Vi a Rosa María Palacios también llamando la atención sobre el episodio. De nuevo: defensa cerrada al gremio y aclarando que ellos solo hacen su trabajo. Lo que yo vi fue una pregunta muy poco concreta del periodista y, en un primer momento, hasta pensé que García reaccionaba bien, intentando discutir para ir al fondo del asunto. Y también vi que el periodista de RPP no se chupó: siguió preguntando, una y otra vez, hasta provocar el descalabro impaciente de García.
La mejor lectura del episodio la ha tenido Aldo Mariátegui de Correo:
Es cierto que el periodista demostró no estar enterado de los detalles del porqué el señor Arana es cuestionable (no fue nada profesional de su parte ir tan poco preparado, encima para ponerse a encarar sin sustento sólido al actor político más importante del país; para sacarle el pellejo al regresar a la Redacción por imbécil), pero hizo muy mal García en ponerse a maltratarlo así.
Más calma, paciencia y buen humor, ya que ese tipo de reacciones abonan a la creencia popular de que García es un altanero malcriado, lo que parece ser una de las razones de que le esté yendo tan flojo en las encuestas.
Al parecer el personaje público casi siempre tiene las de perder cuando está frente a un micro, por más que no esté frente a un periodista preparado, sino a un impertinente. Los periodistas hacen su trabajo, es verdad, pero a veces friega -y uno lo ve todos los días- que lo hacen mal, buscando el trastabilleo o la declaración destemplada. Hacer perder la paciencia es un buen truco para el titular.
Un caso de este tipo sucedió hace poco con una reportera de Magaly y la guapísima actriz Angie Cepeda. La reportera pedía saber sobre su supuesto romance con Christian Meier, tema de gran interés nacional. El acecho fue tan insistente que Alicia Bisso, encargada de prensa del Festival de Cine de Lima, le espetó un "eres una impertinente", frase que desató las iras de la cada vez más descontrolada Magaly Medina, pero que a la tribuna más civilizada de la teleaudiciencia sonó sin duda como una voz proveniente de la razón. En efecto, cuando Magaly cacarea que es su deber de periodista saber de esas hipotéticas intimidades y, por si fuera poco, exigiéndole además a los involucrados una declaración sobre el tema, uno no puede sino pensar que está delirando. La Medina se comporta tras el micro como García lo hace frente a él: con una soberbia de burbuja, ensimismada y solitaria. Una olvida los límites del periodismo; el otro, los deberes de un funcionario público.
La línea entre el buen periodismo y la impertinencia es borrosísima. Pero que hay periodistas impertinentes, los hay. De haber suerte e inteligencia conseguirán con buen humor una respuesta digna de bajada o de sumilla, sobre todo en la sección de espectáculos (1). De ser torpes, poco informados, irrespetuosos y achorados, una dosis de indiferencia no les vendría mal. Finalmente, no hay impertinencia más provechosa que la de estar bien informado.