Me he tomado el trabajo de traducir una entrevista del periodista y crítico Sasha Frere-Jones (New Yorker) a Jonny Greenwood de Radiohead acerca de los mp3s y la calidad de sonido de la música. Es realmente interesante. La preocupación de Frere-Jones sobre qué cosa significa escuchar música hoy en día lo ha llevado a postear una serie de entradas que propiciarán en el melómano algunos pensamientos meta que, se espera, lo lleven a entender mejor su afición. A mí me parece un gran tema, aunque probablemente a la mayoría le produzca un gran bostezo. Este blog no ha sido ajeno a los temas musicales y hasta ha pensado en olvidar y eludir cualquier otro de urgente actualidad para solo encerrarse en ese mundo. Quizás lo haga.
Pude haber simplemente linkeado el post, pero me he dado cuenta de que la gente se muestra muy reacia a leer links, sobre todo si vienen en otro idioma. Una reciente experiencia con un grupo de estudio en el que varios de sus miembros mostraban mucha dificultad para leer textos en inglés también llamó mi atención. A pesar de que el inglés flota entre nosotros a diario en la vida cotidiana -desde el cable hasta los tics refraneros y seudoglamorosos del blogstar- al parecer no se practica, tal como si se desconociera que practicándolo se mejora.
Por otro lado, me encanta traducir. Sin ser un as ni en inglés ni en castellano me fascina esa dinámica de trasponer sentidos y significados. Así que escribir este post también ha tenido su cuota de placer. Los errores, si los hubiera, son míos. Para los más enterados, remitirse por favor al original.
SASHA FRERE-JONES: ¿Son los mp3 un medio satisfactorio para tu música?JONNY GREENWOOD: A mí me suenan bien. Incluso ayudan agregándole punche a algunas grabaciones. Escuchamos mucho hip-hop de los noventa durante nuestro último álbum, todo en mp3, todo via AirTunes. Sonaban muy bien, a pesar de toda la tecnología metida en medio. Los mp3s pierden en comparación con un CD, digamos, de un cuarteto de cuerdas, pero hay que tomar en cuenta que su objetivo realmente no es ése.SFJ: ¿Escuchan a sus fans hablar sobre fidelidad de audio?JG: Nos llegaron algunas quejas acerca de que los MP3s de nuestro último disco no estaban codificados con un rate suficientemente alto [nota del traductor: 160kbps]. Algunos incluso sugirieron que debimos usar FLAC. Pero si sabes lo que es un FLAC, y no tienes una buena opinión del formato, es porque ya te ahogaste en el mundo de la alta fidelidad y probablemente has gastado demasiado dinero en los soportes de tus parlantes.SFJ: ¿Crees que alguno de la generación MP3 -10 a 25 años de edad- busca una experiencia de más alta calidad?JG: No. Eso viene después. Son los treintañeros -hombres- los que husmean en las tiendas de artículos hi-fi, los que discuten sobre la pureza de la señal, cables libres de oxígeno y FLACs. Lo sé, porque casi fui uno de ellos.SFJ: ¿Qué piensas sobre los distintos formatos de audio?JG: La calidad del sonido es importante. Me sentiría frustrado si no pudiésemos lanzar CDs como una banda. Y, sin embargo, solo cuesta sacrificar un poco la calidad de sonido para obtener la conveniencia del mp3. Es como terminar aceptando el siseo de un cassette. Yo era feliz usando cassettes cuando tenía quince, pero estoy seguro de que eran vistos con desprecio en su momento por los audiófilos. Si estoy en un tren con audífonos, los MP3s son geniales. En casa, prefiero CDs o vinilos, en parte porque suenan un poco mejor en ambientes silenciosos y en parte porque son finitos en longitud y son cosas separadas, muy distinto de los interminables días y días de música almacenada en mi laptop.SFJ: ¿Graban distinto ahora sabiendo que el resultado final probablemente será un MP3?JG: No, pero fue interesante comprobar cómo algunos tracks soportaban la conversión a MP3 mejor que otros. En ningún caso fue malo.SFJ: ¿Cuáles aspectos de la era MP3 son los más que te gustan? ¿Cuáles te digustan?JG: El lado malo es que las personas están motivándose a conseguir mucho más música de la que pueden escuchar prestándole total atención. La gente tiene MP3s de todos los discos de Miles Davis, pero nunca pensarán en escuchar dos de ellos seguidos. Simplemente hay demasiado que repasar. Estás pensando: "tengo Sketches of Spain y Bitches Brew, ok, pongamos eso mientras termino de escribir este e-mail". Esa abundancia puede lanzar cualquier música al nivel de música de fondo, de mueble.SFG: Respuesta estilo libre aquí. Inyecta cualquier pensamiento relevante o candente.JG: Este asunto de la calidad de sonido me parece al mismo tiempo fascinante y ridículo. Es como la resolución de pixeles en las cámaras digitales. Los números más altos son mejores, pero esa discusión siempre aparta a un lado, de alguna manera, la fotografía en sí.
