"Por eso deberíamos promover más historias exitosas como las de ellos para que cuando un encuestador pregunte por el personaje del año, este sea mencionado por su éxito y no por su afán de figuración o porque está en prisión."
Fritz Du Bois, Peru21 hoy.
Compárese con este post: "Bloggers entre los personajes del año" (en Peru21)
¿Quién fue el que dijo eso del "periodismo en su hora más oscura"?
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martes, 30 de diciembre de 2008
viernes, 26 de diciembre de 2008
Canciones del 2008
A contracorriente del ipodismo de 30,000 canciones portátiles y disponibles en un artefacto mínimo, posteo solo diez canciones que me acompañaron en repeticiones constantes el 2008. No habrá nada de Fleet Foxes, Portishead ni TV on The Radio, bandas que, aunque esforzadas y mencionadas en cada ránking que veo, me produjeron o aburrimiento, o indiferencia o exasperación (considero probable que Portishead se lleve las tres sensaciones de un solo cocacho). Diez es el número mágico: no se necesitan más de diez canciones por año, diez discos por año, diez libros por año, diez películas por año, etc. Lo demás es, creo, gula. Las críticas en los comments.
1 Skinny Love - Bon Iver
Algunos consideran el disco de Bon Iver del 2007. Bueno, aquí es del 2008. Comienzo trémulo y acústico. Después de un desengaño solo queda decir que el amor de ella fue "debilucho". Truco para que una canción folkie suba el voltaje de su intensidad rencorosa: doblar la voz. Nunca falla.
2 Mirrorball - Elbow
Nadie se ha enterado de que el mejor grupo del mundo después de Radiohead es Elbow. La noticia se da, en primicia, en este blog. Everything has changed dice el estribillo de esta elegía derrotada que parece el soundtrack a "Intimacy" de Kureishi. Pero confieso que mi mayor atención está en el sonido: es casi adulto contemporánea, sin serlo; es casi Sting en su casa de campo, sin serlo. Hay algo más oscuro en Elbow de lo que ellos mismos podrían admitir.
3 Where Will I Be - Daniel Lanois
Daniel Lanois recupera la canción que Emmylou Harris convirtió en desastre en 1995 (con ayuda, claro, del propio Lanois). Pero la experiencia da distancia crítica y así "Where Will I Be" se transforma en una joya brotada de un mundo sin contornos, ni bordes, y sin diferencias entre el recuerdo vivido o el presente inventado. La canción empieza en el minuto 2 + 30 segundos. El semirrasgueo del canadiense es una lección de economía: menos es más.
4 Many Shades of Black - The Raconteurs
Creo que solo los británicos captaron que Consolers of the lonely fue uno de los discos del año. No importa. Balada R&B con barniz rocanrolero, esta canción parte de la idea de que, incluso en el rompimiento y el fracaso sentimental, hay muchas formas de terminar hasta las patas. Ergo, many shades of black. Momento cumbre: el solo de Jack White. Es Brian May perdiendo su estado zen.
5 Chelsea Hotel 78 - Alejandro Escovedo
No lo vi en ninguna lista de lo mejor del 2008, lo que es un gran pecado. El veterano Escovedo da una lección de furia sobre el escenario: puede volver amenazantes un violín y un violonchelo. Escuchándolo, también se aprenderá a gritar, a comprender que no hay necesidad de cincuenta acordes para rockear y que, para ser memorable, todo hit necesita algo de tensión interna. Y también a ser correctamente influido por Bowie.
6 I'm Outta Time - Oasis
Una conspiración mundial dejó a Oasis relegado en los recuentos anuales. Muy mal. Su último álbum, Dig Out Your Soul, está tan bueno como los primeros, lo que en el mejor de los casos quiere decir que la inspiración volvió y, en el peor, que las canciones de los hermanos Gallagher son indistintas e intercambiables. Esta canción es un "homenaje" a Lennon. Seguir la corriente, prender el encendedor y disfrutar este remake de "Free as a Bird".
7 Cómo eran las cosas - Babasónicos
Única mención en castellano, lo que quizás hable mal de mí. Mucho es uno de los discos del año. Simple, emotivo y con unas letras de bolero que no se sabe si son cursis o inolvidables (qué ridículo es que pienses/ que todo es tuyo inclusive yo/ Todo eso tuyo puede ser /Pero esta noche es para los dos). Este grupo es tan melódico que después de cinco pasadas se secretará azúcar por las orejas. Pero qué bueno que es.
8 Say You Will - Kanye West
La pelea Kanye West vs. Stephen Colbert terminó dizque a favor del segundo. Colbert me cae pésimo y me hace reír, contradicción que no se resolverá en los márgenes de este post. Como venganza pongo el gran primer corte del último disco del envanecido West, no tan bueno -el álbum- en términos generales. En términos particulares, este track posee un loop hipnótico que ayuda a la concentración. No hay mucho más que decir.
9 Death and all his friends - Coldplay
El gran problema de Coldplay es Chris Martin: es muy antipático sobre el escenario, escribe letras muy malas y busca proyectar una imagen de vulnerabilidad algo inverosímil. Pero lo terrible para el detractor es no poder negar que tiene en catálogo muy buenas melodías. Es fácil imaginarse a Martin escarbando en el cerebro hasta la última gota creativa. La espontaneidad es cosa de chamanes: Coldplay lo piensa diez veces antes de moverse. Este track es un collage de todos sus movimientos posibles: balada de piano, coro celestial, balada otra vez.
10 Sing the Changes - The Fireman
Paul McCartney, incansable, saca otro hit de los que no se rotarán nunca en el MTV adolescente. Sigue demostrando que puede cantar en la parte alta de la escala con una facilidad demoníaca. Y que aún es capaz de repartir buena onda. "Sing the changes" es la manera en que Macca comprendió "Ray of Light" de Madonna.
Bonus Track
Su disco salió a fines del año pasado, pero yo recién me intoxiqué con ella éste. Visitante ilustre de Cusco en el 2008, Alicia Keys es objeto del único tipo de amor que soy capaz de dar: el incorrespondido. Esta versión en vivo de "No One" derretirá hasta al más duro. Dale al play.
martes, 23 de diciembre de 2008
Esas mentes brillantes
El domingo El Comercio publicó los resultados de su encuesta "Lo mejor del 2008". La verdad, preferiría que con estas listas de "lo mejor del año" los medios se animaran a deliberar internamente lo que ellos consideran, con toda honestidad, lo mejor de lo mejor. Digo, si una función tienen es la de ser criba inteligente de la gran cantidad de cultura y entretenimiento producidos a lo largo de 365 días y no solo canal del clamor popular. Por ejemplo, sería interesante comparar la lista de El Comercio, con la lista de La República, de Peru21, de Correo, de La Primera, etc. Al menos, habría pretexto para una animada charla pre o post navideña con la respectiva sacada de ojos. Nada como discutir qué fue lo mejor para provocar la furia hasta del más ecuánime.
Planeo rescatar en este post solo al ganador del rubro "Mejor obra teatral del 2008". El honor le correspondió a La prueba de David Auburn, bajo la dirección de Francisco Lombardi, quien también ganó la distinción al Mejor Director. Y como para cerrar con broche de oro -como diría Rulito Pinasco en imaginada ceremonia- Wendy Vásquez obtuvo la mención a la Mejor Actriz.
Vi La prueba hace unos meses, pero no me animé a escribir nada sobre ella. Lo hago muy brevemente ahora y como pretexto para otra cosa. A la distancia mantengo un buen recuerdo del trío formado por Wendy Vásquez, Vanessa Saba y el veterano y sólido Carlos Gassols. No así de Diego Lombardi, quizás el eslabón actoral más flojo en una obra de solo cuatro personajes. En La prueba -que en la visión de Lombardi tenía durante sus dos horas un cansino tono melodramático, luces cálidas y brevísimos segundos de música de piano entre actos- se muestra la historia de una muy joven estudiante (Wendy Vásquez) de matemáticas -hija de un consagrado genio fallecido en la demencia-, que pelea por sobreponerse a la reciente muerte de su padre y cargar con el peso y el peligro de su propio talento. La "prueba" del título es a un tiempo personal e intelectual: la joven debe superar los temores sobre su salud mental -¿habrá acaso heredado no solo la genialidad, sino también la locura paterna?- y mostrar que la comprobación matemática de un teorema -perseguida por años no solo por su padre, sino por otras mentes tan brillantes como la de él-, es realmente suya.
