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sábado, 19 de julio de 2008

Lectura veloz



Saliendo del gimnasio, sudado y extenuado, escucho una voz de mujer que me detiene. 

"¿Joven, quiere leer más rápido?"

Me demoro en entender lo que dice y al principio pienso que me pregunta si quiero aprender a leer a secas. O sea, no entiendo la pregunta. Me quedo mirando a la mujer extrañado. Luego me extiende un folleto del método de lectura veloz que ofrece. 

Repito: estoy cansadísimo, acciono mi brazo automáticamente, recibo el folleto, lo veo sin leer nada y ella sigue con las preguntas o, quizás, el interrogatorio. 

"¿Le gustaría leer más rápido?"

Ahora sí respondo: "Bueno, la verdad, no". 

"¿Pero de verdad no le gustaría leer más rápido"

"No, creo que leo a una velocidad satisfactoria, una velocidad que está bien". 

"Pero, ¿lee usted?. 

"Sí, claro". 

"¿Todos los días?". 

"Sí". 

"¿Qué lee usted?"

No sé qué contestar a eso. "De todo", digo. 

"¿Poemas, novelas, periódicos?". 

En ese momento sonreí, porque imaginándome leer un poema a la velocidad de rayo me pareció muy chaplinesco. Luego pensé que quizás lo que vendía esta mujer era un método de interrogatorio veloz. 

Siguió insistiendo con la pregunta inicial, como si le pareciera inverosímil que alguien no quisiera leer más rápido. En un momento creo haber dicho que no quería leer rápido porque quería entender las cosas bien, comentario que le hizo fruncir el ceño con preocupación -al punto que pensé que se había molestado- y a lo que respondió que el método también incluía la comprensión. 

"Leer es comprender", creo que dijo, máxima con la que los dos podríamos estar de acuerdo.
 
Finalmente, me sugirió darle el folleto a alguien que le interesara. Le agradecí y me fui pensando si no había sido ofensivo con su invasividad. Extraña forma de culpabilidad.

...

Mi primer encuentro con la lectura veloz sucedió en el colegio. Un amigo aplicado me confesó que había pasado por el método y eso despertó mi curiosidad. Le pregunté cómo era, de qué se trataba, y me dio un resumen al vuelo sobre la técnica: dónde fijar la mirada, no leer palabra por palabra, buscar grupos de palabras, etc. Me fui con una idea lo suficientemente buena como para no querer pasar por esas clases, aunque de manera automática hice una relación entre sus buenas notas y su lectura veloz. Quizás ahí estaba el truco, pensé.

Para alguien preocupado ociosamente en la cantidad de libros que caben en una vida -leer, a riesgo propio, este experimento falaz- aumentar la velocidad de lectura es una tentación. Si pudiese aumentar mi velocidad de lectura al doble, la cantidad de libros posibles (x) en mi vida se convertiría en 2x. Nada mal. Cuando a Neo -en Matrix- le trasvasan al cerebro una serie de softwares que lo hacen experto en artes marciales en menos de un minuto, la fantasía de que un humano pueda ser así de expeditivo con los libros -imaginemos un Kindle enchufado a nuestras neuronas- parece una aventura digna de Icaro: suena genial, pero hay algo medio monstruoso que late por debajo. La cosa no puede ser tan fácil. Como dice Morpheus: "your weakness is not your technique".

¿Es necesario leer más rápido de lo que normalmente se lee? Quizás el propio texto escrito ofrezca una pista. ¿Qué es lo que vemos cuando leemos? ¿Solo palabras? No. Vemos además una cantidad inmensa de signos de puntuación entre las palabras: esos que nos indican las pausas necesarias para entender el texto. 

Volvamos a nuestras viejas clases de tercer grado: la coma es una pausa pequeña; el punto seguido, una pausa algo más prolongada; el punto aparte, algo más que un punto seguido. El texto escrito es una especie de partitura: con las pausas el sonido cobra sentido. Sin ellas es ruido. ¿Con qué extraña inténción querríamos entonces desaparecer esas pausas? ¿Con qué extraña intención querríamos no detenernos y caer en el ruido? Si algo hace el texto escrito es representar nuestra forma de hablar. ¿Quién habla en fast forward, no solo haciendo peligrar el sentido, sino desapareciendo la música de la voz que en sí misma trae información valiosa? ¿Por qué querer saltearse la sugerencia de unos puntos suspensivos, la atención focalizada de un par de signos de exclamación, la meditación que separa un capítulo de otro en una novela?

La única intención que le veo es aquella de vender justamente un método de lectura veloz. O quizás peor: estafar. Porque leer rápido, si seguimos las ideas del párrafo anterior, no es comprender más, es comprender menos. Es tratar el texto como un conjunto de palabras que transmiten solo una idea vaga. Es apenas darse cuenta si un texto está bien o mal escrito. Es pasar por alto si las ideas del texto están bien argumentadas o si poseen baches. El método de lectura veloz es la antítesis de la relectura, es decir, el virus de una costumbre imprescindible.

Lo anterior es de sentido común. Aquí un link donde algunos expertos prefieren las mediciones de laboratorio e ir en contra de estos métodos con cifras en la mano. Y, si eso tampoco convence, aquí una analogía. Gracias al Google Reader llegué a este vídeo de un freak compitiendo contra sí mismo por hacer de Rimsky-Korsavov un puré. No se tropiecen:

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