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miércoles, 15 de julio de 2009

Sangrecitas televisivas

Desde el Baguazo Bloodyhell se ha reconectado con la televisión, para bien y para mal. Aquí algunos comentarios.

Alicia Delgado, Marco Antonio. Este blogger no es de los que piensan que dedicarse a estos crímenes en la TV sea una "pérdida de tiempo", una "cortina de humo", o una colaboración con nuestros retrasos colectivos. En periodismo no hay mal tema, sino mal tratamiento del tema. Además, de todo se puede sacar una buena lección. A los periodistas de verdad les toca separar amarillismo de información, pensarlo bien antes de lanzar sus identi-kits (¿qué fue del pobre pasajero acusado de sospechoso por un taxista feliz de tener su cuarto de hora en cámaras?) y no dejarse marionetear por la policía y sus apuradas conferencias de prensa. Con el caso de Marco Antonio la cobertura fue mejor que con el caso de Alicia Delgado. En éste último las sospechas abundan. 

Pero, Bloody, hay temas más importantes. Conviene relativizar este axioma de los inteligentes, que tienen siempre todo mi respeto. Me niego a creer que todo sea política. O que hoy sea importante escudriñar en las cuatro neuronas solícitas del Primer Ministro Velásquez. En todo caso, con respecto a la TV el problema es que los espacios políticos per se ya no existen. Ahora lo que hay son magacines que mezclan papas con camotes y que con sus licuadoras han vuelto la realidad un show del "no se lo pierdan". No es posible que los entrevistadores estelares de la TV política dominical sean Raúl Tola y Sol Carreño, pues. Es que no puede ser. Y no hablo de la cultura porque ese ya es un lamento aburrido.

El combate contra la homofobia empieza en casa. Linkeo la columna de hoy de Fernando Vivas sobre los mentados "crímenes de odio" a propósito de la muerte de Marco Antonio.  Resumiendo: afirma que la tragedia no califica de crimen pasional (su asesino no era su pareja estrictamente hablando), pero que tampoco sería un "crimen de odio" tal como el activismo gay lo define. La verdad, es muy difícil intentar ser científicamente preciso cuando se habla de emociones puras y duras, pero lo que es innegable es que homofobia y discriminación en el Perú hay, existen y son pan de cada día. Un ejemplo muy a la mano en la TV. En Enemigos Íntimos la relación que Aldo Miyashiro -quizás con complicidad del propio Beto Ortiz- ha establecido entre los presentadores es la de un viril hincha de la U que bate y bate a su compañero gay. Joda tras joda, chiste tras chiste, gritito tras gritito, Miyashiro ha encontrado en la batidera del supuesto templado de Paolo Guerrero un arma para esconder su fatal falta de floro. La dinámica es igual para los medios en general: el homosexual es un punto, un pararrayos, un ser menor, un distinto que hay que bajar del micro. En el colegio, recuerdo, la broma era dibujar pichulitas en los asientos (jamás lo hice). En eso se ha convertido la TV de hoy. Pongamos en duda lo de "crimen de odio", pero definitivamente tanta broma estúpida no nos hace una sociedad más tolerante. Depende ya del gremio combatir sus idioteces dentro de sus muros.

¿Sabemos ver vóley? Cambiando radicalmente de tema. Me quedé enganchado con los partidos de la selección en el Mundial Juvenil de Vóley en Tailandia. Me gustan los deportes donde no hay contacto entre rivales justamente porque no hay contacto entre rivales. Hay menos espacio para la jugada artera o la deslealtad. Aunque el aficionado local ha aprendido a disfrutar mucho de la emoción de un partido de vóley, me pregunto si es que acaso ha aprendido más del deporte, de sus estrategias, de las cosas que se ponen en juego (en mi caso, sé que no). En líneas generales: aunque el sexto puesto fue sorpresivo y una buena noticia según las informaciones, las jugadoras peruanas se mostraron muy irregulares y poco entusiastas con cada punto ganado según lo visto en la TV. Lo que fue inversamente proporcional al entusiasmo de los periodistas. Philip Butters, aunque inteligente, es uno de esos lamentables gritones que se convierte en hincha apenas ve una camiseta peruana. El periodista que sea periodista. Y ya basta de las bromas étnicas -"comimos chifa con las chinas"- en los comentarios. Un poco de amabilidad y educación. Algo más: ¿no notaron una diferencia física entre las peruanas y las demás jugadoras? No me refiero a la talla. Me refiero a que vi musculaturas algo mullidas, espaldas no muy rectas y falta de elasticidad en algunas jugadas. Aquí el issue no es el entrenamiento: es el papeo, me parece.

15-love. También vi algo del tenis, sobre todo el estupendo partido del domingo que ganó Luis Horna por la Copa Davis. En este caso la transmisión de CMD fue impecable, en imágenes y comentarios. Lástima que para el segundo y final partido se cortó la transmisión para dar pase a esa malaria llamada "clásico". Para lo ocurrido con la derrota peruana mejor linkeo este duro post de Jack Lo Lau en su blog de El Comercio: "Esta dirigencia tiene 7 años en el cargo y se va por 4 más. Ellos son los responsables de todo esto y de todo lo que le suceda al tenis. No es posible que en nuestra eliminatoria, el estadio de los Hermanos Buse, el llamado templo del tenis, ubicado en la otrora catedral del deporte blanco que es el Lawn Tennis, luzca vacío." Y sigue con otros detalles que son para llorar (y peores que aquel donde se abandonó a un jugador peruano de fútbol en Colombia). ¿Qué pasa con la Federación Peruana de Tenis? Periodistas a chambear.

Terminó la primera temporada de "Clave Uno: médicos en alerta". Esto lo debí escribir hace unas semanas. No es ER, no es Grey's Anatomy. Pero si algo me gusta de esta teleserie pasada por Frecuencia Latina es que no repite el manido esquema de los de arriba y los de abajo, no hay miserias expuestas con orgullo popular, no hay vivezas resaltadas como el único camino de la peruanidad. En "Clave Uno" la meritocracia lo es todo. Hay acartonamiento, es verdad; hay actuaciones lamentables, también; y los libretos a veces despiden un halo de ingenuidad irreal, sin duda. Pero el mensaje es que el mejor médico está donde tiene que estar y es aplaudido. El talento está subrayado. La contraparte médica en Clave Uno son los enredos sentimentales -necesarios para hilar capítulos que por lo general presentan casos médicos aislados, tal como en ER-, pero a la larga resultan ser uno de sus puntos débiles porque van en directa relación con la solvencia actoral. Los puntales, sin embargo, son el magnífico Marcello Rivera -jefe de Emergencias- y la siempre elogiada Wendy Vásquez (aunque me gusta más en teatro que en TV). En segunda línea (aunque en la serie son protagónicos) están Francisco Cabrera y la sorprendente Karina Jordán. Ambos pares son pareja y, juntos, echan chispas. Lo interesante de la relación entre Rivera y la Vásquez es que son dos personajes unidos por el talento, sin importar sus procedencias sociales o sus diferencias raciales. Un buen guiño al público. Supuestamente habrá una segunda temporada a fines del 2009. Más info aquí.










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