En La prueba la asociación "genialidad-demencia" es muy explícita y es lo que le da a los diálogos sus tensiones, sus momentos sorpresivos, sus explosiones muy dosificadas. La Vásquez puede pasar de vulnerable a incontrolable, de murmurante a rugiente en pocos segundos, dejando al espectador con una sola pregunta sobre la cabeza: ¿llegará a romper con su cordura? Fue un gran papel para la actriz: en su mirada esquiva, su lenguaje corporal de niña y su ceño fruncido se podía entender que la verdadera historia de su genio no estaba sobre el escenario, sino en lo que ella nos dejaba imaginar. Más espacio había en La prueba para el intenso drama familiar -la confrontación con una hermana de espíritu ejecutivo, pero sin muchas luces- que para las emociones numéricas.
Y creo que ese pequeño detalle me dejó ligeramente insatisfecho. Porque la genialidad en La prueba está tratada como una gran abstracción. La protagonista podría haber sido química, física, bióloga, arqueóloga, etc. sin que cambiese gran cosa el efecto general. Quizás asumiendo que había algo de específico en el genio matemático, en mi propia fantasía esperaba que alguien de pronto sacara un pizarrón y trazara unas cuantas ecuaciones para deslumbrarnos. Bueno, eso nunca sucedió. En vez de ello se nos dejó a los espectadores con esa vaga idea de un mundo académico en el que algo "muy importante" se estaba descubriendo, quién sabe qué. Caprichos míos.
Pero lo cierto es que, en la vida real, las matemáticas puras son un reino tan fascinante como el de, por ejemplo, la música (tengo en mente Amadeus, otra obra teatral sobre el genio que se estrenó este año en Lima). Por cierto, pocos son los privilegiados con llave de acceso, pero es sorprendente saber cuánto de los cimientos de lo que conocemos hoy descansa sobre el talento de los hombres de números. Desde el mítico Baldor de la infancia hasta los bigotes de Einstein, los matemáticos poseen un aura magnética muy especial. Los legos -más aún si nos vamos por las letras- nos conformamos con sumar y restar. Ellos nadan en un mar insospechadamente infinito.
A propósito de La prueba, entonces, posteo un documental que es casi como esa otra cara de la moneda que la obra no mostró. Es el viaje intelectual de un genio de las matemáticas que logró probar lo que por siglos se había matenido sin prueba: el último teorema de Pierre de Fermat. Seguro muchos lo han visto, pero para los que no, será aleccionador. La historia comienza con un teorema que todos hemos conocido y aplicado: el de Pitágoras.
xn+ y n = z n
Lo que dijo el famoso francés Fermat en el s.XVII fue que, para cualquier valor de n mayor que 2 (el que nosotros hemos usado por siempre), no existe solución alguna. Lo dijo, pero nunca dejó por escrito cómo llegó a esa conclusión. Eso fue lo que Andrew Wiles, profesor británico nacido en Cambridge, desentrañó en los noventa catapultándose a la fama y a las portadas de revista. Auburn se inspiró parcialmente en su proeza para escribir La Prueba -como también en la historia de John Nash, luego hecha película- pero el honor mayor, si cabe el término, que tuvo Wiles fue el haber visto su historia -aunque bajo el nombre de ficticio de "Daniel Keane"- convertirse en un musical: Fermat's Last Tango.
El documental de la BBC, Fermat's Last Theorem, se estrenó en 1996 y creo que lo más me gustó fue este detalle final: la lista de todas esas otras mentes brillantes cuyos trabajos ayudaron a Wiles a subir una montaña aparentemente imposible. Todo el tiempo estuvo parado sobre los hombros de gigantes.
El documental de la BBC, Fermat's Last Theorem, se estrenó en 1996 y creo que lo más me gustó fue este detalle final: la lista de todas esas otras mentes brillantes cuyos trabajos ayudaron a Wiles a subir una montaña aparentemente imposible. Todo el tiempo estuvo parado sobre los hombros de gigantes.
domingo, 21 de diciembre de 2008
Un poema
He pasado por extraño duelo familiar la última semana y media. Antes que los pensamientos explícitos, lo que imagino quedará en la memoria son todas esas sensaciones implícitas que con seguridad se verbalizarán en alguna conversación o texto futuros. Mientras tanto, hay que dejar que los mejores hablen por uno.
Una de mis compras de feria fue la poesía completa de José Watanabe editada por Pre-Textos. Gran precio. Y ahí me reencontré con este poema que, como suele suceder con las conjunciones entre la vida real y la vida soñada, me hizo más sentido que nunca. De Álbum de familia (1971):
Poema trágico con dudosos logros cómicos
Mi familia no tiene médico
ni sacerdote ni visitas
y todos se tienden en la playa
saludables bajo el sol del verano.
Algunas yerbas nos curan los males del estómago
y la religión sólo entra con las campanas alborotando los
canarios.
Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora,
mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo
silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las
águilas.
Ahora nosotros
ninguno doctor o notable
en el corazón de modestas tribus,
la tribu de los relojeros
la más triste de los empleados públicos
la de los taxistas
la de los dueños de fonda
de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos
por la muerte.
Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la mar
que es el morir.
Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río
por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,
reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan
metafórico
que da risa.
Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace
años
sino solamente nosotros
los que ahora descansamos colorados bajo el verano
como esperando el vuelo del garrote
sobre nuestra barriga
sobre nuestra cabeza
nada notable
nada notable.
sábado, 20 de diciembre de 2008
Onetti
Siguiendo con la literatura de Uruguay, me tomó por sorpresa en mi visita a la Feria del Libro miraflorina encontrarme con el nuevo libro de Mario Vargas Llosa El viaje a la ficción: el mundo de Juan Carlos Onetti que, obviamente, compré.
Mi historia personal con Onetti empieza con una muy vieja enciclopedia literaria que leía de niño en la que, además de la información esperable sobre escuelas, movimientos y títulos sobresalientes, también aparecían fotos de algunos autores. La sección latinoamericana estaba especialmente ilustrada: un joven Vargas Llosa sonreía de oreja a oreja y un circunspecto García Márquez, si no recuerdo mal, aparecía de perfil llamando la atención sobre su bigote.
Pero la foto que más me intrigaba era la de este señor de anteojos con montura gruesa y mirada asustada, que observaba oblicuamente, casi como si no quisiera mirar, el lente del fotógrafo. Para un niño de los ochenta, los anteojos de montura gruesa -a veces llamados de carey o de pasta- siempre fueron una señal de tiempos remotos, de modas remotas, de intelectualidad mítica. Ese mismo niño no tenía la sospecha de que, años después, lo anacrónico se volvería cool y que, debido a una miopía que parece que no tiene cuándo detenerse, terminaría usándolos también por una cojera mental vanidosa o porque, según la pareja que tenía entonces, no solo víctima de la moda sino profesional de ella, no existía otro tipo de montura que le quedase más o menos bien. Pequeñas miserias de los rostros poco armoniosos.
Onetti, entonces, me proyectaba una especie de fealdad misteriosa solo por la foto. Leyendo su trayectoria el misterio crecía aun más: el apelativo Juntacadáveres se me quedó pegado en la memoria como la puerta a un mundo árido, solitario y silenciosamente desesperado. No pasó mucho tiempo hasta que me hice de un par de sus libros. El fracaso en la lectura fue estrepitoso: ¿de qué hablaba?, ¿qué era precisamente lo que quería contar? Desde entonces, el adolescente relacionó el universo onettiano con una frase-garrapata que en realidad era una sumilla perezosa: profundamente admirable, pero eternamente indisfrutable.
Vargas Llosa -cuyo libro es resultado de un curso que dictó en Georgetown University y para el cual releyó la obra de Onetti de principio a fin- empieza El viaje a la ficción con un muy extraño viaje al amanecer de la humanidad. Tal como si relatara el inicio de la película de Kubrick, 2001: Una odisea en el espacio, nos pide que retrocedamos en el tiempo al momento en que el ser humano todavía no era un ser humano, sino un homínido que gruñe, recolecta y caza como puede. Es un ser dependiente de su entorno y de lo que puede hallar en él. El gran salto hacia su desanimalización es, dice MVLL, el lenguaje. Pero lo que realmente catapulta a este antepasado hacia la civilización es su capacidad de pensar o soñar otra vida distinta a la que tiene a través de las palabras. El contador de historias, en ese pasado lejano, tiene esa misión: provocar que los que escuchen salgan de sí mismos, se insubordinen a la realidad. Esas "mentiras" son el germen de la cultura.
