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viernes, 9 de octubre de 2009

Obama, Premio Nobel de la Paz 2009

Las reacciones en el FB local, por lo que he podido leer, son de perplejidad. ¿Por qué y para qué los de Oslo premian a Obama? Todos, de pronto, se vuelven analistas políticos internacionales y todos, de pronto, tienen esta idea de la paz como un estado concreto que se consigue y del cual ya no se regresiona, tal como si se colocara una bandera sobre la cima de una montaña: listo, ya subí, ya escalé, ya vi la cima, tomen nota, ahí está la Paz.

De todo lo que he leído -la mayoría, en realidad, en contra de la distinción- me gustó y me ordenó algunos sentimientos este pequeño post de Andrew Sullivan de su blog en The Atlantic. Traduzco con mis limitaciones y, como siempre, invitando a leer el original:

Ya tomé por fin algo de café. Leyendo las reacciones, compiladas por Chris y Patrick, hay dos puntos de vista obvios: este premio es prematuro y absolutamente merecido. Los dos tienen razón. Pienso que los americanos no han absorbido por completo a qué profundidades la reputación de este país se hundió bajo la era Cheney. Es comprensible. Pero por lo mismo, tampoco han absorbido el vuelco que ha sufrido la mirada del mundo sobre los Estados Unidos gracias a Obama y el pueblo americano. Por supuesto, esto aún debe dar un verdadero fruto. Pero se empieza a vislumbrar el cómo; espero ahora con más ganas que las intenciones pacíficas y la resolución de acero de este hombre perseveren.

Este presidente ha hecho muchísimo para llevar las relaciones raciales de este país a un lugar diferente, razón por la cual la extrema derecha se ha vuelto tan insidiosa al atacarlo y mentir sobre él. Saben que amenaza su política del divide y vencerás. Obama también se ha dirigido al mundo musulmán diciendo algunas duras verdades, y ha jugado un pequeño papel en la evocación de un movimiento similar de esperanza y cambio en Irán; y, finalmente, les ha dicho a los israelíes que dejen de lado las sobrerreacciones autodestructivas.

Me gusta la declaración de Shimon Peres, reimpreso en un útil compendio de las reacciones mundiales en el blog The Lede:

"Muy pocos líderes, si es que ninguno, han sido capaces de cambiar el ánimo del mundo entero en tan poco tiempo y con un impacto tan profundo. Usted le ha dado a la humanidad entera una esperanza renovada, con determinación intelectual, y con la sensación de que hay un dios en el cielo y creyentes en la Tierra". El Sr. Peres, quien ganó el premio Nobel de la Paz junto con Isaac Rabin y Yasser Arafat en 1994 luego de los Acuerdos de Oslo, agregó: "Bajo su liderazgo, la paz se volvió una agenda original y real. Y desde Jerusalén, estoy seguro de que las campanas del compromiso y la comprensión volverán a sonar. Usted nos ha dado licencia para soñar y actuar en noble dirección."

En estos momentos no sabemos hacia dónde esa dirección finalmente nos llevará. Sí sabemos que estábamos enfrentando una espiral de conflicto que, de no haberse detenido, podría haber llevado al mundo a un abismo. Veo este premio como un respaldo a su extraordinaria reorientación de la política internacional y como un estímulo para completarla. En medio de nuestras batallas domésticas y de su ánimo venenoso (del que no he sido inmune últimamente), este es un esfuerzo para decirnos: deténganse un momento, observen qué tanto nos hemos alejado del conflicto global, y dénle a este hombre un respiro por sus esfuerzos y por la carga increíblemente pesada que ahora lleva sobre los hombros.

Y, en la oscuridad que todavía amenaza, conozcan la esperanza.

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