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miércoles, 12 de marzo de 2008

Racismo ep.1: Bruce vs. Tanaka


Tengo la impresión de que ha sido un libro muy vendido -en un momento, casi todos a mi alrededor lo estaban leyendo-, pero poco discutido. Nos habíamos choleado tanto de Jorge Bruce recibió ayer una breve reseña-columna-respuesta de Martín Tanaka en Peru21 y cabría esperar que su efecto sea uno de bola de nieve.

La columna del sociólogo no vino de la nada. Bruce en el primer capítulo del libro pone en entredicho lo afirmado por Tanaka en una columna también aparecida en Peru21 en febrero del 2007 titulada Sobre Eisha y la discriminación. Discrepa en líneas generales, pero sobre todo con una línea:

Si bien podemos encontrar rezagos de racismo hasta hoy, creo que nos escandalizan precisamente por tratarse de arcaísmos intolerables.


Deliberaciones de por medio, Bruce dirá al final de ese primer capítulo, lo siguiente:

Pretender relegarlo [el racismo] al estatus de un rezago inaceptable, parece más bien una expresión de wishful thinking. Incluso podría hipotetizarse que la presencia del racismo es tan constante en nuestra Historia, que resulta factible considerarlo como uno de los ingredientes más característicos de nuestro lazo social. (pág. 45)

Así que lo de ayer fue un acuso de recibo. Y con cierta intensidad. Rescato esta línea:


Creo que Bruce mira el mundo fundamentalmente desde ciertos espacios de clases altas, "blancas", desde la cúspide de la pirámide de la discriminación. (...) si asumimos el punto de vista de la inmensa mayoría de los peruanos, creo que podemos tener una mirada que entiende mejor lo que ha ocurrido en el país, y nos permite tener una mirada más optimista.


Resumiéndolo y reduciéndolo: ambas miradas sobre el racismo peruano se diferencian por considerar el vaso o medio lleno (Tanaka) o completamente vacío (Bruce). Pero ambas no se contradicen. Digamos que observan fenómenos distintos: Tanaka dirige la mirada hacia las clases medias y bajas. Bruce no puede escapar de la cúspide de la pirámide. Ahora, si ambos tienen razón y es posible encontrar en un mismo espacio -el Perú- distintas reacciones sobre el racismo -un racismo feroz conviviendo con un racismo diluido conviviendo con otro llanamente inexistente- entonces no sería tan cierto aquello de que apenas nacido todo peruano está "mapeado" racialmente, un mapeo que de algún modo lo determina socialmente. Bruce sentencia este mapeo con una acritud de escalofrío:


si, como espero también haberlo dejado claramente asentado, asumimos que nadie en el Perú puede escapar a los efectos de la ideología racista, tanto en el plano intersubjetivo como en el de la conformación de su identidad y, asimismo, en el campo de lo intrapsíquico, entonces es evidente que para un psicoanalista de estas tierras ese problema debería constituir una prioridad, en el ámbito clínico en primer lugar. (pág. 111)


El resaltado es mío y apenas uno lo lee dan ganas de poner quinta y salir volando de aquí. ¿En qué clase de monstruosidad de país vivimos? Pero este es solo un lado de la discusión, que describiría como nuestra capacidad de tolerancia o asfixia frente al racismo. Nos habíamos choleando tanto tiene tanto de denuncia que es imposible no ver, después de leerlo, en cada peruano un discriminador o choleador en potencia, agazapado, esperando el momento de su ataque venenoso. Peor: uno mismo se siente mal de la posibilidad de ser cobijo de "la peste", que es como el autor describe un par de veces al racismo.

Jorge Bruce no es mi columnista ni analista favorito. Y, para mi gusto, creo que ha escrito un libro innecesariamente complicado y algo desordenado. Advertencia: un lector que no sepa absolutamente nada de psicoanálisis se sentirá bastante perdido, por más que un glosario trate de enmendar los vacíos. Lo menciono porque Bruce quiso, y lo dice explícitamente, escribir un libro para consumo amplio. No: este libro va dirigido principalmente a otros psicoanalistas. (1)

Y, por último, tengo problemas en considerar el racismo una "peste". Porque aún tengo la impresión desoladora y sin solución que me dejó el final del libro de Camus llamado justamente La peste. Después de vencida la enfermedad, sin saber exactamente cómo, y mientras la ciudad en cuarentena volvía poco a poco a la normalidad, se lee:

Rieux [el médico protagonista] tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las valijas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.


¿Es así el/los racismo/s peruanos? Porque así exactamente lo pinta Bruce. Yo no lo creo, porque de otra manera no se explica que haya cambiado.


Link: Uterodemarita también posteó sobre lo mismo. Que ruede la bola de nieve.

(1) Joel Calero escribió una reseña del libro en El Dominical y dijo todo lo contrario: "Su primera virtud es su deliberada claridad expositiva que, alejándose de esa usual opacidad de algunos escritos psicoanalíticos, lo acerca a un público amplio." La de Calero también es una reseña que merece discutirse. Discrepo con el final de su texto: "el reto mayor de este texto es convertirse en uno de esos antídotos que ayuden a desbaratar esta enfermedad racista que es, a todas luces, la dolencia mayor de la nación peruana, su herida infecta, su queloide." Pero no. El libro de Bruce no plantea "antídotos" para la "enfermedad" racista. El libro se limita a exponer el racismo y confía con esa exposición que aceptemos nuestra patología ineludible o que aceptemos que cargamos traumas a ser superados inscritos en lo más recóndito de nuestro inconsciente (que es la dinámica de una psicoterapia). Sólo hay un breve momento de luz curativa cuando Bruce reconoce -acerca de la relación entre empleadores y empleados/das del servicio doméstico- que "por supuesto, hay una serie de historias personales en las que estos vínculos afectivos asimétricos sobreviven al trabajo de lo negativo y no sucumben en el maelstrom de la desobjetalización" (pág. 62). Pero estas historias no se cuentan. Yo me quedé intrigadísimo en saber qué consideraría un psiconalista una relación laboral sana dentro de una casa.


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