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miércoles, 27 de febrero de 2008

Los estándares del New York Times


No hay tiempo para postear más que cosas al vuelo. Sobre el caso John McCain y su negado romance con la lobbysta Vicki Iseman, Aldo Mariátegui escribió hace unos días lo siguiente:

Y hablando de McCain, cómo me he reído sólo de los huachafos colegas locales, de los snobs que critican a la prensa local y afirman que debemos tener los estándares del New York Times. Oigan, esta última “denuncia” del NYT contra McCain por un supuesto amorío no sólo es absolutamente endeble (un chisme de quinta categoría) sino que evidentemente ha quedado como una maniobra de los demócratas (este medio simpatiza siempre con el partido del burrito) para “bajarle la llanta” con este “cherry” a un candidato que puede dar la pelea a pesar de la pesada herencia de este pésimo presidente que ha sido Bush hijo. No me jodan que eso es periodismo de calidad. Es igualito a todos lados.

El reclamo de Mariátegui se repitió de muchas otras formas a nivel mundial, pero con el mismo tono. En vista de la reacción, el NYT se animó a responder las preguntas más representativas de la gran avalancha de críticas que se le vino encima. Cómo se concibió la historia, por qué salió en estos momentos, qué peso le dan a las fuentes que permanecen anónimas y cómo fue posible que la sección editorial del NYT respaldara a McCain como candidato del Partido Republicano cuando los reporteros cocinaban esta historia, entre otras consultas, está respondido aquí.

No es que el periodismo sea "igualito a todos lados" (¿está bien dicho eso?). Lo que más parece es que los lobbys sí parecen ser iguales en todos lados. En todo caso, no sé si sea realista buscar tener aquí los estándares del New York Times -que fantástico diario, dicho sea de paso-, pero sí convendría tener al menos algún tipo de estándar. Por lo menos algo mínimo como lo expresado por Maxim (repito, Maxim) en su disculpa pública al grupo Black Crowes por una reseña negativa escrita por un redactor que no escuchó por completo el disco. Se lee gracioso, pero de verdad no lo es.

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