Para los que conocen la metaliteratura de MVLL la sentencia no es tan sorpresiva: el contador de historias es su "hablador", el antecesor de su "escribidor". Pero sí he creído detectar un giro mucho más positivo al que he solido leer en ensayos anteriores. Porque a veces pareciera que ese soñador o contador de historias, en la versión tradicional, viviera de espaldas a la realidad o en contra de ella, en una especie de dicotomía irreconciliable. A la larga es la dicotomía aparentemente irreconciliable entre literatura y política. En La verdad de las mentiras, MVLL decía lo siguiente:
Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida. Por eso, cuando la vida parece plena y absoluta y, gracias a una fe que todo lo justifica y absorbe, los hombres se conforman con su destino, las novelas no suelen cumplir servicio alguno. Las culturas religiosas producen poesía, teatro, rara vez grandes novelas. La ficción es un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo (...)
El énfasis es del propio MVLL. Podemos interpretar la "vida plena y absoluta" como un éxito político en el que la ficción pierde su razón de ser. Pero, ¿cómo así la poesía y el teatro no son ficciones, a pesar de ser trabajos de la imaginación? En El viaje a la ficción, tengo la impresión, el papel de la ilusión y de querer "ser otro" es mucho más amplio y abarcador, quizás menos ambiguo:
Difícilmente hubieran sido posibles todas esas hazañas y descubrimientos en la materia y en el espacio, en la mente y en el cuerpo, en la geografía y en la conciencia y en la subconciencia, ni hubiéramos alcanzado, al igual que en la ciencia y la técnica, en las artes las deslumbrantes realizaciones de un Dante, un Shakespeare, un Botticelli, un Rembrandt, un Mozart o un Beethoven, si, antes de todo ello, no nos hubiéramos puesto a soñar historias a veces tan persuasivas que indujeron a ciertos lectores apasionados, como el Quijote o Madame Bovary, a querer convertirlas en realidades, y a tantos otros a actuar con ímpetu y genio para que la vida real se fuera acercando más y más a la que creamos con nuestra fantasía. (pág. 30)
En este marco de ideas, la de Onetti es una obra que como pocas describe esa necesidad humana de inventarse una "vida paralela" junto a su "vida verdadera", un escape de sus propias limitaciones. Es una obra que, por sobre los personajes fracasados y amargados que describe, aunque sin duda debido a sus mundos inventados como Santa María, "ilustra el proceso creativo y la razón de ser de la literatura".
En el capítulo final, luego de los apuntes biográficos y el análisis de los libros, MVLL hace un balance. Me interesa rescatar este pasaje porque delinea un puente imaginativo entre la ficción y la realidad, entre la literatura y la política. Es el tipo de pasaje que inspira muchas discusiones posteriores.
"...el referente de sus mundos inventados, Santa María, Lavanda o Enduro, es una realidad corroída por la desesperanza y la frustración en la que, como Brausen y Onetti, millones de seres que se sienten fracasados y derrotados en un mundo asfixiante y sin salida optan por la fuga a lo imaginario. No necesariamente hacia lo imaginario en su expresión artística, aunque en algunos casos sí, y ésa es la razón por la que América Latina, que ha errado y fracasado una y otra vez en sus opciones políticas, sociales y económicas, ha sido en cambio tan poco subdesarrollada y tan creativa en el dominio artístico: la música, la danza, la pintura, la literatura. Pero optar por lo irreal en los compromisos históricos, en las apuestas sociales, políticas y económicas, conduce a una sociedad a la pobreza económica y a la barbarie política. La mejor definición del subdesarollo tal vez sea esa: la elección de la irrealidad, el rechazo del pragmatismo en nombre de la utopía, negarse a aceptar la evidencia, perseverar en el error en nombre de sueños que rechazan el principio de realidad." (pág. 231)
Énfasis mío. Me voy a almorzar con ese pensamiento.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Levrero
Conocí al uruguayo Mario Levrero, seguramente como muchos en la blogósfera, a través de Puente Aéreo. La recomendación, en entusiasta post, fue de hace dos años, pero yo -que soy lento para las lecturas y, en general, para todo- recién cogí mi primer Levrero este año en una visita distraída al Virrey. Me encontré con tres o cuatro títulos, pero escogí el que me llamó más la atención justamente por el título: El discurso vacío (1996). Luego de leer la primera página -existe un método medio esotérico, medio en serio, que te lleva a reconocer una pluma sobresaliente solo leyendo la primera página- me convencí de que lo iba a disfrutar muchísimo. No me equivoqué. Es el mejor libro que he leído este año.
Una vez que se es el feliz cautivo de una recomendación toca ser el nuevo entusiasta que recomienda. Con Levrero la dinámica parece ser infalible: no sé si El discurso vacío es un típico "levrero", pero es casi imposible que no guste. Al inicio seduce esa cadencia pausada de la prosa, en donde hasta las palabras de uso corriente parece que tuvieran una densidad mayor a la normal. Pero al final lo que queda en la memoria -y lo que te hace llamarlo un maestro- es la inteligencia. El gancho narrativo de El discurso vacío es la historia-diario de un escritor que decide mejorar su carácter a través del mejoramiento de su caligrafía. Inicia una rutina de ejercicios, pero pronto se percata de que si presta demasiada atención a lo que escribe la letra se vuelve menos legible y el ejercicio, por lo tanto, "antiterapéutico". Su misión entonces es intentar una "escritura insustancial, pero legible". De ahí el título del libro, al menos en la superficie: este discurso vacío es una "operación casi opuesta a la literatura", especialmente porque se debe "frenar el pensamiento". A partir de ahí la introspección y el autoanálisis del narrador -con sus ejercicios y su vida doméstica, porque vive con una mujer y un niño- no son solo bocadillos deliciosos, sino realmente agua que irriga la flora cerebral. Si uno se sube al coche de Levrero siente que se vuelve tan inteligente como él.
Este post solo sirve para derivar a otro. En el blog argentino La lectora provisoria sus colaboradores han estado en onda levreriana la última semana. En un post de Carlos Cossi se comenta parte del libro "Conversaciones con Mario Levrero" aparecido este año en Uruguay. El tema discutido es "el gusto perverso". Para Levrero el gusto perverso es aquel que no puede ser defendido con argumentos y razones, pero que igual gusta, aunque en apariencia no sea el más elevado. En su caso, por ejemplo, Olmedo y Porcel. "Según Levrero la idea de gusto perverso es una herramienta conceptual válida en la tarea de discriminar entre el mejor y el peor arte", dice el reseñista. El tema, por cierto, es irresistible. ¿Está este libro en Lima?
El segundo post es algo parecido a este: una recomendación disfrazada de testimonio en la ruta al damasco literario. "Yo pasé parte del año obsesionada con Levrero, El discurso vacío y La novela luminosa se llevaron muchos días. Leí cada libro dos veces. Levrero se me convirtió en otra adicción, en un personaje más de mi vida", se cuenta. Pero sobre todo se habla del germen de La novela luminosa, el libro póstumo de Levrero. Vale la pena leer el post completo, pero termino éste citando lo que allí se cita, esperando a ver si finalmente me decido a escribir lo que me digo siempre que voy a escribir, valga la cacofonía:
“Temo recuperar la memoria de mí mismo. Temo perder la disciplina casi militar, que ahora tengo, y con ellas mis ganancias en dinero y, por qué no decirlo, en ciertas formas de salud: me despierto más temprano, más ágil, más interesado en cosas del llamado ‘mundo exterior’, con un talante más afable y sintiendo el cuerpo menos dolorido. Tengo ciertas alegrías y bienestares materiales que antes no conocía. También disfruto de algunos bienes materiales que antes no tenía ni creía posible llegar a tener, como, por ejemplo, una heladera eléctrica. Sin embargo, sé íntimamente que esas formas de salud son formas de enfermedad, porque todo lo que pueda estar disfrutando ahora tiene un tinte sospechoso, y un precio atroz. Este precio es algo bastante parecido al desprecio por mí mismo. Me estoy reprochando el haber claudicado como artista; fue anoche que encontré, y ya no creo en la casualidad, una frase de Bernard Shaw acerca del artista: ‘Debe matar de hambre a su mujer y a sus cinco hijos y hacer que su anciana madre de setenta años trabaje para él; todo, antes de claudicar.’”
Lo anterior es de El portero y el otro. A buscar más libros del uruguayo, entonces.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
"Mi solidaridad por su salida", "Mis felicitaciones por su regreso"
En la esquizofrenia opiniológica del último par de meses en el caso Peru21 solo me da queda clara una cosa: los peruanos sí que lo sentimos cuando alguien pierde su empleo. Es una especie de desastre natural: la solidaridad se reparte como víveres anímicos a diestra y siniestra. Luego, cuando el panorama está más calmado, se olvida cómo se dijo de que estamos en un país dictatorial, controlista y fascista.
