En Perú hay al menos tres hitos de la "telebasura", todos increíblemente populares. Ferrando, la Bozzo y la Medina. Y, curiosamente, los tres tienen historias que se cruzan. Es muy célebre aquel programa de Fuego Cruzado de 1991 en el que la Medina habló sobre Ferrando frente a frente y lo definió como alguien que hacía de la necesidad (léase "pobreza") de la gente y su humillación un espectáculo. En ese entonces Medina gustaba mucho usar un adjetivo que pronto se volvió viral: "chabacano". El término despide un tufillo snob: chabacano era lo contrario a TV de calidad, que en muchos casos se identificaba con la TV por cable, llámese Discovery o el History Channel. Eran los días resaqueados de esa mala idea televisiva llamada "Ofensiva Cultural". Muchos creen que la Medina cambió de rollo por su lealtad al dinero (por ráting, aclaro). Pero creo que son las mismas: la snob que no podía soportar las camisas centelleantes de Ferrando es la misma snob que con aires despreciativos y luego de un reconstrucción facial total bautiza la comunidad de artistas locales como "Chollywood". Chollywood no es un término orgulloso. Es un término discriminatorio, bajoneador y prejuicioso: lleva implícita la idea de que todo artista peruano, por default, es incompetente internacionalmente. Tan incompetente que requiere su propia escala de medida: la choledad. Dicho sea de paso, esta es una buena razón para rebatir a todos aquellos que gustan de cholificar sus rollos. Hacen lo mismo que la Medina, confundiendo reivindicación con autocondescendencia punitiva.
El segundo hito es la lengua en la axila de un programa de Laura Bozzo. Era un concurso relámpago, en apariencia inocente, en el que la conductora invitaba a las personas a hacer las pruebas más descabelladas por dinero, que no era mucho. Le llegó el turno a una mujer que debía lamerle la axila a un hombre que, previamente, había transpirado para hacer de la prueba algo genuinamente transgresor. La mujer lamió y los inquisidores de la telebasura hallaron una nueva cúspide. Reaccionaron por asco o por ver herida su sensibilidad. Pero, ¿quién dice dónde está la línea de la sensibilidad herida? ¿Lamer una axila por dinero no es similar a responder preguntas que celebran la memoria por dinero? ¿O, quizás, comer desenfrenadamente hot-dogs para batir récords? Confieso que no puedo hacer la distinción sin apelar a los "valores" ni a eso que también se llama "dignidad humana". Pero no sé si esa distinción sea racional.
El tercer hito es la propia Magaly. Pero aquí es donde el basureo explica mal la sentencia de un juicio. El juicio no ha sido contra la "telebasura" -en buena cuenta, contra el "mal gusto"-, sino contra una persona que difamó a otra. O sea, una persona que mintió a sabiendas de estar mintiendo y que, además, no quiso nunca rectificarse. No creo que los defensores de la Medina defiendan la mentira. Estoy seguro de que incluso sus seguidores más delirantes -ojo, no solo lo veo en las demostraciones callejeras, sino en personas que conozco- pueden comprender que mentir está mal y que puede ser un delito. Pero tantos años de "basureo" catapultado desde las trincheras del esnobismo, creo, los ha premunido de un sentimiento mucho más irracional: la defensa de sus fueros estéticos, de su propio gusto, de su derecho a ver en la TV las imágenes que quieran, con el lenguaje que quieran, en los colores que quieran. Tienen razón en algo: ellos tienen el control de sus propios consumos. Pero, ¿por qué se defienden de algo que nadie ha puesto en duda? Creo que porque asumieron como verdadera una idea que en el fondo es sospechosa y mentirosa: la telebasura.
Además: Una buena entrevista de Cecilia Valenzuela de hace diez años cuando Magaly estaba a punto de tener programa propio. Hace un par de días la Valenzuela afirmó que le avergonzaba haber sacado cigarrillos en medio del set. Sí, pues, ese tic "reality" en un programa de entrevistas no se veía muy espontáneo que digamos.