquí se estrenaron como Exterminio I y II, respectivamente (3). Cloverfield es una gran licuadora, además de ser la primera película desde el ataque al World Trade Center que destruye nuevamente Nueva York sin mayor asco, incluso otorgándole el dudoso honor al Chrysler Bulding de caerse tal cual cayeron las Torres Gemelas. Me sorprende la capacidad que tiene Hollywood de hacer de sus desgracias nacionales (4) un festín a ser celebrado con canchita y coca-cola, un festín que tiene algo de morbo, algo de homenaje y mucho de conjuro de los imaginarios males por venirse. Quizás por eso Cloverfield no sea de mal gusto -personalmente, United 93 sí me pareció obscena-: siete años fueron suficientes para que la vida, al menos en las películas, vuelva a ser como antes.

También he leído algunas objeciones de verosimilitud (como si tener un monstruo gigante en Nueva York no fuera ya lo bastante inverosímil). Pero si tenemos en cuenta las convenciones hiperrealistas de Cloverfield vale la pena igual repensarlas. Una tiene que ver con el tamaño de la cabeza de la Estatua de La Libertad, que creo es sólo un problema de ilusión óptica. Otra más interesante es la siguiente: ¿cómo hizo el camarógrafo Hud para que la batería de la cámara le durara tantas horas? Creo que la respuesta está en los pequeños saltos que tiene la película cuando se muestra lo que estaba grabado antes -o, más bien, debajo-, o sea, el affaire entre los dos enamorados, Rob y Beth. Cloverfield no es una sola toma continua, sino varias escenas sucesivas haciendo uso alternado del STOP y el REC. Mientras no se graba y está en standby, la cámara no usa energía. Rescatar el palimpsesto que se va armando cuando sobre un mismo soporte se graban varios hechos en distintos momentos y usarlo como una forma de narrar, es lo que la da a Cloverfield sus toques de humanidad (sobre todo porque sus actuaciones no me convencieron mucho). Bonus point a la creatividad.

Un toque más humano aún alrededor de Cloverfield. Habla Conan O'Brien:




Más sobre Cloverfield en Utero de Marita


(1) En
War of The Worlds y en medio del barullo la pequeña hija del protagonista se pregunta "Is it the terrorists?". En Cloverfield también se preguntan lo mismo en una sola línea.

(2) La caída del helicóptero hacia el final es la misma caída del vuelo del avión secuestrado.

(3) Los zombies toman una ciudad entera y obligan a una evacuación de emergencia. En la paranoia post 9-11 el humor negro de
28 Days Later hacía que la ciudad atacada masivamente fuese Londres, el siempre latente objetivo de Al Qaeda. Pero como para que quedara claro que el terror no tiene bandera, el final de la secuela mostró a los zombies corriendo hambrientos hacia París.

(4) Me robé el ¿neologismo? al-Qaedzilla de esta reseña del Village Voice.

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