La primera canción que me gustó. "Borderline" (1984) y cuarto single del primer disco.
La prueba de que Madonna era más que una tontona saltarina. La gran balada "Live to Tell" (1986). Me sigue gustando este sonido. A diferencia de otras melancolías, la del pop ochentero fue siempre diurna, nunca derrotista ni asfixiada. Pero quizás todo sea mi imaginación.
A Madonna le perdí el rastro después de Like a prayer (1989) y su video erótico-religioso con las famosas cruces en llamas. A inicios de los noventa su onda dominatrix no la comprendí mucho y su libro Sex me pareció algo reiterativo. En general, Madonna parecía cargada de statements a medio camino entre el feminismo y el libertarismo sexual, asuntos que creo que habían quedado bastante claron diez años antes. Y creo que en ese rollo la música salía perdiendo. Pero en 1998 me crucé con el siguiente vídeo y caí rendido. "Ray of light" de la mano de William Orbit era una Madonna al borde de los músculos del rock and roll, incluso forzando su voz muy por encima de los límites de su modesto rango y su tierna desafinación natural. Y vistiendo solo una casaca de jean: agudo contraste con su otrora imagen llena de adefesios, homenajes a la Monroe o excesivo glamour.
En esta misma onda también está "Beautiful Stranger" (1999) , canción que pudo haber sido firmada tranquilamente por John Sebastian y The Lovin' Spoonful.
Jamás creí que Ray of light pudiera ser superado. Pero Music (2000) fue un mejor disco aún. Y ahí acabó mi romance porque los últimos discos de Madonna me han producido total indiferencia, salvo chispazos. Feliz cumpleaños de todos modos.