Leo la llamada de atención de Fernando Vivas a Jorge 'Coqui' Gonzales, comentarista deportivo de Canal N. Gonzales, imagino que algo ofuscado, lamentó el comportamiento de la hinchada peruana antes del partido de la San Martín contra River Plate en estos términos:
"Que los hinchas peruanos los llamen, los saluden, les pidan una foto, vamos, son los rivales, a los rivales se les hostiga, se les insulta, se les menta la madre y si pueden los asustan tirándoles cosas"
Luego Vivas escribe si acaso esta misma actitud se repite en otras partes:
Aunque no he oído a ningún otro comentarista proferir barbaridades semejantes a las de este gallito de pelea de N, tampoco he visto en este canal o en otros una campaña firme y sincera contra la violencia social desatada por el fútbol.
Aunque no tengo las citas puntuales de otros comentaristas, no creo equivocarme que lo que dice Gonzales es lo que en realidad piensa la mayoría de ellos cuando hablan de "presionar" al rival para hacer sentir "la casa". Claro, lo de Gonzales es de una honestidad tan poco etiquetosa que lo hace parecer un cavernícola, pero un eufemismo no ablanda necesariamente la acción referida: "presionar" es, en argot futbolístico y cuando se habla de la hinchada, insultar, fastidiar, tensionar, aumentar la sensación de peligro: o sea, joder. Al igual que a Fernando -con quien compartí una temporada de trabajo bajo sus órdenes hace muchos años atrás en Caretas- el fútbol o su comentario no es mi consumo televisivo preferido. Pero sí es interesante preguntarse por su "retórica" particular. Vivas dibuja una línea recta que va de la arenga violentista de Gonzales a la violencia generalizada, esa que preocupa a la policía. Y no le falta razón. Pero otros verían que tal arenga tiene mucho sentido dentro de lo que seguramente llamarían "lo estrictamente deportivo". De otra manera no se entendería por qué tanta preocupación por jugar en casa. Jugar en casa es una ventaja porque aquí se presiona. Y, ciertamente, los jugadores responden de muy diferente manera al tener contacto con esa presión. Dicen -yo no lo sé- que el peruano se chupa. Dicen -tampoco lo sé- que el argentino se crece. Son consideraciones prejuiciosas. Pero lo que sí es evidente es que un jugador que se crece ante una presión adversa va a jugar mejor que uno que se chupa. Para descubrirlo, hay que presionar.
La presión -como un elemento retórico, para seguir usando la idea- no es sólo futbolística. También se da, cómo no, en las columnas. La de Vivas es un ejemplo. Gonzales no es solo reconvenido, también es llamado: "matoncito", "crispado muchachón", "bravuconcito", "cruce de 'Misterio' con tigrillo del cable", "gallito de pelea", "palomilla de set", "hijito" y "chibolo arrebatado". Me pregunto si el efecto deseado de su lectura -es decir, la rectificación- sería el mismo sin esa batería de adjetivaciones. Seguro que no. ¿Por qué sería insuficiente decir al estilo Kato algo como "el señor comentarista debería cuidar mejor sus palabras"? Creo que lo mismo se preguntaba Gonzales -de mala manera, sin duda, y cometiendo el grave error de llevar la rivalidad fuera del estadio- con ese gazapo medio inconsciente al reclamarle a la hinchada peruana su excesiva cordialidad. Pero, por supuesto, una guapeada de pluma siempre será más civilizada, fina y elegante que una que se da a mitad de cancha con un chimpún, un escupitajo y una recordada de madre con toques étnicos. Cosas del fútbol.