Buscar este blog

jueves, 29 de mayo de 2008

¿Qué diantres es la "ilegitimidad"?


Se fue el voto no obligatorio volando por una ventana del Congreso, pero algunas ideas quedarán flotando en las cabezas. Argumento en contra del voto no obligatorio: el peligro de consagrar un gobierno con un número de votos no muy grande -por un hipotético ausentismo- y que tal gobierno se vuelva de pronto legítimamente ilegítimo (valga el juego de palabras) si llegara a ser impopular.

Vengo escuchando la palabra "ilegitimidad" desde hace años y también escucho cómo se la repite como la frase de un perico. Ha sonado unas cuantas veces en este gobierno. Sonó muchísimas con Alejandro Toledo. Y sospecho que en los momentos más impopulares de Fernando Belaúnde a inicios de los ochenta o García versión 1985-1990, la palabra ha debido ser escrita o exclamada varias veces (no recuerdo, era muy chico). Paradójicamente, ha aparecido como consecuencia de elecciones legítimas bajo las reglas del voto obligatorio. Una conclusión express en esta precaria teoría política: el voto obligatorio no descarta ni nos vuelve inmunes al fantasma de la ilegitimidad en la representación.

Pero a la pregunta del post. ¿Qué diantres es la "ilegitimidad"? ¿Es un ánimo? ¿Una marea invisible que convierte a una sociedad en partidaria de la democracia o pataleta directa a la velocidad del rayo? ¿Es una encuesta? ¿Son tres, cuatro o cinco encuestas hechas por universidades distintas en el lapso de dos meses? ¿Es un post de J.A. Godoy? ¿Es una marcha de cinco mil personas en la calle? ¿Es la opinión de un (1) periodista destemplado? ¿Es la carta bajo la manga de la minoría consagrada legítimamente en una elección constitucional que de pronto quiere volverse mayoría -o sospecha que es mayoría- en el cargamontón emocional contra un presidente o su propio congreso? No tengo idea. Revisé la constitución y no aparece en ningún lado la palabra "ilegitimidad" o "ilegítimo". Pero siempre aparece en los discursos, en las columnas, en los estudios políticos. Es algo así como un espíritu santo oscuro, la energía negativa que nos rodea, a ti, a mí, seres enclenquemente energéticos en una democracia de esteras.

Todas estas son preguntas de lego, pero uno que participa en las elecciones fielmente, que cree en la democracia y que no comprende bien -y que se asusta mucho- con eso de la "ilegitimidad". La contraparte de la ilegitimidad, su fuente, es obviamente la legitimidad. ¿Es la legitimidad un asunto moral y filosófico? ¿O un asunto legal que nace de una elección democrática? ¿O depende del caso, si acaso soy mayoría o minoría? Si es un asunto moral estamos fritos: García no debería estar sentado donde está. Pero si es un asunto legal entonces podemos respirar tranquilos: García terminará su gobierno en el 2011. ¿Qué significa entonces que alguien exclame "ilegitimidad" a voz en cuello -Ollanta Humala es adicto al término- en cada rollo opositor? ¿Hay que dejar que la ilegitimidad como idea se salga con la suya y se convierta en algo como el freno de emergencia de un período presidencial o de la autoridad que no nos gusta?

No sé. Pero los analistas no han explicado bien esto de lo "ilegítimo". Es uno de nuestros conceptos más caros y usados, y uno de los peores explicados. Porque el ciudadano de a pie jura y rejura que lo ilegítimo viene de un posible fraude electoral. No, ciudadano de a pie, es al revés: lo "ilegítimo" más bien parece que se inventa un fraude retroactivo desconociendo los resultados de una elección democrática. Porque como veo las cosas, la legitimidad es cuantificable (solo necesitamos contar). La ilegitimidad no. Y para colmo, las palabras hermanas de la "ilegitimidad" son referéndum y constituyente. ¿Es la ilegitimidad el paso previo de la refundación republicana?

Ni idea. A ver si alguien me lo explica.

Link: Martín Tanaka en su columna de esta semana: "En cuanto al voto facultativo, se olvida que los países que lo tienen consideran que este crea problemas de legitimidad y representación, no los soluciona."

Datos personales

Archivo del blog