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viernes, 20 de junio de 2008

¿Es "Viva la Vida" el mejor disco de Coldplay?


¿Merece Coldplay un post?, cabría también preguntarse. Quizás la novedad sea que el cuarto disco de los británicos, Vida la vida, ha sido producido por Brian Eno, una especie de Phil Spector arty y posmoderno, reconocidísimo por haber tocado con su halo conceptualizador a iconos como David Bowie o U2, y él mismo un excelente artista solista, sobre todo en los discos inmediatamente posteriores a su salida de Roxy Music en los setenta (Here Come The Warm Jets (1973) y Taking Tiger Mountain (By Strategy) (1974) son obligados). Coldplay contrató a Eno y el resultado es Viva la vida que, como todo disco de Coldplay, de primera impresión es rochosamente flojo, pero luego, mientras rota incansablemente en medio del trabajo pendiente, va reptando como un insecto y se vuelve culposamente adictivo. Debe ser, creo, uno de los mejores discos de este año.

No hay muchos hits en Viva la Vida o, mejor dicho, no hay hits evidentes. Hay canciones que parecen hits y que de pronto se cortan para dar paso a otra cosa, como las minisuites beatle, que es lo que Coldplay entiende como experimentación. Pero la mano de Eno -que no puede hacer milagros con el talento de compositor de Chris Martin- está en el sonido: todas las canciones comparten ese Wall of Sound del s.XXI, al mismo tiempo etéreo, planetario, cósmico y ecológico. Escuchar este disco es entrar a un pequeño universo y eso ya es bastante, aunque lo buena onda para algunos sea contrario al rock and roll. Y lo es: Coldplay, si no se sabía, hace cualquier cosa menos rock and roll.

Resumo con una fórmula: Viva la Vida = U2 + James (también producidos en algún momento por Eno). U2 por las ambiciones de estadio y James por el sentimentalismo a flor de piel, uno que puede romper en llanto por el tierno caminar de un chanchito. Es el tipo de fórmula que hace que el pop parezca más importante de lo que realmente es.

Para contestar mi propia pregunta: sigo pensando que Parachutes es el mejor disco de Coldplay. Fue el primero, el más modesto y el más genuinamente angustiado. Lo demás entra en la categoría de guilty pleasure sin mayor trámite. "Shiver" y "The Scientist" (10 millones de visitas en YouTube) son mis canciones favoritas.

Esta no es la primera vez que escribo de Coldplay. Hace unos años, abrumado por lo mal que me sentía de que las canciones de la banda de Martin se me pegaran como un chicle en el pelo, escribí una reseña en clave de diatriba sobre el X & Y para exorcisar tanto amor humanitario y quedar bien con los amantes de "mi viejo rock and roll", como diría Gerardo Manuel. Fue para la revista 69, pero fue un texto que jamás salió publicado. Aquí lo pego para compartir mi otrora complicada rabia:

X & Y

Coldplay

2005 

Con X&Y queda claro que Coldplay está aplicando la fórmula del menos a más, o de la música vista como un remedo de las Olimpiadas: aprende de tus errores, supérate a ti mismo, toma Gatorade. Chris Martin seguramente pensó que con Parachutes –el primer disco de su banda- obtuvo la medalla de bronce, y que el X&Y tendrá de largo la de oro. Se equivoca: el Parachutes era un disco chiquito, pero genuinamente melancólico, el rincón alternativo que ciertas almas en pena sintieron como propio y personal. Pero el éxito borra a futuro cualquier intento de intimidad. El A Rush of Blood to the Head confirmó a Martin en su nueva pose de súperestrella y este X&Y ya lo viene catapultando a la de un gurú cuya calvicie prematura le hace olvidar que tiene apenas 28 años, una hija llamada Apple y una esposa llamada Gwyneth (que es, en realidad, más famosa que él). 

Es por eso que los mensajes de X&Y no suenan falsos: suenan llanamente idiotas. “Sólo necesitas a alguien que escuche lo que dices”; “¿Cómo puedes saberlo si no lo intentas?”; “Cada vez que lo intentes y no lo logres… una luz te guiará”. Basta. Chris Martin dice que no tiró hasta los 22 y que jamás acepta un porro. Pregunto: ¿a qué clase de tragedia tuvo que sobreponerse para haber necesitado de una luz, de una mano salvadora, de una pepa urgente? 

Quizás sucedió en ese viaje mientras sobrevolaba el África en su tour pro Fair Trade (comercio justo) y su avioneta casi sucumbe a la turbulencia y a una imprevista tormenta de arena. Martin, en ese momento de enfrentamiento con la muerte, confesó que se dijo: “felizmente el disco está ya casi terminado”. Y eso es. Un Chopra juvenil que en una mano tiene la frase plástica exacta y en la otra el libro contable del exitismo.

Y funciona de maravillas: Coldplay es número uno indiscutible del mundo, tiene ventas envidiables y deja estadios llenos regados a su paso. Sabemos que esa ruta ya la transitó Bono y U2, pero al menos éstos tuvieron al Belfast sangrante y un catolicismo muy bien llevado -que es, al fin y al cabo, una religión afecta al impacto de lo sensual. Y Martin es desabrido, asexuado, frígido como una línea blanca de cocina o el olor softly de un pañal. ¿Es por eso que calan tanto en el gusto masivo? No me queda la menor duda. 

En todo caso, musicalmente Coldplay no intenta enmendarle la plana a sus mayores: calca a la perfección todo el arena rock de los irlandeses, esperando eso sí, que sus melodías se escuchen si es posible hasta la galaxia vecina. ¿Por qué contentarse sólo con Nueva York o Los Ángeles? “Quizás haya computadoras buscando vida en la Tierra”, dice Martin. Así que de embajador terrícola del IPRI no baja. De todos modos hay medalla al mérito, ciertos detalles que son camp y que funcionan: los “oh-oh-oh” de “Square One”; la copia de la copia de la balada triste con piano de “What If”; toda la primera guitarra de “White Shadows”, cortesía de la creatividad fagocitada de The Edge; o “X&Y” y su viaje hasta la estratósfera. 

Todo esto hace pensar que quizás la proeza New Age de Martin vaya por otro lado: la de haber convertido el power rock en unánime muzak multiuso. En ascensores, en librerías, en la sección verduras del supermercado, en la espera en el cine o en el consultorio: Coldplay jamás desentona, es un sitio conocido, a place called home. Hace poco la chica aburrida, bloqueada y rezongona con la que trabajaba al lado me dijo: “¿oye, y no tendrás Coldplay?”. Lo puse y le di toda la razón. Porque el de Coldplay es un ruido blanco que no molesta ni distrae, y que aumenta la productividad. Y quizás sea ésa la idea que tiene Martin del negocio justo. 



El primer Coldplay



El último:

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