Más interesante es lo de Rafo León, testimonio también publicado en Caretas ayer. Aprovecha el caso para darle vueltas a algunas ideas sobre el plagio y los muy jodidos días que pasó cuando su libro Lima Bizarra salió publicado. Por ejemplo, dice que no todos los casos de "plagio" (palabra que va entrecomillada por lo difusa que a veces resulta) son iguales. Muy cierto. También que en el Perú, por más responsabilidades asumidas que haya, las aguas no se calman jamás (no sé si esto sea tan cierto*). De paso, León hace trizas la blogósfera, el espacio donde, según él, más se lo maltrató. Es un reclamo entendible.
Pero la opinión pública es incontrolable. Así como ser tocado por la fama -en general y sin especificaciones- es una tómbola, una arbitrariedad, un hechizo de la varita mágica de la hada madrina, la contraparte fea que aquí llamamos "callejón oscuro" también es así: banalmente caprichosa. ¿Qué le diré a mis nietos? Quizás solo esto: cuidado con lo que escribes, la policía anda cerca.
* No lo es. Leer el pesadillesco caso del historiador Stephen B. Oates quien, diez años después de los hechos, en el 2002, siguió explicándose. También el de Doris Kearns Goodwin.