El debate sobre los alcances de cierta crítica es interesante en el blog de Ricardo Bedoya, a propósito de un acre comentario de Alonzo Izaguirre aparecida en Peru21 sobre la película "El Premio" de Alberto Durant. Un grupo de cineastas envió una carta furibunda de respuesta acusando al texto de agresivo y agraviante, y hasta matonesco. El intercambio de ideas aquí.
Me he quedado pensando sobre el tipo de crítica que espera cierto grupo de cineastas. La "crítica" periodística es necesariamente inmediata, de reflejos rápidos, de recomendación, de mucha adjetivación, de pulgar arriba o abajo, de un solo visionado, coyuntural. Es el tipo de crítica a la que la mayoría de lectores está acostumbrada y que es necesaria porque a partir de ahí probablemente se armen muchos menús de películas a ver en el futuro. Al menos yo funciono de esa manera.
Pero hay otra "crítica" que no está apurada, que prefiere la distancia, la meditación, que ve una película no una vez, sino dos, tres, cuatro, que compara, que lo piensa diez veces antes de lanzar una línea sentenciosa, que es muy tacaña con los adjetivos -en el buen sentido de la expresión-, que puede encontrar muy interesante incluso aquello que no resultó personalmente gratificante. Esta crítica está más asociada a lo "académico", aunque no necesariamente. Lo menos que se puede decir de esta crítica es que no está presa de la actualidad, aunque sus mejores expresiones siempre encuentran la manera de volverse actuales o urgentes.
Algunos asocian la "crítica" de verdad con este último tipo. Yo disfruto ambos tipos de "crítica" y, sin duda, hay mejores y peores maneras de ejercerla (y hay plumas que manejan ambos registros muy bien, como es el caso del mismo Ricardo Bedoya). En sus mejores momentos son tan o más estimulantes que las películas que analizan.
¿Entonces dónde está el debate? Parece que en las maneras y en los modales de la crítica periodística, esa que suele ponerle metralleta al mono que todos llevamos dentro, o irse en caldo porque ese caldeamiento es parte de su razón de ser. Es probable que existan ironías innecesarias en un texto; analogías o metáforas tan exageradas que desembocan en la burla; apanados adjetivados que parecen patadas a un saco de papas y no a una hechura artística hecha con amor, paciencia y altas expectativas. Pero, ¿acaso un exceso de cuidado en la etiqueta no choca con la libertad de expresión? Sin duda. A conversarlo con el editor.
Quizás la última línea sea esta: si en la mayoría de críticas lo que más se le pide al cineasta desafortunado es un mínimo sentido del buen gusto, ¿por qué no exigirle lo mismo a la pluma que la escribe? Machetéame con florete, no con cachiporra. (1)
Con todo, una buena crítica periodística siempre tendrá mi admiración, sea positiva, negativa o condenatoria: es la exposición de la inteligencia a la máxima velocidad.
PD: Isaac León Frías comenta sobre el caso y habla de un "ambiente enrarecido".
(1) Y creo que lo mismo se aplica a las críticas excesivamente positivas escritas de mala manera. Pero no sé cuál es la imagen contraria del "mono con metralleta" en este caso. ¿Mono con qué?