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jueves, 16 de julio de 2009

Un acto de amor

Limpiar un vinilo es un acto de amor, tal como recuperar para las pistas un auto viejo, salvo que no hay posibilidad de reemplazar ninguna pieza. El único objetivo posible con el vinilo es remover la mayor cantidad de partículas de polvo que se han asentado con los años en los surcos, de manera que al reproducirlo la lluvia característica empañe lo menos posible el sonido original.

Hay métodos caros y caseros para lograrlo. Los caros implican costosas máquinas fuera del alcance del aficionado común o un kit manual de tienda que no siempre puede hallarse. Los baratos se multiplican en una serie de trucos que mezclan eficiencia con leyenda urbana y que han pasado de boca en boca con el transcurso de los años. En internet las recetas abundan, cada una con testimonios de respaldo rematados con signos de exclamación llenos de felicidad.

La creencia común es que el algodón empapado en alcohol etílico de farmacia es material suficiente para limpiar un vinilo, como si éste fuese una herida que necesita cicatrizar. A pesar de la belleza de la figura el algodón solo dejará más partículas de las que saca. De cambiarse el algodón por un paño, también podría aprovecharse la oportunidad para reemplazar el alcohol etílico -que algunos comentan podría ser demasiado abrasivo- por el isopropílico, que se evapora más rápido (1). Pero su evaporación rápida implica un efecto menos duradero. Como se comprenderá, antes que ciencia, la limpieza casera del vinilo es una empresa de empirismo medieval, de un ensayo y error coronado por la impresión esotérica e impaciente de que, una vez limpio, el disco se está escuchando realmente mejor.

La manipulación del vinilo está lleno de advertencias que, al inicio, serán todas acatadas al pie de la letra. Una de ellas: solo tocar aquella parte donde la etiqueta está pegada. Pero en los casos donde la suciedad es un desafío imposible la amabilidad será puesta de lado y un plan B drástico se pondrá en marcha: llevar el vinilo al grifo del baño o la cocina, echarle encima jabón líquido de manos y empezar a refregar como si la placa fuese un trasto. El plástico quedará reluciente, sin duda, pero luego de seco es probable que la aguja no nos devuelva el sonido que estábamos esperando.

Los restauradores caseros del sonido del vinilo con alma de ebanisteros recomiendan, como remate final luego de la limpieza, rociar con silicona líquida el vinilo limpio. Es parte de una filosofía audiófila que ve en el vinilo no solo un disco con música, sino un mueble. Con el spray no solo habremos logrado que el negro del plástico se vuelva un espejo -según se dice- sino que estaríamos dándole al objeto una vida más larga. Sin embargo, hay detractores que prefieren dejar la silicona de lado pues no haría otra cosa que otorgarle al vinilo una capa ligeramente pegajosa perfecta para la acumulación de más polvo.

Si la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, en el caso de la limpieza de vinilos la aplicación de la máxima nos lleva a la solución más simple de todas, aquella más respaldada por innumerables testimonios: agua. No la del grifo -que además de contener agua con toda probabilidad contiene muchas otras sustancias más- sino agua pura, destilada, H2O. Se usa comúnmente en las baterías de los autos y tiene la ventaja de hallarse muy fácilmente en cualquier tienda o supermercado. Y, si además de agua destilada, nos hacemos de tela antiestática -que reemplazaría el más a la mano pedazo de polo viejo- el camino hacia un vinilo realmente limpio se habrá allanado.

Coloque el disco sobre el tornamesa. Active la máquina y que empiece a girar. Remoje la tela en el agua destilada y colóquela sobre el borde exterior del vinilo, de modo que la rotación del mismo haga ligera fricción. Ármese de paciencia y siga el proceso en movimiento radial, lentamente hasta llegar al centro de la circunferencia, remojando la tela tantas veces como sea necesario. Al final obtendrá un disco empapado. Apague la máquina, saque el disco y déjelo secar. Existe el mito de que escuchar un disco "mojado" es casi como escucharlo nuevo, pero no lo haga bajo ningún motivo. Una vez seco compruebe el efecto de la limpieza. Sin duda, será un antes y un después.

La limpieza de vinilos solo es comprensible como acto de amor. No otorgará la satisfacción del sonido siempre nuevo y limpio de un CD, pero sí la ternura de un souvenir tecnológico que aún funciona y que se resiste a morir. Es inspirador que algo que posee 20, 30 o 50 años aún nos pueda producir placer, a pesar de sus limitaciones. Un CD no envejece nunca.


(1) El alcohol isopropílico es el recomendado para limpiar CDs

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