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En la archicriticada, pero exitosa, película de Netflix ambientada en Cusco, "Hasta que nos volvamos a encontrar", hubo una escena que graficó lo difícil que es atraer capitales frescos al Perú y que quizá pasó desapercibida: aquella en la que el empresario español debe pagar una coima al funcionario municipal de Cusco. Considerando cómo Cusco se unió a las protestas golpistas hace pocos meses, colaborando así con su propia destrucción económica, no parece que el ánimo en el sur peruano sea propicio para atraer a más corporaciones fílmicas.