Pepitas da la noticia: Augusto Alvarez Rodrich tendrá columna en La República. Y, cosa interesante, Juan Carlos Tafur vuelve a escribir en... Peru21.
No sé que traje ponerme, si el de solidaridad o el de felicitación. Lo pensaré mientras miro las mariposas volar.
lunes, 15 de diciembre de 2008
La medicación de los atorrantes
No me gusta decir -aunque privadamente lo digo a cada rato- que Fulano o Mengano sea un atorrante. Prefiero matizar, quizás tramposamente, diciendo que Fulano tiene opiniones atorrantes o que Mengano concibió una idea antológicamente atorrante. Confieso que es difícil mantener la distinción: porque muchas veces Fulano o Mengano, no contentos con solo concebir atorrantadas, también las publican con orgullo. Cuando sucede los muros de la contención se derrumban.
(Por si acaso: uno mismo no se salva de las atorrantadas, pero siempre hay propósito de enmienda).
Una de esas ideas o frases atorrantes que circula últimamente es aquella del "litio, por favor" en referencia a los desatinos de Alan García. Los desatinos presidenciales pueden explicarse de muchas formas -quizás, sobre todo, porque García es un experto en volverse camaleónico con el auditorio que tenga al frente-, pero el manual del atorrante prefiere sacar en cara con automatismo desubicado ese desequilibrio que suena bien desequilibrado llamado "desorden bipolar" y, además, su supuesta receta ideal: el "litio". El "enfermo mental" necesita medicación y, sin medicacion, se vuelve un sonso o no piensa bien. Un medicado, implícitamente se sugiere, no debería ser presidente.
En fin. Para alguien que ha pasado por la medicación en algún momento de su vida -y para alguien que conoce a gente medicada- esta infeliz atorrantada de estigmatizar todo aquello que es tema de la psiquiatría o la psicología con fines politiqueros le parece justamente una de las razones por las cuales muchas personas -públicas o comunes y corrientes- prefieren inhibirse de hablar, discutir y plantear abierta y francamente con personas de confianza sus líos del ánimo. No me meteré en asuntos que corresponden al trabajo de los expertos ni en las controversias sobre la medicación o la psicoterapia. Solo diré que si la depresión o los episodios maníacos, por ejemplo, o todo aquello que sea un obstáculo anímico para la búsqueda de la felicidad, sigue cobrando víctimas se debe en parte a la payasada popular de colocarle un sello de desprestigio social a todo aquél que en algún momento requirió de ayuda profesional (o que, en estos momentos, la busca o la necesita). Pero el atorrante será y seguirá siendo atorrante: quizás no sea el litio, pero en otro momento se burlará de la vida sexual, del físico o -en un giro de atorrantismo delirante- de los lugares donde comes, bailas o compras. Para él todo será igual de despreciable si no está en su ombligo.
Así que aquí lanzo mi sencilla pastilla para los atorrantes: piensen, luego escriban.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Entrenamientos militares comparados
Se fue el General Donayre en hombros y de pronto la majestad del entrenamiento y la mística militares tambalea para el gusto de los taciturnos. Nunca he recibido entrenamiento militar, pero gracias al cine es posible fisgonear en algunos trabajos de la imaginación que se inspiran en cuadradas, gritos y llamadas de atención con uniforme. Aquí algunos que recuerdo y que siempre me han gustado: las relaciones entre el instructor y el novato, el sargento y el recluta. Son ritos de pasaje hacia una hombría muy particular:
Full Metal Jacket (1987)
Tengo emociones encontradas con esta película. Porque pareciera que son dos: el entrenamiento en Parris Island rumbo a Vietnam y luego la guerra propiamente dicha. La primera es espectacular. El sargento Hartman (R. Lee Ermey, quien fue marine durante once años) es cómicamente brutal: la violencia no es física, sino verbal, un constante bombardeo a la autoestima de los subordinados. Un par de perlas:
Draftee Daffy (1945)
Para aligerar las cosas, y como remate humorístico al post, aquí va un corto animado -de "ayer y hoy", como solía decir la versión traducida que veía de chico- del eléctrico y desternillante pato Daffy. Si la rebeldía frente a lo militar en Lombardi era adolescente, con Daffy es infantil o, quizás, dadá. Aunque al inicio el simpático pato hincha el pecho lleno de orgullo americano disfrutando plenamente su civilidad en plena Segunda Guerra Mundial, una vez que es llamado al servicio activo por un pequeño hombre de anteojos se transforma en un cobarde de delirio que hará literalmente lo imposible por escapar. Pero en EEUU, no solo no se puede escapar de los impuestos y la muerte; tampoco se puede escapar de los deberes con la patria.
Biloxi Blues (1988)
El private Matthew Broderick tiene un enfrentamiento entre humorístico y serio con el sargento Christopher Walken. No encontré ningún video de la película, salvo el comentario de Siskel & Ebert en el que ambos la hacen picadillo. "Esta película no se ha dado cuenta de que ya hemos visto Full Metal Jacket y Pelotón", dice Siskel. Y, bueno, Biloxi Blues está ambientada en la Segunda Guerra Mundial y con chicos que jamás van a la guerra.
An Officer and A Gentleman (1982)
Clásico romántico de los ochenta en el que Richard Gere, futuro aviador naval, debe remontar los obstáculos del duro sargento Louis Gossett Jr. Muy entretenida, aunque muy hollywoodense también, "Reto al destino", como se conoció por aquí, es más una parábola del éxito personal que del patriotismo. Curiosamente, las partes donde el sargento lanza toda su estrategia de endurecimiento es muy parecida a la de Full Metal Jacket, que se estrenó cinco años después. Louis Gosset Jr. dice: "The only two things that come from Oklahoma are steers and queers, and I don’t see any horns on you boy". En la de Kubrick se dice lo mismo, pero con Texas.
Clásico romántico de los ochenta en el que Richard Gere, futuro aviador naval, debe remontar los obstáculos del duro sargento Louis Gossett Jr. Muy entretenida, aunque muy hollywoodense también, "Reto al destino", como se conoció por aquí, es más una parábola del éxito personal que del patriotismo. Curiosamente, las partes donde el sargento lanza toda su estrategia de endurecimiento es muy parecida a la de Full Metal Jacket, que se estrenó cinco años después. Louis Gosset Jr. dice: "The only two things that come from Oklahoma are steers and queers, and I don’t see any horns on you boy". En la de Kubrick se dice lo mismo, pero con Texas.
Full Metal Jacket (1987)
Tengo emociones encontradas con esta película. Porque pareciera que son dos: el entrenamiento en Parris Island rumbo a Vietnam y luego la guerra propiamente dicha. La primera es espectacular. El sargento Hartman (R. Lee Ermey, quien fue marine durante once años) es cómicamente brutal: la violencia no es física, sino verbal, un constante bombardeo a la autoestima de los subordinados. Un par de perlas:
"You are nothing but unorganized grabastic pieces of amphibian shit. Because I am hard you will not like me. But the more you hate me the more you will learn."
"There is no racial bigotry here. I do not look down on niggers, kikes, wops or greasers. Here you are all equally worthless. "
El humor negro de Kubrick suele tener un efecto desrrealizante en sus películas y esta no es la excepción. Mientras más avanza el entrenamiento, menos humanos -léase "individuos"- se vuelven los futuros soldados. Cuerpo y alma personales se disuelven en ese nuevo ente impersonal llamado "Marine Corps". Su único credo: un paródico nacionalismo religioso.
La ciudad y los perros (1985)
La entrañable película de Francisco Lombardi sigue siendo, creo, la mejor versión cinematográfica de cualquier libro de Mario Vargas Llosa. Esta vez los entrenados no son reclutas, sino alumnos de colegio, o sea, menores de edad. Sobre la superficie esto pareciera ser un trance más brutal, pero el poco compromiso que los otrora "perros" tienen con el orden militar vuelve las cosas más relativas por debajo, más susceptibles de burla y de caos. La adolescencia es el terreno de lo poco serio y obediente. El teniente Gamboa, frente a cadetes de poco más de quince años, termina siendo un fiasco de autoridad.
