Quizás de primera impresión -y sin tomar en cuenta aspectos legales- nuestra noción de privacidad por lo general involucra un círculo muy limitado. Antes de internet era habitual compartir fotografías con cinco o diez personas muy cercanas. Un número muy pequeño. Pero hoy las redes hacen posible que la privacidad se extienda numéricamente a decenas o centenas. En el caso de la modelo, son casi 250 contactos los que hay en su cuenta. Esa privacidad sigue siendo privacidad, pero es una privacidad imposible de controlar. ¿Quién puede poner la mano al fuego por 250 personas?
Otro caso similar fue el que resalté ayer en un post. Un blog anónimo hizo público el correo electrónico de una persona que hizo circular una carta -en la que hablaba en parte de asuntos privados- dentro de una red limitada de contactos. La carta no era "abierta": era una carta escrita expresamente para un círculo específico. Nuevamente, ¿si el círculo tiene muchos miembros deja de ser privado? ¿Alguien que hace público un documento así está incurriendo en algún tipo de falta?
Aquí ya deberían hablar los expertos, pero las personas comunes y corrientes deberíamos saber qué derechos tenemos cuando usamos las redes sociales y, en un caso extremo, de qué manera podemos protegernos de la prensa o del internet público en el que están incluidos los blogs, FBs y Twitters. Pero al mismo tiempo, creo, hay que reconocer que la tecnología ha hecho posible la creación de una especie de limbo: privacidades tan amplias que parecen funcionar como la vida pública. Hoy la proliferación de redes de contactos privadas de gran número es cada vez mayor y cualquier persona es vulnerable a una difamación "privada" de corto alcance, a un desprestigio similar o a una venganza virtual. ¿Cuántos chismes corren en estas redes que, las más de las veces, terminan chorreando su información a gente que no es parte de la red?