No le hubiera aconsejado hacerlo, no lo celebro y ha sido tan fallida su gracia que dio publicidad a lo que pretendía combatir; pero no ha sido un acto impropio.
No comprendo bien esa línea. Pero en todo caso, nadie creo que hubiese considerado impropio una opinión del Ministro de Defensa criticando las fotos de Leysi Suárez e intentando iniciar una campaña de civismo simbólico rumbo al 28. Igual con los congresistas y con todos aquellos que se sintieron ofendidos. Lo que cruza la raya, me parece, es la denuncia. Recuerdo el caso de Melissa Patiño. Un fiscal la acusaba de proferir arengas contra el gobierno con el rostro encapuchado. Citaba en el auto de apertura de instrucción, entre varias otras, estas frases delictuosas: ""Y no queremos y no nos da la gana ser una colonia Norteamericana", "Y si queremos y si nos da la gana América Latina socialista y soberana". Rostro encapuchado versus poto desnudo. Uno contra el gobierno y el otro no se sabe bien para qué (sigo pensando que fue patriotismo). La Patiño terminó en la cárcel y aún no es desconocido el castigo que recibirá la Suárez.
La segunda reflexión de Vivas es más interesante. Intenta definir la naturaleza -o la buena dirección- de la provocación pública:
Como muchos periodistas, defiendo con garras mi libertad de expresión y he hecho algunas provocaciones, pero en la convicción de que lo único que las justifica es aportar una idea a un debate nacional, ampliar la frontera de la tolerancia o ayudar a la convivencia. Y si en el intento cae un abucheo, una réplica airada o una acción judicial, pues hay que dar la cara y afrontarlos. No existen los provocadores cobardes ni los crematísticos.Pues Leysi no merece ninguna de estas consideraciones. No es una provocadora sino una fresca.
Silvio Rendón en su blog de alguna manera coincidía con esta forma de ver las cosas cuando hablaba de los famosos (aunque no estaba de acuerdo con la denuncia). Unos solo se relamen en el ego, pero otros usan su fama para apoyar algunas causas. La fama con causa tiene también entre sus armas la provocación: el uso de la desnudez como acto político. Una foto de Mónica Sánchez desnuda y arropada en la bandera en contra de Fujimori está a años luz de Leysi Suárez. Pero, claro, ¿quién decide cuáles son las buenas intenciones y cuáles no? Es más, pensándolo bien, lo de la Sánchez es mucho más subversivo que lo de Leysi, es decir, más susceptible de una denuncia de algún ministro nervioso. ¿Lo merece? Pues claro que no. Y la manera de resolver el nudo en la cabeza es alentando la libertad de expresión, desdramatizando los usos de la bandera y comprender que las leyes están ahí para garantizar por igual el discurso indignado de Mónica Sánchez y el crematístico de Leysi Suárez, no para callarlos.