Greenwood da en el clavo con varios temas. Cada formato de audio tiene su momento y su espacio. Si estás esperando en el consultorio del dentista un MP3 te puede mantener muy bien enterado del último disco de Cerati. Pero, ¿qué tipo de experiencia será? ¿Será esa experiencia una realmente fiel? Es decir, ¿un crítico X debería sustentar sus opiniones a partir de un MP3?
A pesar de que el MP3 sale bien parado en el balance de Greenwood hay el reconocimiento de una diferencia: un CD no es igual a un MP3. En otras palabras, la fidelidad -ese concepto gaseoso y hasta quizás metafísico- sí importa. Pero, ¿de qué consiste esa diferencia? ¿Qué información se está perdiendo? ¿La información del "placer"? ¿La información de las intenciones artísticas de grabación y mezcla? ¿La experiencia que convierte un ruido en un "evento musical"? ¿Qué significa para el ser humano experimentar un evento musical?
Por otro lado, el MP3 es muy superior al cassette. La relación de ambos formatos no es antojadiza. El cassette es pariente anterior y muy cercano del mp3 en cuanto a su portabilidad, su facilidad para la copia y su alta facilidad para ser prestado y compartido. El "mixtape" idiosincrásico de antes se ha vuelto la norma hoy para escuchar música popular.
Como bien dice Greenwood hay algo de ridículo en el tema de la fidelidad. Pero, a la vez, hay algo de ridículo en el crítico de cine que quiere ver películas en su formato original, algo de ridículo en el lector que odia los libros electrónicos, algo de ridículo en el guitarrista que compra un instrumento de miles de dólares para terminar encerrado en un mp3, algo de ridículo en leer poemas, algo de ridículo en entregarse al ocio creativo cuando hay tantas personas que necesitan ayuda de vida o muerte. Hay algo bien ridículo en el amor.
Cuando Radiohead lanzó su disco In Rainbows en 160kbps me decepcioné. Esperaba al menos 192. Esta idiotez de lorna musical se vio reparada -y confirmada- para mi placer cuando compré el CD: fue otra experiencia. Ripeé el disco luego a 320 y esa es ahora mi versión portátil.
Hoy es 09-09-09. El día del lanzamiento -como seguro ya se sabe- de todo el catálogo completo de Los Beatles en versiones finalmente remasterizadas. Según las notas que he leído el lanzamiento ha sido todo un evento. Y, es curioso, porque es un evento comercial motivado llanamente por la calidad del sonido. ¿Alguien ripearía esos discos para escucharlos en su ipod? ¿A cuántos kbps mínimo? En esta nota del New York Times se termina con una reflexión medio en broma, medio en serio: la próxima parada en esta vida eterna de las grabaciones de los Beatles será el Blu-Ray o lo 5.1. De nunca acabar.