Draftee Daffy (1945)
Para aligerar las cosas, y como remate humorístico al post, aquí va un corto animado -de "ayer y hoy", como solía decir la versión traducida que veía de chico- del eléctrico y desternillante pato Daffy. Si la rebeldía frente a lo militar en Lombardi era adolescente, con Daffy es infantil o, quizás, dadá. Aunque al inicio el simpático pato hincha el pecho lleno de orgullo americano disfrutando plenamente su civilidad en plena Segunda Guerra Mundial, una vez que es llamado al servicio activo por un pequeño hombre de anteojos se transforma en un cobarde de delirio que hará literalmente lo imposible por escapar. Pero en EEUU, no solo no se puede escapar de los impuestos y la muerte; tampoco se puede escapar de los deberes con la patria.
viernes, 12 de diciembre de 2008
Du Bois y la sabiduría de la muchedumbre
Interesante columna del director de Peru 21 hoy. No porque esté de acuerdo con ella, sino todo lo contrario. Quizás con esta columna entienda las críticas a ciertas ideas que se autodenominan "liberales". Se titula la "El derecho a la libertad de elegir" y critica la propuesta legal del Congreso para eliminar el voto preferencial, algo que muchos expertos vienen pidiendo desde hace tiempo, creo con justa razón. Aquí el meollo de la visión de Fritz Du Bois:
Los argumentos a favor de la propuesta son inaceptables. Plantear que los ciudadanos somos incapaces de elegir adecuadamente y que, por ello, los partidos políticos lo harán por nosotros, es paternalista. Mientras que culpar al voto preferencial por la falta de institucionalización partidaria, es absurdo. Más bien la iniciativa refleja el temor de las dirigencias a competir con nuevos aspirantes; siempre les será más fácil manejar elecciones internas que ganar un debate abierto de ideas ante el electorado. Para el ciudadano común y corriente, sin inclinación ni tiempo para dedicarse a militancias partidarias, el proyecto restringe su capacidad de elegir a tal punto que, estoy seguro, generará rechazo y solo logrará aumentar los votos blancos o viciados.
Hay algo extraño en el argumento. Por un lado, se reclama el derecho a la libre elección. Bacán, ¿quién no querría eso? Pero por otro, muestra -creo que sin quererlo- que esa libertad está limitada por el pobre conocimiento que un ciudadano tiene de la actividad partidaria ("el ciudadano común y corriente, sin inclinación ni tiempo para dedicarse a militancias partidarias"). ¿Qué le hace pensar a Du Bois que un ciudadano que no quiere militar sí quiere estar enterado de lo que sucede en un partido? Más precisamente, ¿cómo planea enterarse? Entonces, la pregunta es obvia: ¿qué clase de libertad ciudadana es aquella que se hace desde la ignorancia o el conocimiento a medias? Para mí es la libertad dirigida por las emociones, el escándalo, la mayor publicidad y la información de recorte de periódico o post de blog. No una libertad dirigida por ideas. En el Perú ser elegido hoy congresista es un proceso similar a una tómbola de kermesse, con cientos de candidatos haciendo campaña para sí mismos, sin importar si están en sintonía o no con los idearios partidarios. El partido es solo una plataforma electoral, no una visión del mundo. El "transfuguismo" no es una anomalía del sistema: es una consecuencia natural.
Todos nos preocupamos por el nivel sotánico del Congreso, que es similar a algunas zonas de la blogósfera. Y al igual que con las discusiones de la blogósfera , la idea del gatekeeper en relación a la confiabilidad de la información es útil si la trasladamos a los partidos. Es más, la idea de los gatekeepers es útil para todo, incluso para diarios como Peru21. Por ejemplo, acaban de dar de baja caricaturas del artista Alvaro Portales * por ser demasiado "grotesco" y "ofensivo". Para el director, Peru21 estará mejor sin ese trabajo: una idea completamente razonable. Pero imaginemos que sea el público el que decida si lo de Portales se queda o se va. Sin duda, el diario replicaría que el público no tiene vela en ese entierro. Y es verdad: cada empresa decide por sí misma lo que hace. Nadie conoce a la empresa como la propia empresa y ella elige lo mejor según sus propios criterios. El público es quien decide luego comprar o no su producto. Du Bois es el gatekeeper.
Los partidos son o deberían ser los grandes gatekeepers de las ideas políticas. Porque así como no existe el conocimiento confiable democráticamente determinado (o sea, por mayoría), tampoco con la política la muchedumbre es confiable. Por eso vivimos con un ajuste respecto de esa democracia directa ideal solo para pequeños grupos: la democracia representativa. El voto preferencial es un atentado contra la democracia representativa y Du Bois, buscando ser liberal, se acerca más al abismo antidemocrático, a ese espíritu de referéndum que tanto entusiasma a los líderes autocráticos, o sea, que sea el electorado siempre quien "sancione". No diré que Du Bois lo sea, por supuesto, nada más exagerado, pero creo que al final sí peca de paternalista, aquello que critica en un inicio y que es la inspiración de su texto. Su resignación final es elocuente:
Pasará tiempo antes de que los partidos políticos peruanos se desarrollen al punto que se vuelvan instituciones totalmente transparentes y democráticas para que el elector pueda confiar en la lista de candidatos que le presenten.
Por cierto, solo hablo como ciudadano, uno al que le gustaría ver mejores debates en los foros públicos y no campañas de megáfono y verduleros.
ACTUALIZACIÓN: Henry Spencer entrevista a Claudia Izaguirre, editora de Peru21, sobre el tema de los dibujos de Portales. Me interesa subrayar lo que dice el entrevistador, que prefiere la lectura de la 'censura': "¿Acaso no debería decidir el público?", pregunta. La respuesta de este post, según lo comentado, sería NO. Lo curioso es que, si seguimos las ideas de Du Bois, la respuesta a esa pregunta debería ser SI.
(1) Dejé un comment sobre el caso Portales en el Útero de Marita:
A mí me pareció siempre bien extraño que Portales -un lunar en el muy poco divertido Otorongo, aunque por aquí se batan palmas claeístas por él- sobreviviese en Peru21. Estoy de acuerdo con lo que dicen de él: su onda ES grotesca y ES ofensiva. Matizaría lo último, lo del humor negro. Yo eliminaría la palabra “humor”. Es negro no más.
¡Pero justamente eso es lo interesante de Portales! Para mi desentonaba en el suplemento, estaba completamente fuera de contexto. Y, claro, por eso era de lejos lo mejor (mis disculpas, Heduardo o Juan). No teme a ir a zonas que para otros pueden ser tabúes (su libro “Mátate”, sobre el suicidio, es una muestra). Aunque lamento claro que no pueda mostrar su trabajo masivamente -olvídense, en nuestros periódicos solo hay espacio para tetas y nalgas, que es lo que la familia peruana requiere- me alegra que no se alegue un “atentado contra la libertad de expresión” en esta ocasión. ¿Qué raro, no?
* Este post está corregido. Solo no han aceptado ciertas caricaturas de Portales. El sigue en Peru21.
jueves, 11 de diciembre de 2008
Reflexiones importantes 3
Hoy Mario Montalbetti da una entrevista a Caretas. Dice que El Comercio es un blog, refiriéndose a que son similares en su "sentido de la seriedad". Pero también dice que entre los blogs y el New York Times no hay diferencia alguna. Remata su reflexión informativa diciendo que las noticias están mejor comentadas en el Utero de Marita -un blog- que en El Comercio. Confieso que me pierdo en la argumentación. Lo dejo ahí.
Sobre los comentaristas de blogs solo puedo decir lo siguiente: me decepcionan completamente. Son el eslabón más flojo en la cadena que va del blog al ciberlector. Hay una relación directamente proporcional entre identidad y calidad en el comentario. Refraseo: mientras más "anónimo" sea un comentarista, más idioteces dirá. Por supuesto, esto no es culpa de los dueños del blog. Son by-products del sistema.
Este blog no acepta anónimos. Ergo: cuenta sus comments con los dedos de la mano. Pero aprecia cada uno de ellos.
Sobre los comentaristas de blogs solo puedo decir lo siguiente: me decepcionan completamente. Son el eslabón más flojo en la cadena que va del blog al ciberlector. Hay una relación directamente proporcional entre identidad y calidad en el comentario. Refraseo: mientras más "anónimo" sea un comentarista, más idioteces dirá. Por supuesto, esto no es culpa de los dueños del blog. Son by-products del sistema.
Este blog no acepta anónimos. Ergo: cuenta sus comments con los dedos de la mano. Pero aprecia cada uno de ellos.
Reflexiones importantes 2
Fritz du Bois, por si acaso, es el nuevo director de Peru21. ¿Primicia? No. La primicia es que la campaña pro AAR de algunos bloggers se diluyó tan rápido como la de a) boten a Bákula o b) Adopta a tu congresista. Por ahí escuché a una vlogger decir que el caso de AAR indicaba que en el Perú no había libertad de expresión. Hoy veo un titular de Peru21 resaltado en el Utero de Marita. Y en los comments ninguna queja al respecto.
