Como le escuché al comentarista americano en el video de la carrera que por breves minutos estuvo colgado en YouTube antes de desaparecer en el éter "0.01s es lo más cerca que se puede estar". Es verdad: el cronómetro solo marca hasta centésimas de segundo. Menos que eso, sospecho yo, una llegada así de pegada debería ser considerada un empate. Lo que nos lleva a la filósofica pregunta de si es posible realmente el empate, la simultaneidad absoluta, la sincronía perfecta. Porque si seguimos partiendo el tiempo y metiendo la nariz en el mundo microscópico de las medidas diminutas, podríamos decir que Phelps ganó por diez milésimas. Y en un diez cabe todo un universo.
Aquí una excelente secuencia de la victoria vía Sports Illustrated. El error -si se puede hablar de error- de Cavic fue llegar a la meta deslizándose. Phelps decidió darse un último impulso con los brazos en un acto de ciega desesperación. Pero la brazada llegó hasta la mitad no más porque sus manos se encontraron con la pared y la medalla de oro. Las fotos 5 y 6 comprueban, para mi gusto, que Phelps llegó primero. La foto 6 es una ampliación de la foto 5: la mano de Cavic que aún no toca la meta.