Hace unos días una amiga me preguntó: ¿como hago para pedirme libros por Amazon? Su preocupación no era tanto sobre el proceso de compra en sí -con una tarjeta de crédito comprar en Amazon.com es muy sencillo, confiable y, a mí al menos, me produce un infinito placer-, sino sobre qué sucedería con su envío una vez ingresara en las aduanas peruanas. Aquí empiezan los temores y las desconfianzas. Surfeando por la web no es difícil cruzarse con historias de terror sobre paquetes retenidos e impuestos de escalofrío. Es más: Alonso Cueto publicó hace un par de años una columna en Peru21 contando cómo no pudo convencer a los de Serpost -o a la Sunat- de que sus propios libros no debían pagar impuestos (Iván Thays la linkeó en
Moleskine, pero el link de la columna no lleva a ninguna parte). ¿Estamos en un mundo -como ya es usual decir con perdón de Kafka- kafkiano? ¿Todo es absurdo en el Perú?
No tanto. Lo importante es informarse primero. ¿Cuáles envios postales están sujetos al pago de tributos y cuáles no? En este
link de la web de la Sunat se hacen las especificaciones y, si uno las sigue al pie de la letra, no debería haber sorpresas (hablando en serio, es terrible recibir sorpresas en una ventanilla de la Sunat, sobre todo porque, en el 99% de los casos, la Superintendencia siempre tiene la razón; lo digo por experiencia: hay algo en la notable eficiencia robótica de nuestra administración tributaria que produce pánicos cervicales).
Para los amantes de los libros hay buenas noticias: los libros NO pagan impuestos. ¿Entonces qué pasó con el Sr. Cueto? Bueno, la segunda parte de la respuesta es: pero hay envíos de libros que sí y hay que tomar en cuenta esas situaciones excepcionales. ¿Qué dice la norma? No pagan impuestos:
Los libros, hasta por un valor de US $ 2 000,00 (dos mil dólares de los Estados Unidos de Norteamérica) al año por destinatario los que deberán ser de diferente título, número o serie, según corresponda
Imaginemos que quieres comprar un libro para ti y regalarle el mismo libro a tu novia. Error fatal: eso sí paga tributos. La idea es que comprar más de un ejemplar por título ya te hace sospechoso de querer comercializarlos. En el caso del escritor peruano el envío que le hizo una editorial brasileña era de varios ejemplares de una traducción de su novela La hora azul al portugués. Las explicaciones, aunque razonables desde el sentido común, iban en contra de la norma. Conclusión: ya sea que te envíen libros de afuera o si vas a comprar por Amazon, asegúrate de no pedir más de un ejemplar por título.
Otra inquietud es sobre la famosa valla de los $100 por envío. Pues sí, esta valla es real, y lo es para todos los demás envíos no especificados (que no solo incluyen libros, sino correspondencia, diarios, y otros impresos). Siempre y cuando no sobrepases la valla de los $100 no pagas impuestos. Lo que quiere decir que, en caso pidas DVDs, CDs, pósters, etc, haz bien tu suma final y no cruces el límite. Es dolorosísimo no solo pagar costos de envío, sino además los tributos. Pero los libros no tienen este límite, salvo los $2,000 al año.
Sin embargo, como seguramente a muchos les ha sucedido pensando que el sistema es libre y feliz, algunos paquetes llegan cómodamente al domicilio, sean libros o no, sin un agente de la SUNAT al lado. ¿Qué sucedió? ¿Hay una anomalía en el sistema?
A mí también me ha sucedido: a veces mis pedidos llegan en dos shipments distintos. Uno llega a mi casa, pero el otro se desvía y se retiene en Serpost. De ser este el caso, lo que dejan en casa es un papelito donde te solicitan retirarlo en una oficina que, en mi experiencia, siempre ha sido el Serpost de Surco. Lo acepto: el proceso de retiro de un envío postal es lo más cerca a lo kafkiano que hay en todo este sistema. Se necesita tener algo de tiempo libre, una paciencia a prueba de balas y, si es posible, un ipod touch para matar el tiempo. De lo contrario, prepárense para sufrir un poco.
