Patricia Salinas hoy escribe en Caretas una especie de señal de alerta terapéutica. Parece el primer paso hacia una intervención colectiva. ¿El paciente? Jaime Bayly que, a decir de la periodista, ha perdido la brújula, la silla, quizás el saco. El episodio de su renuncia al aire en un canal de Miami de hace un par de días fue parte del grupo de síntomas. Pero también lo han sido sus últimos programas en Frecuencia Latina -trato de verlos siempre en vivo o en YouTube- que lamentablemente no van bien en el rating y que han contado con invitados que son la versión humana de la espuma que queda y se arroja después de beber un vaso de cerveza en grupo: el Mero Loco, Susy Díaz, Namin Timoyco, Tongo, el Chato Grados, Abencia Meza, etc. Pero quizás el síntoma mayor sean sus textos periodísticos. Dice la Salinas:
En sus últimos artículos ha contado sus frustraciones, sus enfermedades, sus peleas con su amante argentino y hasta su extraña relación con sus hijas, la mayor de las cuales, por ejemplo, le habría pedido un viaje a Europa por sus quince años, pero sin él, porque él sería un estorbo y que cuando le dijo que no podría estar presente en su fiesta, ella respondió sin alterarse: “Mucho mejor que te vayas de viaje. La fiesta saldrá bravaza si tú no estás. Lo mejor es que dejes todo pagado y te vayas”.
La columna de Patricia Salinas va en serio. Se titula "Disparándose al pie" y se ilustra con un dibujo de Carlos Castellanos donde Bayly aparece disparándose a la sien, no sé si por error o porque a la larga Bayly terminará acribillándose, metafóricamente claro está. Aún así, el escritor sí ha publicado frases que aluden a la autoaniquilación. Sigue la columna:
... la confesión en otra de sus columnas que habla de su afición a los barbitúricos y dice explícitamente: “Encuentro cierta belleza mórbida en el hecho de tragar las pastillas y no saber si será la última noche”, nos preocupa. ¿No sería mejor hacer una pausa? Y es que la televisión, a veces, puede ejercer una presión imposible de soportar.Bayly es un personaje complicado. Descontrolado o no, es, para mí, siempre divertido. Pero también entiendo que su gran poética vital -como en la de sus libros- es hacer añicos sus anécdotas personales, canibalizarlas, mostrarlas con la condición de tergiversarlas, de hacer pasar la verdad por mentira y vice-versa. Desde que Vargas Llosa volviese contagiosa la idea de que las mentiras literarias incuban una verdad, el juego de espejos de no saber qué va en serio y qué no tiene en Bayly a un actor casi insuperable en la TV. A mí me desconcierta. Lo disfruto, pero a la larga me es extraño. Y lo mismo va para sus columnas en Correo. Quizás lo pueda explicar mejor haciendo uso -y abuso, porque lo modificaré- de aquel epígrafe de Salvador Elizondo (1) que Vargas Llosa coloca en La tía Julia y el escribidor, fantástica novela donde la autobiografía se usa para provocar espejismos:
Escribo. Escribo que miento. Mentalmente me veo escribir que miento y también puedo verme que miento. Me recuerdo mintiendo ya y también viéndome que miento. Y me veo recordando que me veo mentir y me recuerdo viéndome recordar que mentía y escribo viéndome mentir que recuerdo haberme visto mentir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que mentía y que escribía que escribo que mentía. También puedo imaginarme mintiendo que ya había escrito que me imaginaría mintiendo que había escrito que me imaginaba mintiendo que me veo mentir que escribo.
¿Así se ve el mundo desde la óptica baylyana? No lo sé, pero si algo de paz espiritual es de todos modos necesaria, posteo este vídeo que a mí me suele poner bien.