Una peculiaridad del lanzamiento del nuevo álbum de The Raconteurs este año fue que salió igual para todos: fans, público en general, medios y críticos. La explicación de los porqués de la banda, según su página en
My Space:
We wanted to get this record to fans, the press, radio, etc., all at the EXACT SAME TIME so that no one has an upper hand on anyone else regarding it’s availability, reception or perception.
No sé si la estrategia tuvo necesariamente el efecto deseado. En
Metacritic -la página de los ponderados reseñísticos en los medios norteamericanos- el
Consolers of the lonely tuvo un discreto 76 sobre 100. Es decir, lejos de la genialidad que este blogger cree que es. La falta de consenso no es una anomalía en ninguna parte. Pero sí es creíble pensar en el apuro con que los periodistas tuvieron que escuchar el disco para cumplir con esa máxima de la profesión que no sé si es una tara o simplemente un
byproduct: salir con la nota rápido y, si es posible, antes que los demás (normalmente los medios reciben un material antes del estreno para salir con el comentario el mismo día de la publicación). La calificación -el estrellaje- es un mal necesario. Pero, con respecto a la música -no así con el cine o los libros- el apuro por la calificación suele crear espejismos: según mi experiencia un buen disco casi nunca lo es a la primera escuchada. Lo que me lleva a la inútil pregunta de un sabado por la mañana: ¿cómo hay que escuchar un álbum -quedémonos en lo pop- para luego opinar sobre él? (1)
Consideremos un disco de diez tracks. ¿Es la mejor estrategia colocarlo en rotación continua por horas y en todo lugar con atención moderada y ligera de modo que la música se vaya colando en el organismo? ¿Es una sola pasada con atención de francotirador suficiente? ¿Dos? Otra de las cosas que me he percatado de mi propia percepción tiene que ver con el cansancio: diez tracks son, generalmente, diez propuestas, emociones y paisajes de sonido distintos. Y el esfuerzo se siente: mi concentración para el track 5 decae notablemente y, si sigo escuchando, es probable que el 6 sea un track fantasma del cual no recuerde mucho. Otra manera que tengo de escuchar es llegar hasta el track 5 y parar. Luego, algunas horas después, reinicio con el oído fresco desde el 6 hasta el 10. Pero seguramente esta forma de abordaje atente con la unidad que muchos art-rockers consideran imprescindible: pensemos en The Wall o The Dark Side Of The Moon.
Lo que quiero decir en buena cuenta que el oficio de reseñador de música me parece uno de los más complicados: escuchar tres discos en un día, por ejemplo, no es como ver tres películas en un día, aun cuando, con toda probabilidad, el tiempo invertido sea menor. Cierta música requiere un nivel de atención atlética y una disposición de ánimo muy peculiar. Al menos eso creo.
Fin del floro. Siguen algunas recomendaciones de fin de semana. Después de The Raconteurs y Bon Iver he descubierto otros discos más que valen, para mi gusto, escucharlos completos.
My Morning Jacket - Evil Urges
Rock de los setenta en el 2008. No sé si sea mejor que el Z -creo que no- pero se hace extrañar si dejas de escuchar esas guitarras esponjosas. Aquí I'm Amazed:
Daniel Lanois - Here Is What Is
El canadiense y veterano Lanois se merecía un post para él solo. Pero aquí un adelanto con la canción que da título al álbum que acompaña su
documental del 2007, también del mismo nombre. Gran compañero para cualquier viaje en terminales de todo tipo.
Jim Noir - Jim Noir
Pastiche de todos los estilos y todas las épocas, aunque sobre todo la de los 60. Jim Noir -de Manchester- hace música que tiene la pátina superficial del tontipop, pero por debajo de pronto suena a Beach Boys, a Byrds, a Hendrix y hasta a los Super Furry Animals. Quizás sea un espejo donde uno mismo se ve reflejado. Aquí "All right":
(1) El crítico de cine del New York Times A. O. Scott, que es un literato, afirma que en su trabajo solo puede ver las películas una sola vez antes de escribir su reseña y que jamás, que él recuerde, ha cambiado su juicio valorativo de conjunto con el paso del tiempo. Aunque sí admite que ciertos énfasis podrían variar. Q. I'm curious how you collect information while you are watching a film. Do you take notes? If so, doesn't that necessarily affect your experience of the film? If not, how do you recollect factual details when you sit down to write about it? — Frank X. White, Silver Spring, Md.
A. I do take notes, though, contrary to popular belief, I do not use a lighted pen. The content of the notes varies — sometimes I jot down lines of dialogue, sometimes plot points, sometimes interesting visual or other stylistic effect — but taking them is mostly a way of keeping my attention focused. Since I rarely have the opportunity to see a movie more than once before reviewing it, I try, in effect, to watch it twice in one sitting. I need to experience the movie in the way everyone else will, but also, simultaneously, to reflect on that experience, to analyze my responses while at the same time allowing myself to have them. This is more complex than it sounds; it's more of an acquired technical skill than anything else, like learning to play left- and right-hand piano parts simultaneously.
Q. I frequently digest films over time, needing to see them at least twice to really form my opinions properly and often my attitude towards them will change. Have you ever given something a very positive review only to change to your mind as time passed and perhaps you saw it again, or indeed, have you ever felt you were unjustly critical of something which you later warmed to? — Elizabeth Nolan, New York City
A. I don't think I've ever, at least since I started reviewing, reversed myself completely on a movie. Sometimes, though, I've seen movies again and felt that the emphasis of my review wasn't quite right — either that I was too hard on minor failings or too forgiving of more significant ones. I can think of quite a few examples, none of which I'm willing to mention here.