El reinado del mp3 es similar a cuando los dinosaurios dominaban la Tierra: es una soberanía salvaje y abrumadora en número. La diferencia es que cuando los dinosaurios andaban libres el humano aún no existía. Pero con el mp3 tenemos que convivir y buscar una manera de sobrevivir.
Para esto unas gotas -o gotazas- de resignación son necesarias. La aceptación de la gratuidad es una de ellas. Lo que antes era piratería es hoy una actividad de intercambio habitual que a nadie le mueve un solo pelo de culpabilidad. Al menos hasta que aparece una resolución judicial de espanto. Pero perseguir y castigar al mundo entero no es posible. La ley camina lento y no puede hacerle frente a una realidad más concreta que el granito. El dinosaurio pasa por encima del caracol más empeñoso. La gente quiere gratis y no va a dar marcha atrás. Resignación y aceptación, hermanos.
El mismo problema ataca hoy a las noticias. Si los diarios empiezan a cobrar por su contenido online, ¿eso quiere decir que la ley va a perseguir también a aquellos que se envían archivos con artículos, reportajes e informes copypasteados? ¿Por qué los que pegamos y copiamos públicamente o los que nos pasamos links privadamente no sentimos que hacemos nada malo por más que no le estemos pagando nada a la pluma que se rompió el lomo escribiendo lo que compartimos? Es el virus de la gratuidad. Nos ataca a todos. Se ha metido en nuestra vida y no piensa salir.
El post no va por el camino de la moralidad, sino por un despertar a la realidad. La realidad es hoy otra. El público no va a dar marcha atrás. Es una verdadera revolución. Pero la revolución brinda oportunidades. Si la forma de consumo moldea la forma de los bienes entonces la música o las noticias van a tener que cambiar, casi necesariamente.
Por lo pronto, el álbum ya está en muere, por más que iTunes quiera resucitarlo con un proyecto. Radiohead está empezando la aniquilación optando por el camino de los lanzamientos de EP periódicos y olvidando el LP. Si algo realmente revelador ha tenido el mp3 es recordarnos que, con la musica popular, no escuchamos albumes, sino canciones específicas. Consumimos la parte y no el todo. Pero es una parte -oh, hada de lo evidente- que es un todo perfectamente autosuficiente. Las antologías o los best of nunca se equivocaron, siempre dieron en el blanco: así escucha la gente, así escuchamos todos, salvo que seas un completista, un erudito, un obsesivo-compulsivo.
La industria ha sido una maestra en vender su espejismo: el espejismo de creer que no solo necesitas los hits, sino todas las canciones de relleno. Ella misma se disparó al pie inventando para los CDs -y destruyendo de paso su propio sentido de la totalidad- los tristemente célebres BONUS TRACKS. Perdón, pero, ¿para qué son necesarios ahora si no lo fueron antes? El pop ha crecido tanto en número que también cree que ha crecido en importancia. Pero no es tan importante. Ni el Dark Side of The Moon lo es. ¿Acaso nunca le has puesto skip a Dark Side? La industria ha vendido un espejismo de totalidad aún sabiendo que el todo o su propia versión del todo no existe: Pink Floyd hizo "Money" solo porque necesitaba un hit, uno que lo llevara a la estratósfera que ellos creían merecer.
Ahora el público es el que contraataca. Y estamos despertando del espejismo. La música ha sido la punta de lanza, pero vienen más batallones. ¿Las noticias serán libres y gratuitas para siempre? ¿Qué tipo de noticias empezaremos a leer en el futuro? ¿Cuál es el espejismo noticioso que el periodismo tradicional ha creído y nos ha hecho creer que necesitamos?
Resignación, hermanos.
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miércoles, 12 de agosto de 2009
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