Soy testigo: la oficina de Serpost en Surco -que adentro tiene ventanillas de la SUNAT- es lo más parecido que hay a un escalón (o andén) del Purgatorio. Resoplidos impacientes, quejidos, lamentos, piernas nerviosas que marcan el tiempo al doble de la velocidad de un reloj convencional y, de pronto, alzadas de voz, gritos, zapatazos en el suelo, mujeres agitando los documentos en la cara de algún empleado, caras coloradas, rabietas, llamadas por celular al pariente explicando en voz alta lo estúpido que es Serpost, Lima, el Perú, el Orden Mundial. La oficina es bastante pequeña y es fácil escuchar las quejas de todos. Yo normalmente soy paciente y, como tengo la seguridad de que ningún impuesto voy a pagar, pues solo espero mi turno con calma zen. Pero siento pena ajena cuando, sin previo aviso, la SUNAT indica que el aparentemente inocente envío de Fulano debe pagar impuestos de terror. Aquí empieza una escena común, pero patética: mil y una explicaciones, gestos que son una mezcla de angustia con indignación, frases de "no puede ser" repetidas cada tres segundos y, si Fulano posee una psicología de corte basadriano, el tan temido remate de "por eso el Perú está como está" dicho con la mano izquierda en el bolsillo y la derecha abierta y extendida al frente en clara reminiscencia hayista. Frente al show de la ira cívica, el empleado de la SUNAT suele poner un rostro de piedra, no mueve un solo músculo, y sigue aplicando sellos a diestra y siniestra y por triplicado, que es el sonido del no retorno, de lo ya sentenciado. No hay que pedir compasión: el Sr. SUNAT lo ha visto todo y escuchado todo, es inmune, solo ve números y los números no engañan, para él es un día normal, una rutina bajo el amparo de la ley.
El proceso puede durar algo más de una hora, lo que es rídiculo. Y lo es por una razón muy evidente: aunque hay cinco ventanillas, en mi experiencia siempre ha funcionado una sola. En apariencia esta oficina tiene el sistema de un banco, con tickets y una pantalla donde se ven los turnos, pero después de diez minutos uno comprenderá que en la pantalla siempre están los mismos números, que éstos nunca cambian, que lo único que se vive es el eterno presente de lo inmóvil. Eso quiere decir que a veces el que llegó después sale antes, porque lo que marca tu destino no es el ticket, sino qué tan rápido encuentren tu paquete en el almacén que, llegado tu turno, será destripado frente a tus ojos para comprobar su contenido. Por la cantidad de tiempo invertido es un sistema injusto, y lo es por falta de personal, de previsión y por un total desprecio al buen trato del ciudadano (1). Otras oficinas de la SUNAT no son así. Las he visitado y funcionan como un reloj. Pero la de Serpost en Surco -no conozco las otras- es un viaje al pasado, al de las colas infinitas, a las esperas de angustia. La única recompensa al final de la triste odisea será tener por fin en las manos los deseados libros por los que tu cabeza estuvo salivando varios días.
¿Quién decide que envíos llegan directamente a tu casa o no? Eso le pregunté a una de las personas encargadas quien me respondió que básicamente era un sorteo: algo así como el 15% de los envíos pasan por ahí. No sé si lo que me dijo fue cierto o no. Quizás tenga que ver con el peso. En mi caso, la mitad de mis pedidos por Amazon los he tenido que recoger en Surco.
Y eso es más o menos todo. Lean bien el link que he colocado arriba y lean las normas. Para los bibliómanos ya saben a grandes rasgos cómo funciona el sistema. Felices compras.
(1) Ver este interesante clip de Alberto Borea, que habla sobre la atención al público en Perunet.tv