Me cito a mí mismo bajo la ética ombliguista del blogger común, o sea, sin mayor vergüenza. Fue en el blog de Carlos Meléndez:
Hola Jorobado:
Muy buen post. Pero recuerda que estas "cruzadas cívicas" son comunes en el ombliguismo de la blogósfera. No estamos ante un fenómeno inusual. El lema es: hay que pelear por algo, siempre, aunque sea poca cosa. Yo sí seguía regularmente a los columnistas de Peru21 -incluido Bruce, buena dosis de humor involuntario- porque eran un termómetro bastante útil de lo que pensaba el ala política con la que no me identifico. ¿Plural? Tienes razón: hay más pluralidad en otros lados.
El tema ya está zanjado con las declaraciones de AAR. El resto del pataleo es solo más divisas para la causa blogger local.
Primicia para los hombres de prensa: no todos los bloggers son iguales.
Me cito a mí mismo bajo la ética ombliguista del blogger común, o sea, sin mayor vergüenza. Fue en el blog de Carlos Meléndez:
Hola Jorobado:
Muy buen post. Pero recuerda que estas "cruzadas cívicas" son comunes en el ombliguismo de la blogósfera. No estamos ante un fenómeno inusual. El lema es: hay que pelear por algo, siempre, aunque sea poca cosa. Yo sí seguía regularmente a los columnistas de Peru21 -incluido Bruce, buena dosis de humor involuntario- porque eran un termómetro bastante útil de lo que pensaba el ala política con la que no me identifico. ¿Plural? Tienes razón: hay más pluralidad en otros lados.
El tema ya está zanjado con las declaraciones de AAR. El resto del pataleo es solo más divisas para la causa blogger local.
Primicia para los hombres de prensa: no todos los bloggers son iguales.
Reflexiones importantes 1
Así como las universidades enseñan a bloggear, ¿llegará el día en que enseñen a twittear? ¿Cuántos caracteres tiene este post? Quizás demasiados para un twittero.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
Para seguir con la entrevista de HS a AAR (ver post anterior) confieso que se me hizo difícil entender la explicación que el entrevistador dio sobre el Twitter. A juzgar por el rostro de AAR algo similar debe haberle sucedido. Imagino que para algunos el Twitter es algo tan evidente en sí mismo que no requiere explicación. Algunos menores de 20, esto es. Yo no twitteo. Y algunos amigos dicen que estoy en nada. Pero sí sé lo que es. Microblogging lo explica bien y rápido.
Animado por mi espíritu de contradicción ingresé hace unos días al Twitter en plena crisis de Mumbai (en link provisto por el New York Times). No sé la verdad qué esperaba encontrar. La pregunta "¿Qué estás haciendo?" nunca tuvo un twitteo dramático como "preparándonos para ingresar, comandos listos". Solo las explicables frases de solidaridad y muchas otras que no me hacían ningún sentido informativo. Preferí volver al NYT o a CNN.
Hoy en el Washington Post apareció un artículo sobre el Twitter que termina con las siguientes líneas:
How much information can a brain usefully process? What end is served by the random tweets of countless individuals? The impulse to be incessantly in touch can be viewed either as gregarious or as a sign of consuming anxiety. Twittering may be the opiate of the obsessively, compulsively disordered.
Me gusta esa definición. El Twitter es el opio de los obsesivo-compulsivos. Pero dicen que en momentos de crisis es sumamente útil.
En este link del blog del periodista canadiense Mathew Ingram se discute el tema de la twittología en la tragedia muy brevemente. Los que gustan de subir una ceja frente al entusiasmo juvenil dicen que el Twitter no es una fuente confiable de información (si el blogging lo es poco, habrá que imaginar lo que el microblogging puede lograr para la desorientación). Por ejemplo, en el Twitter se pudo leer que habían atacado el hotel Marriott en Mumbai cuando aquello nunca sucedió. ¿Qué podría pensar un familiar que leyese eso a la distancia? El Twitter es cruel, lleno de ruido o noise.
Ingram no se amilana. Arguye que el Twitter es igual que cualquier plataforma periodística, o sea, un proceso que va afinando y corrigiendo sus versiones. El Twitter, dice, "es un primer borrador de la historia". Al fin y al cabo, los medios tradicionales también equivocan su información. Aplausos del respetable.
Pero Ingram olvida, creo, un par de cosas. Uno: el gatekeeper. Los medios tradicionales se equivocan, sí, pero lo hacen menos. Porque si buscan, sobre todo, confirmar su información, el gatekeeper podría aguantarla. Lo segundo es que en el Twitter es imposible saber cuándo una información está confirmada. Quizás lo más fácil es ir a tu portal confiable más cercano y enterarte. Si con la justa citamos a Wikipedia, citar el Twitter en homenaje a un futuro cada vez más presente sería absurdo.
Pero si usas el Twitter para cotorrear y chismear con tus amigos, pues sigue no más. Alabados los que pueden usar así su tiempo. Amén.
"¿Y tú que opinas de los blogs?"
Una amiga muy pequeña, cuando la visito, suele buscarme con una hoja en la mano en la que acaba de dibujar para preguntarme lo siguiente: "¿sí o no que está lindo?".
Tiene siete años. Normalmente dibuja un animal, un elefante o una jirafa, o a sí misma. Algunos dibujos son bonitos de verdad. Otros, no tanto. Pero siempre respondo "sí, está lindo, precioso, maravilloso".
Luego me presiona con un gesto preocupado, aunque emocionado, para que le confirme si es o no el dibujo más lindo que he visto en mi vida. "Sí", suelo decir, porque aunque tengo el corazón de piedra, con ella no me sale. "¿El mejor que has visto en un millón de años?", repregunta. "Pues claro", respondo, sin pensarlo mucho. Luego se va feliz saltando.
Así suenan algunos bloggers o vloggers cuando preguntan a los habitantes notables del mundo offline -léase, real o exterior- sobre los blogs y su papel en la sociedad.
Felizmente, estos personajes tampoco tienen corazón para responder otra cosa que: "sí, lindo, precioso, maravilloso".
...
Pensamiento tangencial: en la súper exclusiva entrevista de Henry Spencer a Augusto Alvarez Rodrich me sorprendió que éste no mencionara los blogs de Peru21 como parte de su menú de lecturas bloggeras. Bueno, tampoco hay que leerse todo, no seamos completistas.
Este blogger no se va
¿Cómo exactamente cierra un blogger un blog? ¿Escribe la contraseña en un papel y la lanza al inodoro para siempre? ¿Deja de sentir la infeliz debilidad de releerse de rato en rato admirando su prosa filuda y haciendo click en "favoritos" porque es obvio que su blog es uno de sus favoritos? ¿No vuelve a conectarse a internet?
¿Dejar de postear significa dejar de comentar? ¿Dejar de comentar implica dejar de chatear sobre posts y comments ajenos? ¿Hay que también, junto con el blog, despedirse del chat y de los emails? ¿Cómo combatir esas arengas amigas -o, bien pensado, enemigas- que instan a seguir descargando palabras en un blog porque "escribes cosas bien pajas y dices lo que nadie dice"? ¿Cómo evitar responder "tengo algo mostro preparado para el 2009, espera no más"? ¿A quién le importa?
En vista de las anteriores imposibilidades este blogger declara que ni se va ni cierra. Este es un blog sempiterno, con inicio pero sin final. La culpa es de los lectores sempiternos.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Etiqueta blogger
Justo ahora que muchos piensan que escribir en periódicos ya fue y que no queda más que Blogger (hasta que Blogger cierre o nos cierre o decida qué hacer con tanta libertad de expresión), justo ahora, digo, me parece pertinente darle vueltas a la idea de qué significa publicar en internet. Haré una rápida y personal mesa redonda conmigo mismo.
Me inspira el último post de Esther Vargas, en el que se pregunta a dónde se fue lo escrito por un periodista de Etiqueta Negra sobre el caso de Peru21 (meditación filosófica sobre la cual también se comentó en este blog). La Vargas pide que alguien le ayude a ubicar el texto en cuestión y al toque me dije: "hey, ¡yo lo tengo!" (1), pero acto seguido un tic de pudor seudoético me hizo esconder el mouse que hubiera abierto el archivo. Me puse a pensar mientras me rascaba el cogote y miraba al techo, que es como suelo pensar, y me dije: ¿no estaré violando algún tipo de regla o derecho de autor? ¿No será poco etiquetoso -léase, "mala leche"- republicar lo que se despublicó quién sabe por qué razones?
