Buscar este blog

lunes, 9 de junio de 2008

Caliente, frío


Un simpático parapost de un parablog de El Comercio habla sobre el ineludible fenómeno de las calentonas. Ignoro si la literatura psicológica o sociológica o psiquiátrica tiene un término técnico para ellas y/o ellos. Pero la sociología popular ya dio con el nombre y con algunos de sus comportamientos habituales. Cedo el paso a Chiara Roggero:

Las peligrosas son las que juegan con los sentimientos, las que hacen creer que existe una posibilidad de formar algo, cuando en realidad esa posibilidad es nula. Las que enamoran sin enamorarse.

El amor es un tema que considero central. Ya lo escribí en otro lado: en las universidades debería enseñarse algo como Amor 101, comprender sus por qués y sus mecanismos; lejos, claro, de la prosa saltimbanqui y no muy efectiva de un Renato Cisneros. Las calentonas: ¿qué hacer con ellas? Sigue la Roggero:


tengo esta imagen en la cabeza de una mujer muy guapa ilusionando a un hombre, con un pasado no tan exitoso en lo que a las mujeres respecta

Discrepo. Creo que las víctimas del calentonismo son tanto exitosos como no exitosos, duros como blandos, avispados como atontados. Y es completamente natural que sea así porque calentar es "engañar". Y caer víctima de un engaño, en el amor, es demasiado fácil. Los hay muy sutiles (miradas, roces, actitudes como la que menciona Roggero como "las trencitas o las llamadas de madrugada" -ja, buenísimo-). Pero también existen los engaños flagrantes cual cuñas de mortal suspense como cuando se escucha decir: no sé lo que siento. No hay que tomarlo a mal. Todo el juego de la seducción es un póker donde nadie sabe tus cartas ni tú las del jugador rival. Lo que se apuesta son cuotas de sinceridad. El bluffing es la única jugada posible. Por eso coloqué "engaño" entre comillas: todos lo hacemos.

¿Cuál es el fin del amor? Emparejarse. Tómese como atavismo si se quiere. Lo cierto es que los retortijones en el estómago, una vez que caemos en el engaño, son completamente reales. Cómo manejarlos, como diría mi hermano, es otro business, uno en donde la experiencia puede contar mucho. Pero el enamoramiento es y, al menos hasta que la profecía de Huxley se cumpla (c.f. Un mundo feliz), aquella donde los humanos dejan de ser menos humanos, será. ¿Qué gana entonces una calentona con enamorar a alguien con quien no va a estar? ¿Por qué se tomaría la molestia de gastar recursos en eso precisamente?

La Roggero no da respuestas o solo lo considera como una "crueldad". Pero creo que tiene que ver con el aumento del atractivo. Digamos que en el mar erótico de entes dispuestos al emparejamiento, la noticia de una víctima de la calentona llama mucho la atención. Es más, tengo la impresión de que una calentona espera que la víctima divulgue su propio dolor, no que lo oculte. En tanto haya más víctimas visibles de su engaño, entonces, más preciada se volverá a ojos de los hombres en competencia, aquéllos que piensan que sí podrán vencer el reto de la esfinge.

Pero no todo es rígido ni determinado, por supuesto. Como dije, se apuestan cuotas de sinceridad. Y uno busca emparejarse con el mejor ente disponible y posible dadas las circunstancias (en inglés es más claro: not the best, but the better).

Es probable entonces que para una calentona serial una víctima de más sean ya demasiadas. Mala estrategia de la calentona, porque a partir de ese momento, el serlo -dentro un círculo, capa, estrato- ya no se verá como un atractivo, sino todo lo contrario: será un disuasivo. Su constante blufffeo será lo que le evite finalmente tener una pareja concreta, real y satisfactoria. En un contexto así es posible que el movimiento contrario empiece y que la sinceridad total pueda ser apreciada. No mezquinar información y confesar amor rendido, por ejemplo, podría rendir frutos. Y así será hasta que el exceso de sinceridad nos regrese de nuevo a la selectividad. Visto de otra manera: el calentonismo es el paroxismo de la selectividad, quizás una mutación mórbida.

La verdad no sé si todo lo anterior tiene sentido. Pero como víctima y victimario es entretenido pensar en los porqués. Al menos, tranquilizan.



Datos personales

Archivo del blog