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domingo, 31 de agosto de 2008

Vivas vs. Magaly

Aunque el lío le compete a dos personas, la discusión no debería personalizarse. El intercambio de palabras entre Fernando Vivas de El Comercio y Magaly Medina -de argumentos el primero, de insultos la segunda- es el debate entre dos visiones de las cosas y creo que sus conclusiones exceden los límites del periodismo de espectáculos. Es el gran debate sobre la protección de la privacidad y el combate de algo que parecía ya fenecido: un Salem cuyo tribunal no es la autoridad de una iglesia sino la implacable búsqueda del desprestigio público a través de la TV.

Vivas no se equivoca ni un pelo cuando dice que la Medina posee una moral pacata. Es pacatísima y su éxito no hace sino infectar de pacatismo a toda su audiencia. Porque, ¿qué es lo que husmea con avidez de hiena bíblica? La carroña pecaminosa de los que se exceden con la bebida, de los infieles que quieren salirse con la suya, de los homosexuales secretos. El ampay podría tranquilamente ser el índice de Swaggart.

La nota de RPP sobre la respuesta de Vivas al insulto de Magaly es algo confusa. Porque al parecer Magaly entendió que Vivas le decía corrupta por el siguiente párrafo en su columna de hace unos días:

Qué difícil es moderar a Magaly. Tenemos que hacerlo los televidentes, pues la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA), ha decidido apañarla. Para estos señores, cuyo veto mortal sí pudo sacar a Laura Bozzo de la televisión, la moral pacata que proclama Magaly tras cada ampay, pidiendo el abucheo público para infieles y juergueros, les viene bien. Además, están a salvo de los 'urracos', pues si algún ejecutivo en legítima salida bohemia se topa con una cámara impertinente, una simple llamadita a ATV les resuelve la angustia.


El resaltado es mío. La corrupción en este caso no es religiosa por cierto, sino de ética periodística, algo que a la Medina increíblemente parece importarle algo. Según la línea de Vivas la conductora puede discriminar a criterio y conveniencia propia quién es la pobre víctima de una exposición no buscada a nivel nacional y quién no, afirmación absolutamente lógica. Recordemos: no estamos hablando de funcionarios públicos jugando con el erario nacional; estamos hablando de personajes de farándula que caminan por la calle, que están dentro de un auto, que comen en restaurantes.

El caso es tan extremo que Vivas, siempre un defensor de la libertad de expresión, propone unas líneas maestras de ética periodística que terminan siendo casi malabarismos mentales:

Ojalá que Magaly, ATV y el ANDA estén de acuerdo con este planteamiento: Que el canal haga público un código de ética específico para la cobertura de la noticia del espectáculo y en especial del ampay. Que digan qué consideran personaje público (y hagan la diferencia entre los que suelen ventilar su privacidad y por lo tanto autorizan la invasión a fondo y los que la guardan con celo y merecen por eso más respeto), que especifiquen qué es la vía pública donde se autoriza la grabación (la calle, los autos, los parques, las fiestas de convocatoria abierta en locales que permiten ingreso de la prensa, restaurantes a través de las lunas) y dónde termina el ampay y empieza el seguimiento o reglaje. Y que se comprometan a no insistir con el micro ni seguir con la cámara, o sea acosar, a quien luego de un primer y legítimo acercamiento, se niega a responder.


¿Especificar qué es la vía pública? Simpatizo completamente con las ideas de Vivas, pero no puedo dejar de sorprenderme sobre lo que una persona razonable tiene que explicitar para poder lidiar con conductas repugnantes.

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