El caso no es nuevo. Me parece que antes sucedió con un texto sobre el que Iván Thays pidió expresamente -porque él era el autor- no sea circulado por otros blogs. Fue un texto que publicó y luego despublicó en uno de esos debates que el tiempo se encarga de calmar. Pero un precedente se estableció: es posible solicitar que no se republique, rebote, o se haga copy-paste lo que se publicó. Retroceder el tiempo, al parecer, es posible en internet.
No estoy muy de acuerdo (y a partir de aquí dejo de hablar del ejemplo del párrafo anterior y me referiré a mí mismo). Es verdad que metemos la pata una y mil veces con lo que escribimos. Es verdad que con la cabeza caliente salen posts de esos medio desquiciados y eléctricos que, luego de releídos, nos producen un profundo dolor en la boca del estómago. Pero creo que -aunque es nuestro derecho despublicarlos, borrarlos o hacer como si nunca hubiesen existido- algo se rompe dentro de la etiqueta -el código de conducta, no la revista- blogger. Hay algo que contradice mi sentido común si por la facilidad de las herramientas de la web 2.0 puedo yo deshacer mi propia mazamorra que salió más ácida, aguada o espesa de lo acostumbrado. Mi sentido común me dice: alguien ya lo leyó y me debo a ese alguien para cualquier discusión futura.
¿He querido borrar posts? Pues claro, como a todos nos ha pasado. A veces corrijo errores ortográficos o aclaro líneas que en la relectura tienen la fluidez de estilo de un chiquillo de quinto grado. A veces he querido reescribir todo o simplemente olvidarlo. Es normal: es el problema de la rapidez. Pero también es el problema del rollo web 2.0: no tenemos editor: the gatekeeper, diría Keen, is gone.
Tengo un truco sencillo para evadir los roches mayores en el posteo: envío los textos medio polémicos -si es que alguna polémica suscita este blog- a alguien de confianza (que no es mi madre). Digamos que es un lector con cierta experiencia al que sobre todo se le pide que detecte vacíos, arbitrariedades, lagunas, afirmaciones sin sustentar, oscuridades, chistes que no se entienden, etc. No se le pide que polemice conmigo: simplemente que me diga si lo que digo se sostiene. Todo comentario es bienvenido y casi siempre el texto mejora.
El proceso dura unos minutos (vamos, que tampoco es una tesis) y hago click en "publicar" con la confianza de la tarea hecha. El resto es materia y comidilla de los lectores.
Creo que a muchos politibloggers les vendría bien ese proceso en dos sencillos pasos. Es como cruzar la pista: primero mira a derecha e izquierda y luego cruza. Porque leyendo algunos posts sobre la candente actualidad peruana uno ve terribles accidentes, carreras felices hacia la muerte por atropello, ticos humanos en zig-zag envanecidos con su ansias medio suicidas de usar la opinión como una pistola en la sien (en la propia). Digo, releer no cuesta nada. Menos cuesta pedirle a otro que te lea, sobre todo si pides la cabeza de un ministro o la del Presidente del Mundo.
A Esther Vargas le respondería: lástima, no puedo pasarle el texto que solicita. Es cierto que despublicar algo por internet es como si mandara una columna para un cierre de edición pero que, al descubrir horas después y en la noche que dije una gran estupidez, me despertara tempranito al día siguiente con la plena convicción de que podré evitar que los ejemplares se distribuyan, se compren o se miren. Sería absurdo por imposible. Pero en internet sí que se puede.
Es cierto: el caché de google está ahí. Pero usarlo es como fisgonear. Concluyo: aquí no se republicará nada por el momento, aunque tampoco se despublicará. Y seguiré feliz en mi mesa redonda pasando al siguiente tema: ¿por qué diablos me salen estos posts tan largos?
(1) Lo guardé hace unos días -extraído del caché- después de percatarme también que desapareció.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Audiófilo en problemas
Me harté de los mp3s. Un breve retorno a los vinilos me hizo comprender lo que me estaba perdiendo. Pero ese mismo retorno al pasado y al tornamesa me hizo también abrir los ojos: el supuesto sonido superior del vinilo frente al CD es solo un mito. Hay dos maneras de sustentar esta afirmación: la científica y la del testimonio personal. Esto último es lo que escribo ahora en un post kilométrico ayudándome con citas de lo primero, engordando de paso la gran cantidad de palabras que ya se han dicho al respecto, pero que vale la pena repetir porque los vendedores de sebo de culebra insisten en el tema. Mientras tanto, ayer empecé nuevamente a comprar CDs (y, si hay suerte, SACDs) luego de haber estado secuestrado en ese reino oscuro y legañoso del mp3. Pero me choqué contra la pared de los precios: carísimos. Compré tentativamente dos, en versiones remasterizadas y con ánimo investigativo: Nada personal de Soda Stéreo y L.A. Woman de The Doors, que no solo está remasterizado, sino también remezclado por Bruce Botnick -el ingeniero de sonido y productor original del grupo- y los integrantes que sobreviven. Para los que no saben exactamente cómo se graba un disco, la palabra "remix" puede sonar a herejía o pista de baile de discoteca, pero tal temor es solo una pequeña trampa de la costumbre.
Veredicto: el Nada personal (1985) suena increíblemente bien. Nunca lo escuché mejor. La versión anterior en CD era espantosa, delgada, sin fuerza y medio intrascendente. Esta edición podría convencer a los incrédulos de que Soda era después de todo un buen grupo.
L.A. Woman (1971) es hipnotizante. Como se sabe, este disco se grabó en una pequeña sala de ensayos y en muy pocos días, con un Morrison sobrio y colaborador. Tengo la impresión de que la nueva mezcla intentó recrear ese ambiente. Es posible imaginar el espacio y el lugar donde están el vocalista y los instrumentistas. Los paneos "hard left" y "hard right" -escucho siempre con audífonos- tienen esa misión (antes molestaban). El sonido parece de otro mundo porque se parece demasiado al mundo real.
Pero entre los dos CDs gasté 100 soles, lo que a pesar del placer recibido, me parece una barbaridad. Porque mi renovada adicción audiófila -no me gusta la palabra, pero sigo la convención- podría llevarme a la bancarrota. Puedo entender los reclamos de los que no pueden o quieren pagar y prefieren por eso el formato comprimido, pero si estas mismas personas reclaman la muerte del CD están pidiendo algo tan terrible como convocar a la quema de libros. Es probable que la maravilla de la tecnología digital en relación a la calidad del sonido aún no sea manejable para muchos. Pero en esta era del reinado del mp3 nunca se puede pelear poco: el CD, el SACD o el DVD-A, no pueden morir. No deben.
Esto no tiene nada que ver con la pelea entre un "original" y un "pirata". Es otra cosa: es pelear por la experiencia transformadora de la música y el sonido. Me sucede con los libros, me sucede con las películas y anoche, después de mucho tiempo, me sucedió con la música. Después de The Doors apenas si pude dormir.
Lo del vinilo como mito es una provocación. Aunque hay circunstancias excepcionales en las que un vinilo suena "mejor" que un CD, por lo general nunca es así. La "calidez" o la "naturalidad" relacionadas con el vinilo son la mayor parte de las veces impresiones tan esotéricas como creer ver a la Virgen en la caprichosa formación de un zapallo cualquiera. Pero eso vendrá en un post que espero terminar. Es un tema interesantísimo porque va al fondo mismo de nuestra percepción de la música. Porque de todos modos ayer, paseándome por las tiendas, no pude evitar coger un LP impecable de los Stones, ver su maravilloso arte gigante y, de pronto, escuchar una voz que me compelía a gastar 80 soles extra. "Se escucha mejor", insistía.
martes, 25 de noviembre de 2008
De nunca refundados a refundidos
Lanzaré una hipótesis arriesgada: la gran razón por la que el Perú ha sido suspendido de toda competencia internacional FIFA es su gran incapacidad para cumplir reglas. También, ciertamente, por creer que la "nación peruana" o "la peruanidad" son valores superiores al hecho concreto de pertenecer a una asociación que tiene reglas específicas. Pero un poco de gotitas en el brebaje de la confusión le pertenece a la propia FIFA y a la naturaleza del fútbol de competencia internacional: su insistencia en promover nacionalidades, orgullos patrios y pasiones medio irracionales deja a los aficionados desorientados sobre si un país debe o no controlar a los que dirigen su selección.
