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domingo, 9 de marzo de 2008
Mentira TV
Antes que nada un saludo a Marco Sifuentes por su recientemente lanzado UteroTV. Un pequeño paso para el blogger, uno grande -espero- para la blogósfera local. Pueden ver y comentar su primer lanzamiento aquí.
Sobre las mentiras y la TV podría discutirse por horas sin llegar a ninguna conclusión. Debo confesar que soy un adicto al género reality, que me he quedado boquiabierto con las estupideces de delirio de Jerry Springer, que he pasado varios domingos drogado por los especiales en cable que encadenan uno tras otro concursos-reality para toda sensibilidad: Amazing Race, Top Chef, The Apprentice, Project Runaway, Top Design y hasta American Idol (pero soy un adicto de corto plazo, porque suelo aburrirme con rapidez y cambiar a otra cosa). Al final de cada jornada extenuante me preguntaba siempre lo mismo: ¿es esto verdad o no? Algún ejecutivo de TV me respondería socarronamente: "¿es importante? es show-business". Y no creo que me atrevería a retrucarle: el reality es un género con sus propias reglas y su propio lenguaje, y tan manipulado en la sala de edición que cualquier intento de verdad terminaría a la larga distorsionado. Hace años en el muy interesante reality de dirección cinematográfica Project Greenlight -detrás del cual estaban los talentosos Ben Affleck y Matt Damon y en el que se intentaba recrear su propia experiencia escribiendo y apuntándose un exitazo con Good Will Hunting- algunos de los involucrados protestaron porque los problemas reales en la vida real, a través de la TV-reality, se veían completamente magnificados en favor de un suspenso y un drama que jamás existieron.
Hace años Robert Redford indagó en la misma pregunta recreando el escándalo del programa de preguntas y respuestas "Twenty-One". Su pelicula llamada Quiz Show es una de mis favoritas: ambientación de lujo, actuaciones estupendas y una narración impecable. Es la historia de un fraude: poco de lo que se vio en "Twenty-One" fue verdad, las preguntas y las respuestas se discutían por adelantado con los concursantes-actores y las derrotas y los triunfos se preparaban en función del rating. El escándalo de Twenty-One llegó lejos porque uno de los cómplices del fraude fue nada menos que un hombre de letras: Charles Van Doren, doctorado en la universidad de Columbia.
No cuento más sobre la película. Pero gracias a YouTube podemos ver ese famoso programa donde Herb Stempel -el campeón- finge su derrota y Van Doren -el retador- su victoria. Hay una pregunta sobre el Perú y los Incas. Y aunque todos ya sepamos que nada es verdad, todo es increíblemente entretenido. Casi como una película. ¿Un reality no es más que una pelea de cachascán?
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