Hace mucho tiempo atrás, mientras compartíamos un chifa, un buen amigo me emplazó muy seriamente: "Deja de fastidiarme en Puerto el Hueco". Me quedé sorprendido y me tomó casi una hora convencerlo no solo de que no administraba el blog, sino que jamás había enviado un solo comentario y que apenas si le había dado un vistazo un par de veces, aunque ese par de veces hubiese durado largos minutos. Pero la paranoia de esos días hacía difícil cualquier explicación. Antes había tomado Puerto el Hueco como una payasada no muy importante, pero ver a esta persona realmente afectada por el cargamontón verbal del blog me hizo pensar otra cosa.
El debate sobre PEH es el mismo de la libertad de expresión versus la censura. Si PEH comentara descarnadamente solo sobre libros tendría una muy interesante razón de ser, pero en el blog las opiniones no se concentran únicamente en el trabajo público de los escritores, sino en chismes personales, invasiones a la vida privada o en llanas mentiras o calumnias. Al menos mentira era ese comentario que me sindicaba como administrador del blog y que, al parecer, mi amigo se tomó al pie de la letra. PEH parece que no tuviera regla alguna salvo permitir que se publique todo, lo que lo hace, a sus propios ojos, un baluarte de la libre expresión. Pero eso es wishful thinking: nadie sabe a ciencia cierta cómo se administra el blog ni cuántos son los que comentan. Un chiste común que aparece de cuando en cuando en conversaciones entre amigos es decir que PEH en realidad es una sola persona que, enfebrecidamente, escribe comentarios como un esquizofrénico, vengándose anónimamente de sus enemigos, o de los que cree sus enemigos, o incluso hasta de sus amigos. Bien pensado, es completamente posible.
La versión gringa de PEH se llama JuicyCampus. Según una nota de AP, JuicyCampus es un site libre sostenido por publicidad que sirve de conducto para que los usuarios -estudiantes universitarios- posteen chismes. El sitio les asegura el anonimato absoluto y se encuentra actualmente conectado a 50 campuses. Algunos temas: "Top ten freshman sluts" o "The Jews ruin this school". También se discute quién está con quién sentimentalmente, quién es popular o quién está con sobrepeso. Pero una diferencia esencial entre Juicy Campus y PEH es que el fundador sí da la cara: se llama Matt Ivester. Además, en el site se pueden encontrar comentarios en contra de su funcionamiento. Leo justamente el siguiente, que me recuerda el argumento que algunos bloggers locales usaban para criticar a PEH:
Free speech is absolutely necessary for a successful democracy. However, anonymity simply promotes irresponsibility. A brief review of the current postings on this web site confirms this. Overwhelmingly childish, petty postings - very, very junior high school. To the creators/moderators of this site: Promote responsible free speech. Lose the anonymity.
La distinción que se hace entre la opinión anónima y la opinión firmada para distinguir entre prácticas públicas genuinamente democráticas de las que no lo son es interesante. En ese sentido, si PEH ha sido llamado blog-basura por el hecho mismo de ser anónimo (y ser insultante), sería absurdo que se llame de la misma manera a blogs cuyos dueños sí usan su nombre y apellido para colocar una opinión.
Aún así, no es poco frecuente ver cómo algunos bloggers con DNI son víctimas del basureo promovido por sus pares enemigos. ¿Por qué? No es tan complicado sacar la línea: más allá del debate -o guerra, como también se le llama (1)- específico en cada caso, basurear a blogs que no lo merecen parece ser una forma sutil del golpe bajo disfrazado de lucha justa. (2)
La dinámica es mucho más emotiva que racional: lo cierto es que basurear a alguien que opina distinto o que se ocupa de temas supuestamente estúpidos no es una manera muy democrática de disentir si es que se busca ser democrático, por más que el basureo esté amparado por la democracia (3). Porque si el basureo existe como réplica a un acto ilegal hecho con nombre y apellido -injuriar o calumniar-, entonces lo que procede es una denuncia judicial y un ahorro de palabras. Hasta el momento en la blogósfera no he conocido de ninguna denuncia que se haya formalizado, aunque las amenazas hayan calentado mucho el ambiente. (4)
Mientras el debate sobre JuicyCampus sigue en pie, la mejor solución que se ha encontrado -antes que la censura- es buscar que los alumnos no ingresen a la página. No alimentar la inquina, el odio y el ataque cobarde parecería ser suficiente razón. Pero personalmente creo, y siendo consciente de la gran tentación por el morbo del ser humano, que una mejor razón para no visitarlo es la siguiente: JuicyCampus no ofrece entregar la verdad. Porque de lo contrario sería periodismo amarillo universitario. Y lo mismo va para PEH: antes que secretos, datos o chismes confirmados, lo que hay es una gran campo minado de fantasía, imaginación y pésimos copy-pastes. ¿Quién le teme a Puerto el Hueco? Quizás solo la propia paranoia de las víctimas. Lo que en el fondo tiene una pizca de vanidad.
Otro antídoto: Mind Games - John Lennon
(1) Y quizás una guerra biológica: el blog coletivo de corte académico Gran Combo Club -que jamás suscribió el témino- curiosamente tuvo en algún momento una sección denominada "En cuarentena" donde se listaban los blogs con los que posiblemente se pudiera establecer un diálogo en el futuro, es decir, una vez -deduzco- descontaminados.
(2) Si es difícil observar el fenómeno en la blogósfera, es muy fácil verlo y decirlo en la TV en contra de Magaly o en la prensa política escrita en contra de La Razón, porque basurearlos es casi un pensamiento automático de preservación de la higiene mental.
(3) El basureo sistemático sí me parece que linda con la campaña de desprestigio. Es algo que solía hacer Carlos Alvarez en su etapa fujimorista. Lo que me hace pensar que la ironía y el humor también tendrían límites, digamos, los que impondría un adagio como: "no me río de ti, busco reírme contigo".
(4) Con todo, lo anterior se hace humo si es que la firma se torna realmente insuficiente para opinar, lo que ya nos llevaría a otro terreno, a saber, el terreno de quienes están calificados o no a dar una opinión. Es imposible calificar a un anónimo. Pero sí es muy posible calificar e indexar a alguien con nombre y apellido.