Más aún si la prensa no ayuda: Peru21 -que antes y después de AAR siempre ha sido igual con respecto al fútbol (1)- le echa la culpa a Manuel Burga en titular de portada. Y en la nota dice: "se hace la víctima". Claro, nada de esto sucedería si estuviéramos primeros en la tabla rumbo al mundial. Pero como dijo Toño Vargas, la hora es la hora. A ver si se resuelve esto para que los hinchas tengan una buena Navidad. El objetivo ahora ya no es ganar ni refundar el fútbol peruano, sino tener la posibilidad de competir. Qué extraño.
(1) Véase esta portada digna del humalismo más belicoso de hace un año. De la refundación a estar refundidos. En la foto: souvenir de nostalgia pelotera.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Amadeus
¿Es posible que Bruno Odar esté espectacular como Salieri, el némesis de Mozart, dentro de una obra regular y, por momentos, fatigosamente desesperante? Sí, es posible. Lamentablemente para quien vio la cuasi perfecta Amadeus de Milos Forman (1984) -que he visto y revisto hasta la saciedad porque es simplemente maravillosa- el texto de Peter Schaffer muestra demasiado las costuras: momentos intrascendentes, escenas que se alargan sin necesidad, y pequeñas tramas que jamás se resuelven. Teniendo en cuenta que Shaffer ha reescrito hasta seis veces su propia obra, me pregunto cuál de todas ellas presencié ayer. Lo único claro para mí es que siempre queremos ver a Odar y es una lástima que las distracciones nos hagan perder de vista todo lo blasfemo que tiene Amadeus: esta no es una pieza sobre la envidia o el genio musical; es una pieza sobre el descreimiento: Salieri muestra su puño vengativo a Dios por una justicia divina inexplicable y descubre que toda su vida estuvo adorando una ficción. Esta verdad lo enloquece.
Lo que sigue no es una crítica, solo un borrador de impresiones. Los que no la han ido a ver -y tienen hasta el 20 de diciembre para hacerlo en el Teatro Británico- dejen de leer aquí, más aun si nunca vieron la película. Amadeus, dirigida por Jorge Chiarella, dura tres largas horas con un intermedio de quince minutos. Su puesta en escena es hiper minimalista: cubos plomos multifuncionales, un escritorio y un piano, también plomos y geométricos. Al fondo y dominando el escenario, un gran triángulo: Dios. Verdades sean dichas, este triángulo -que en un gran momento de desafío salieriano se ilumina y lanza humo como si fuese una puerta al infierno- es el segundo mejor personaje de Amadeus, aunque su aparición esté muy dosificada. Lo normal es observar un escenario inmóvil, áridamente blanco y medio aburrido, que contrasta mucho con una Viena que suponíamos en ebullición creativa, abigarrada y fastuosa. El texto no ayuda mucho para que la imaginación coloque lo que falta: sus digresiones y su terquedad en hacer que todos los demás personajes -incluido Mozart- tengan la profundidad de entes secundarios de cartón desespera. Salieri desequilibra aparatosamente el conjunto: es el único ser humano, el único que piensa, el único que emociona. Pero es imposible que lo haga durante tres horas.
La historia -que, no hay que angustiarse, está lejos de la verdad histórica, incluida la "mediocridad" de Salieri- es sencilla: un compositor de la corte venerado y reconocido ve su dominio amenazado por la aparición de un juvenil geniecillo de carácter juguetón y desaliñado, cuya música celestial no guarda relación alguna con sus maneras procaces y lujuriosas, su arrogancia adolescente y una risita de payaso que perfora el oído. Salieri no puede comprender que Dios le haya dado talento a esa "criatura" llamada Mozart -actuado por Gian Piero Díaz, quien no puede zafarse de su personaje de Polizontes- y no a él. Pero esta controversia está solo en su cabeza: para el público de Viena el italiano es talentoso y profundo en tanto que Wolfgang, a pesar de sus habilidades, no pasa de ser un virtuoso exhibicionista hambriento de aplauso fácil. Cuando el Emperador José II -estupendo, pero breve Leonardo Torres- menciona que lo de Mozart tiene "demasiadas notas" resume, sin querer, una pequeña poética musical: el compositor no debe mostrar su esfuerzo, debe desaparecer en la obra. Pero el ego de Mozart -que adelanta en parte al héroe romántico por venir- es demasiado expansivo como para vivir encorsetado en esas directrices cortesanas: detesta la tradición, detesta las etiquetas y hasta los libretos que escoge para sus óperas son extravagancias que bordean el mal gusto. Es solo el perturbado Salieri quien ve, debajo de esa vanidad desencaminada de pavo real, las joyas que guarda un talento semejante e intuye que la mediocridad quizás no esté en él, sino en quienes escuchan (1) . Su gran desafío a Dios, entonces, es destruir a la "criatura", tal como si se buscara extinguir un error de la naturaleza. Para Salieri, Mozart -el "amado de Dios", el "amadeus"- es un monstruo.
Esto se desprende del texto, pero no necesariamente de lo que vemos. Gian Piero Diaz es demasiado ligero y ordinario como para ver en él a un genio musical incomprendido (2) . Aunque es cierto que su personaje no es lo central, es justamente por eso que sus apariciones interrumpen y hasta resultan impertinentes. Las exasperantes escenas con Natalia Parodi -que hace de la frágil esposa de Mozart, Constanze- a veces solo terminan en un intercambio de gritos placeros francamente inconducentes. Pero el principal problema no es actoral: es estructural. Hay tres vacíos en la historia que hacen de Amadeus un enredo que la dirección no puede resolver.
Parte del plan perverso de Salieri es pagar con la misma moneda el desenfreno de Mozart. Y lo hace doblando sus propios votos de castidad: seduce -aunque más precisamente sería decir, chantajea sexualmente- a Constanze, que busca desesperadamente trabajo bien remunerado para su esposo. La escena es intensa y dura, con una Constanze mostrando los pechos y abriéndose de piernas para que el italiano la humille penetrándola con las propias obras de su esposo. Pero este momento que parece importante no tiene ninguna consecuencia en la vida conyugal de la pareja juvenil. Constanze sigue siendo la mujer boba de un músico empobrecido que nunca cuenta ni sufre mayor remordimiento por lo sucedido.
Aunque una cosa no tendría por qué ver con la otra, me parece importante señalar que en la película -cuyo guión fue adaptado, recordemos, por el propio Shaffer- esto jamás sucede: Milos Forman decide eliminar ese episodio, sin duda corrigiendo la lógica de la historia para evitar tener que dar explicaciones más adelante sobre lo que hubiese sido un increíble giro en los acontecimientos. Constanze permanece una esposa fiel y dedicada, el único cable a tierra de un artista bohemio obsesionado con la composición y olvidadizo con sus obligaciones domésticas.
El segundo vacío tiene que ver con el padre de Mozart. La mención al padre es tan tangencial que es inverosímil que de pronto Wolfgang caiga en un hoyo depresivo por su muerte. Un instante lo desprecia -lo tuvo todo el tiempo ignorado- y al siguiente minuto llora y se derrumba por él con tal efecto que su obra se vuelve oscura al escribir Don Giovanni. Inexpicable. En la película, recordemos, el padre tiene una presencia ominosa e importante.
El último vacío es el misterioso personaje que solicita un Requiem al austríaco. Y aquí es donde mi cabeza sufrió el enredo mayor. Según tenía entendido (3), era Salieri quien estaba disfrazado como esta especie de emisario de la muerte. Es más, en el texto original, Salieri se desenmascara frente a Mozart y, además, le confiesa que lo estaba envenenando. Esto no sucede en la película -que reemplaza el final trágico por uno sublime en que enemigo y víctima trabajan cooperativamente en el Requiem-, pero tampoco en la versión que vi ayer. El personaje gris parece que solo existiera en la mente de Mozart y es solo después que Salieri explica que se trataba de un tipo cualquiera que quería obtener una pieza del prodigio para hacerla pasar como propia. ¿O entendí mal?
Pero los enredos se liman y olvidan embrujados por la actuación de Bruno Odar. La noche de ayer fue triunfal, e imagino que así es en todas las presentaciones: aplausos de pie por verlo transformarse de un joven y entusiasta compositor a un viejo contrahecho que escupe invectivas contra Dios y su destino. En la medida que todo sucede en la mente delirante de un anciano senil atormentado por el talento ajeno, me pregunto si no hubiese sido realmente perfecto un monólogo de hora y media observando solo a Salieri-Odar volviéndose un deicida. Es todo un espectáculo.
Link extra: la crítica de César de María en Caretas, que prefirió la lectura del genio vs. la mediocridad.
(1) Al final se autoproclama, en una línea muy irónica y dirigiéndose al público, "Santo Patrono de los Mediocres".
(2) Incluso, va vestido por lo general de camisa blanca y un pantalón azul que parece un blue jean.
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